DE cara
El Atlético Frankenstein
«Y el principal agresor es paradójicamente el que más ejerce de bufandero, Simeone, su mayor activo»
Lodi por Reguilón: el trueque que indigna
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Iniciar sesiónVan tan solo dos jornadas y el Atlético de Madrid ha caído ya en el histerismo. Un viejo estado de ánimo, enquistado de temporadas anteriores, que afecta a la dirigencia, el banquillo, el vestuario y las tribunas, cada vez más confundidas y partidas ideológicamente. Una ... agitación que baja al campo, afecta, distrae la mirada del balón, vuelve insoportable el ambiente y repercute finalmente en el rendimiento y los resultados. Se vio el domingo ante el Villarreal, cuando se juntaron todos los afectados por primera vez en el Metropolitano. Un golpe seco que apagó la buena pinta de la pretemporada y devolvió a la institución al terreno de las dudas y las sospechas.
El histerismo lo exhiben unos jugadores sobreprotegidos que lo mismo se encaran de mala manera con un rival porque le gana y lo celebra, que intentan subirse a la grada a pegarse con unos ultras que les chillan no sé qué. También se les nota demasiado la excitación a esos hinchas, los vándalos impresentables y los mayoritarios que no lo son, que no saben cómo reaccionar o responder, qué decir, ante los cada vez más descarados castigos y provocaciones desde dentro a sus símbolos y sus convicciones. El estadio, el escudo, las placas, la camiseta, la identidad de la plantilla, el comportamiento de los jugadores... Un Atlético Frankenstein al que no le queda mucha esencia de lo que es, o lo que fue.
Y cuyo principal agresor (propiedad al margen, los eternos señalados) es paradójicamente quien más ejerce de bufandero, Simeone, su mayor activo, el hombre que sacó al equipo y el club de las cenizas y lo puso en las alturas que hoy está. El desgarro y desconcierto de la grada: el Atlético o Simeone.
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Nahuel entrega la cabeza
José Miguélez
El entrenador volvió a dejar claro su menosprecio por el sentir del aficionado cuando se le trasladó su indignación por el origen del recambio que el Atlético pretende aplicar a la fuga de Lodi: Reguilón, otro exmadridista. Cada vez más convencido del ideario 'el Atlético soy yo' (con el que comulga a muerte, cierto es, un bando de la guerra civil emocional que lidia hoy la religión rojiblanca), el técnico sentencia que esos rechazos son tonterías, fácilmente reversibles, valores que personalmente ni atiende ni considera. Esa teoría extendida: lo que siente el hincha es mentira, cambiable con un simple gol. Simeone entiende igualmente irrelevante que en la plantilla del Atlético no queden más que dos atléticos de cuna (Koke y Saúl) y vayan a ser cuatro los que procedan de la cantera blanca rival (Morata, Hermoso, Llorente y Reguilón). Que un año más dentro de ese camerino se habrá mamado más madridismo que colchonerismo. Insignificante.
Pero la crispación y el combate (social) está ahí. Y no solo por cómo juega, gana o pierde el equipo, por cómo se aburre o divierte cada cual, por cómo los centrales no paran de lesionarse (matices sobre los que abundará hoy el Valencia, otra casa acostumbrada a vivir en permanente polvorín). Lo que está en discusión es qué es el Atlético. Y no parece fácil el acuerdo.
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