Balonmano
El balonmano español se blinda en la excelencia: otro bronce mundial para una década prodigiosa
Desde 2013, la selección ha cosechado un oro (2013) y dos bronces mundiales (2021 y 2023); dos oros (2018 y 2020), una plata (2016) y un bronce europeos (2014), y un bronce olímpico (2020)
España rescata un bronce mundial del corazón de Suecia
Los jugadores españoles, en la entrega de medallas
Ayer celebraban por todo lo alto un bronce mundial. Más bien, un partido fantástico que simbolizó lo que significa esta selección española de balonmano: competitividad, orgullo, compañerismo, esfuerzo. Estaban agotados, Noruega y las dos prórrogas los habían dejado fundidos físicamente; Dinamarca en las semifinales los ... hundió anímicamente. Pero en el duelo que nadie quiere jugar, fueron los mejores, remontada ante Suecia, en su casa, contra 20.000 gargantas suecas, y fiesta. Y un bronce mundial.
Uno más para mantener a España en la élite del balonmano internacional. Es una década, y un poco más, prodigiosa en la que se han convertido en referencia y rival. En 2013 se logró el oro mundial en casa; en 2014, el bronce europeo en Dinamarca; en 2016, plata europea en Polonia; en 2018, oro europeo en Croacia; en 2020, oro europeo en Estocolmo; en 2021, bronce mundial en Egipto; en 2022, plata europea en Budapest; en 2023, bronce mundial en Estocolmo. La extraordinaria rutina de una selección irrepetible que ha hecho todo lo posible y lo imposible para que el balonmano español tome aire y vuelva a ser lo que era en la competición doméstica. Pero ni por esas.
Ya ni piensan en eso Joan Cañellas o Gedeón Guardiola, los que, por edad, tienen más cerca el final de sus carreras con la selección y ven que sus sueños de volver a casa a disputar sus últimos años con unos contratos estables y que merezcan la pena se desvanecen. Mientras, ahí han estado aportando experiencia, veteranía, goles, pases, fintas, sudor, salud, todo. Porque a pesar del brillo de las medallas, de estos quince días de foco y aplauso, el balonmano español sigue siendo un deporte de mileuristas.
Se salva el Barcelona, que cuenta con un presupuesto al nivel de otros equipos europeos y tiene por tanto la capacidad de atraer jugadores y competir en torneos internacionales. El resto intenta sobrevivir, con muchos equipos completando el sueldo de los jugadores con acceso a vivienda y alguna que otra prebenda. «Ahora pienso que ojalá haya menos éxitos de la selección y mejore más la liga. Claro que son buenos las medallas con España, pero ahora mismo no se percibe. Hemos hecho todo lo posible y no hay cambios en la Asobal. La selección gana y transmite, pero no surge nada, todo cae en saco roto. Cuando termina el torneo es como chocar con una pared: no atraviesa. Lo que sigue es la pared y la monotonía del deporte en España», radiografiaba Cañellas a este periódico. Nada que hacer por el momento, pues tampoco hay un proyecto que ilusione.
Sí lo hace este grupo de amigos que se reúnen de todas las partes de Europa para disfrutar de la unión que les aporta el mismo idioma, las bromas, el pasado y el compromiso con el presente y con el futuro. Por ellos no iba a quedar. Y no quedó ni la última gota, exprimidas las fuerzas y las piernas en este último encuentro del Mundial, el más difícil porque no se juega por el oro, que es lo que desean todos, sino por evitar el cuarto puesto. Hubo aguante, remontada, carreras, goles y filigranas. Al más puro estilo España, todos a una, sin bajar los brazos, que había que mantenerse en la élite.
«Me ha tocado hoy marcar los goles, pero la clave de esta selección es esta: Rodrigo [Corrales] no ha jugado tanto en este Mundial, sale hoy y hace el partidazo que hace. El 70 % de la medalla es suya. Es lo que todos aportan cuando tienen sus minutos. Y competir hasta el final», explicaba Adriá Figueras, nueve goles de nueve lanzamientos. «Parecía que estaban un punto por delante en todos los sentidos, pero hemos remontado y han empezado a sufrir más. Esto deja un buen sabor de boca. No sé cuántas medallas me quedan, pero esta hay que disfrutarla», explicaba esta vez un eufórico Cañellas, de aquel bronce de 2011 a este de 2023.
«Es un gran premio en un campeonato complicadísimo, con unos cuartos de final contra la mejor Noruega. Competimos en todos los partidos: con Dinamarca, en la segunda parte; con Francia, desde el minuto uno. Y al perder la semifinal hay que valorar lo que se ha recuperado el grupo. Hemos sido capaces de demostrar que queríamos salir de aquí con una sonrisa, con un tercer puesto, que es un premio al grupo y a nuestro deporte, que merece mucho por lo que transmite. Es un día para estar contentos«, analizaba Jordi Ribera, sexta medalla desde que es seleccionador.
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Los rivales siguen prefiriendo enfrentarse a esta selección porque otras tienen nombres que asustan, pero ahí está España, de bronce mundial, arrancado en pleno corazón de Suecia, con todo en contra. Ahí está España, en la excelencia, como si fuera su rutina.