VUELTA A ESPAÑA

Hinault despega entre incidentes

La Vuelta de 1978, la última que ha pisado Euskadi, supuso el debut triunfal de un joven francés que iba a marcar una época

Hinault despega entre incidentes ABC

j. gómez peña

En la memoria de la Vuelta a España de 1978 casi todo lo tapan los incidentes en Durango y San Sebastián que obligaron a recortar el sector matinal de la última etapa y a suspender la contrarreloj final. Pero esa edición está inscrita ... en la historia de este deporte por mucho más: en aquellas 19 etapas, un debutante francés de 23 años y mirada traladradora dijo en alto que Eddy Merckx ya tenía sucesor. Él. Bernard Hinault. Era su primera gran vuelta y la ganó. «Una de una», dijo . La primera Vuelta de Hinault es la última que ha pisado las carreteras vascas. Mañana, ese eclipse concluirá con el regreso de la ronda a Bilbao 33 años después.

Pantalones de campana, ropa ceñida, bigotes y guateques. Y España metida en la Transición democrática. El 25 de abril, en Gijón, un ciclista bretón del equipo Renault se vistió de amarillo en el prólogo. Francia tenía ya cinco títulos: Jean Dotto (Vuelta de 1955), Jean Stablinski (1958), Jacques Anquetil (1963), Raymond Poulidor (1964) y Roger Pingeon (1969). Venía el sexto. Hinault. «Recuerdo que me pareció una carrera menos bloqueada que otras. Eso sí, cada vez que la carretera se empinaba los ciclistas españoles atacaban . Sobre todo, los más bajitos», cuenta el francés. Tipos rasos como Enrique Cima (1,55 metros) o Vicente Belda (1,52). Hinault aún no era Hinault. Había ganado la Lieja-Bastogne-Lieja, la Gante-Wevelgem, el Gran Premio de las Naciones y el Dauphiné. Pero nadie se atrevía a augurarle 216 victorias, entre ellas, cinco Tours. tres Giros y dos Vueltas, la de 1983 y la de de 1978, la de los incidentes, la última que organizó el diario EL CORREO .

Manifestación de mineros

La carrera pisaba un terreno convulso. Para la tercera etapa, entre Gijón y Cangas de Onís, ya hubo lío. Al paso por Mieres, una manifestación de mineros puso la carrera de tensión. Esa tarde, Hinault dejó el liderato en la espalda del belga Van den Haute. Que cargue otro con ese peso. El equipo de Van den Haute, el Marc-Superia, le hizo el trabajo durante nueve días. La nieve que caía sobre Ávila dejó en 46 kilómetros la etapa de Torrejón de Ardoz. Hinault reapareció en la decimoprimera jornada: Barcelona-La Tossa de Montbui, de 205 kilómetros y cinco puertos. Eusebio Vélez, director entonces del KAS, vio aquel día que el francés era el rival. Su viejo líder, Perurena, tenía ya 35 años. Así que tiró de Pesarrodona, catalán, serio, cumplidor, completo. Hinault venció aquella tarde y ya no se bajó de la cima del podio . ¿Le podría la presión al debutante? No. Sus gregarios le recuerdan dormido mientras le daban masaje antes de la contrarreloj de Montjuic. Tan pancho.

Con la ayuda del joven Bernaudeau, amarró la carrera. Concedió a las pulgas su cuota de éxito. Belda ganó en La Bien Aparecida. Y Cima, en El Vivero, el balcón de Bilbao. Así lo recuerda el asturiano: «Subimos desde El Gallo. Antes había más repechos. Sufrí mucho toda la subida. Pero es que sabía que el final en el Parque de Atracciones era en bajada. Me lo había dicho Gabino Ereñozaga. Aguanté. Iba con Hinault, Martínez Heredia y Van den Haute. Yo era el que mejor bajaba en mojado, así que me la jugué. Cogí la curva final por dentro. Había papeles en el suelo y al verlos pensé que iba a patinar. Pero ya no podía frenar. Seguí y les gané. Hinault se me acercó y me dijo: «¡Estás loco!» . El francés manejaba la carrera. Ya la tenía en el cajón cuando, aun así, dio un paso más. Maravillosamente innecesario. Un salto de campeón. El que venía.

Bilbao-Amurrio

Sucedió en la decimoctava etapa, 145 kilómetros entre Bilbao y Amurrio. Hinault, vestido de amarillo, atacó en Orduña. Locura. Sus rivales le habían irritado con demarrajes sin parar. Por eso decidió marcharse. Con un martillazo. Quedaban 100 kilómetros hasta la meta. Atrapó a Gandarias y Pizzi, que iban en fuga, los dejó y entró en Amurrio con dos minutos de ventaja. «Lo he hecho para distraerme», declaró. La Vuelta ya era suya. Faltaba el doble sector de la jornada final: 84 kilómetros entre Amurrio y San Sebastián por la mañana, y la contrarreloj vespertina de 31 kilómetros en la capital donostiarra. Allí estuvo Perurena: « Al paso por Durango nos encontramos con troncos de obras en la carretera . Tablones». También andaba por allí su íntimo González Linares: «Los ciclistas podíamos seguir, pero sin la asistencia de los coches. Y Luis Bergareche (director de la Vuelta) decidió meternos en autobuses hasta Zarautz por autopista». Desde ahí, la carrera pedaleó hasta Anoeta. Otro sprint para Perurena, antes de la contrarreloj de despedida.

«Los que se jugaban la "crono" no tuvieron problemas, pero sí otros como Gandarias», cuenta Peru. «Sí, a Aja y a Gandarias les arrojaron arena. Y en Hernani se cruzaron algunos coches», rescata Linares. Los jueces invalidaron los resultados de la contrarreloj (Hinault había ganado). Y EL CORREO decidió apartarse de la organización de una prueba en la que llevaba desde 1955. La Vuelta se alejó de Euskadi. «Ha sido una pena estar 33 años sin volver», dice Linares. «Es absurdo que haya tardado tanto en regresar. Era mi prueba de referencia cuando era chaval, la carrera que veíamos más cercana», apunta Perurena. La que se alejó durante más de tres décadas. La que en su último paso por Euskadi mostró al planeta ciclista el perfil de su nuevo dominador: Hinault. Dos victorias contrarreloj y tres etapas. El «caimán» y su equipo, el Renault de Cyrille Guimard, empezaron aquí y entre incidentes a rotular su era.

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