Maestro Obradovic

Nada más sonar la bocina, todos los ojos se volvieron hacia Diamantidis, el mejor jugador de la final. El base griego, que igualó el récord de asistencias en una final europea con nueve, se fundió en un abrazo con Zeljko Obradovic , en una imagen que refleja la importancia que el técnico serbio tiene en este equipo.

Poco después Obradovic asistía a la entrega del trofeo de campeón en un segundo plano. Desde allí, silencioso, observaba como Diamantidis levantaba la sexta Copa de Europa del Panathinaikos . Aunque ha vivido este momento en multitud de ocasiones, se le veía feliz. Sabe que levantar títulos es la mejor señal del trabajo bien hecho y eso, para un tipo tan exigente como él, supone el único final posible.

Con la de ayer, Obradovic cuenta ya con ocho Copas de Europa en su vitrina particular , más que ningún otro. Un récord que ha logrado en cuatro clubes diferentes —solo en Treviso se quedó sin levantar el título— y a lo largo de una carrera trufada de triunfos. Creador de estrellas, por sus manos han pasado los mejores jugadores europeos de las últimas décadas. De Sabonis a Diamantidis, el serbio ha sabido moldear a sus equipos, transmitiéndoles toda la pasión que él derrocha en la banda. Una fortaleza mental que fue crucial ayer, cuando a falta de un minuto, el Maccabi se puso a solo cuatro puntos. A cualquier otro equipo, le hubieran temblado las piernas y se hubiera venido abajo, pero a este Panathinaikos no. Un tiempo muerto, una jugada sacada de la nada y un partido resuelto . El enésimo para el maestro Obradovic, cuyas lecciones se echan de menos en el Real Madrid.