El Barcelona agrava la crisis europea del Real Madrid

Un clásico sin público es menos clásico. Como si de repente se quedara huérfano y tuviera que buscarse la vida para sobrevivir. Para atraer la atención. No había gente ayer en los aledaños del Palau, irreconocible por fuera, pero también por dentro.Allí resonaban anoche las voces de Laso y Jasikevicius, perdidas en un vacío que hacía inmenso el pequeño pabellón del Barcelona . Lo anticipaba el técnico azulgrana en la previa y no le faltaba razón. Sin los aficionados se pierde intensidad y de ahí que la labor técnica gane enteros, pues toca impulsar la motivación y la concentración que habitualmente encauza la grada.

Es una tarea que le está costando a Laso en este tramo inicial de la temporada, en la que los blancos no terminan de encontrar la continuidad necesaria para ganar los partidos. Ni siquiera el clásico le sirvió al vasco para conseguirlo . Tampoco la revolución que introdujo en el cinco titular. Laso le dio la dirección a Carlos Alocén, al que le vino grande la responsabilidad. Se le notó nervioso al joven jugador maño, que encadenó dos pérdidas antes de enfilar el banquillo para dejar su sitio a Facundo Campazzo (14-11, min. 5). La entrada del argentino, bálsamo habitual para los blancos, no lo fue esta vez, pues el Barça era mejor en todas las facetas del juego.

Impulsado por los puntos de Kuric (12 de sus 15 puntos en la primera parte), el Barcelona fue creciendo al mismo ritmo que lo hacía su intensidad defensiva. En ella se atascó el Real Madrid, al que cada canasta le costaba un mundo. Esas dificultades las aprovechó el Barcelona para abrir hueco en el marcador y encender los ánimos en su rival (29-21, min. 13). La dureza instaurada en la pista por el Barça arrasó al Madrid , incapaz de hacer frente al músculo y enredado con los árbitros. Se desquició el conjunto blanco por momentos –técnica a Campazzo que le llevó al banquillo– y ahí se le empezó a escapar el partido. Un parcial de 13-0 fabricado por Heurtel y redondeado por un triple de Smits puso la máxima ventaja en el electrónico y llevó el choque al descanso (48-27).

Era un desastre el Real Madrid, superado en el rebote, en el acierto y en las ganas . No le funcionaba nada a Laso, que enfiló el vestuario con cara de pocos amigos, aunque con las ideas claras. Tardaron en volver los blancos a la cancha, lo que dejó entrever que la «charla» del técnico había sido intensa.

Debió serlo, porque la imagen del equipo cambió de manera radical. Se vio un Madrid más centrado, que creció poco a poco en los brazos de Campazzo. Recuperado el temple, lo hizo también el acierto con Thompkins y Abalde como principales socios del argentino. Aún así, vivía el Madrid a un mundo del Barça (54-33, min. 22), al que las confianzas estuvieron a punto de jugarle una mala pasada. Se fue acercando sigiloso el equipo blanco, que en cada arreón de carácter encontraba una respuesta azulgrana. Primero un triple de Abrines; luego otro de Kuric. Chispazos de calidad que trataban de frenar el ímpetu del Madrid, que antes del último cuarto había recortado ya la distancia casi a la mitad (64-52).

Gritaba Jasikevicius pidiendo un esfuerzo a los suyos ante el vendaval madridista. Se la jugó Laso con un cinco de pequeños , buscando sellar una remontada que parecía imposible al descanso y que a dos minutos del final no lo era tanto (74-69, min. 39). Surgió entonces un invitado inesperado. Un héroe con capa azulgrana que despejó las nubes cuando más apretaba el Madrid. Sergi Martínez , que había entrado en el equipo por la ausencia de Claver, anotó dos canastas consecutivas que frustraron la remontada blanca y certificaron el triunfo del Barcelona. Victoria que agrava la crisis europea del eterno rival, que necesita una reacción para no verse alejar más los puestos de playoffs.