ventana al campo
Septiembre y Cantabria
L. de Juan
Llega mi mes favorito. Cuando se igualan las luces y la oscuridad, se templan las temperaturas, caen las primeras aguas, el petricor invade el ambiente y a lo lejos los venados comienzan a desperezar sus ganas de seguir existiendo.
Pasé por Cantabria, siempre ... me gusta ir a ver la tierruca. No soy de allí, pero el haber pateado sus sierras a caballo me convierte en un huésped antiguo de sus crestas, prados y playas.
Cantabria siempre te aguarda con su sonrisa seria y mirada profunda. Es como una señora ya entrada en años que cuida y habita su casa donde todos son bienvenidos y que, tras el verano y la marabunta de las visitas, vuelve a quedarse serena, viendo los días pasar entre la mar y la sierra, con los castaños poblados de erizos, los robles otoñando la bellota y con la calma que siempre trae Cantabria, pese a estos dos meses de locura.
Así es Cantabria, sobria pero amable. Me gusta pasar por Laredo a ver a mis tías Cruz Uriarte y Blanca Scandella. Señoras de otro tiempo, elegantes y anfitrionas.
Valientes siempre. Y que, aunque los años sigan pasando, reciben con calidez en mitad de este septiembre que presumo fresco. Porque ni ellas ni Cantabria perderán nunca su niñez.
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