TOUR DE FRANCIA
Greipel se libera de Cavendish y Contador respira
El alemán logra su primera victoria en el Tour al superar en el último metro del sprint al británico
Greipel se libera de Cavendish y Contador respira
«¡Todos a cubierto!». La que está cayendo en este Tour. De repente, la salida de Aurillac se cubre con una nube condensada. Y sin aviso cae una piedra. Blanca. A 29 grados de calor. Más piedras. Graniza. A lo bestia. Bolas como avellanas. La ... que está cayendo en este Tour de ciclistas heridos. Bajo el toldo del autobús del Vacansoleil, Hoogerland habla triste: «No perdono al conductor que me atropelló (en la etapa del domingo)». Un mecánico, justo detrás, muestra medio metro del alambre de espino que apresó al ciclista holandés. Tiene las piernas y el culo cortados a rebanadas. «Toda la vida llevaré las marcas de estas heridas» . No se le ve casi la piel, a cubierto bajo vendas. «Estoy mejor sobre la bici que cuando subo escaleras». Y eso hizo. Se montó, con 33 puntos de sutura sosteniendo el puzzle, y se fue a la salida. Cada giro de pedal le azotaba las heridas. «Esto no se puede perdonar» . Acabó la etapa, a casi seis minutos del vencedor al sprint, de Greipel. «Ya jamás sabré hasta dónde pude haber llegado en este Tour». Más que los cortes le dolía la impotencia. La rabia. [Así hemos contado la etapa]
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La décima etapa, corta, rugosa y de bochorno, había que mirarla al revés. Desde atrás. «Hogeerland y yo hemos ido hablando a cola del grupo de todo lo que nos había pasado», relata Flecha . Otro ciclista vendado. La otra víctima del mismo chófer de France Televisions (el conductor fue trasalado a una comisaría y se le hizo la prueba de alcoholemia). «Es que ni siquiera paró después de atropellarnos», denuncia Flecha. «Nos podía haber hecho mucho más daño». Se sienten supervivientes. Vivos, aunque cojos. «Al inicio de la etapa me dolían los puntos, me tiraban », cuenta el catalán. Sentía la rodilla y el codo rajados, abiertos, sangrantes. Una tortura gota a gota. «Pero el médico me ha tranquilizado al decirme que los puntos no se caen». Sostenido en el Tour por hilos después de que un coche casi le saca de cuajo . Ese atropello cambió las cosas de sitio en el Tour de Hogeerland y Flecha, que cedió ayer cinco minutos. ¿Cuánto duele? «Es soportable», dice el catalán. «Mi meta ahora es llegar a París». Con la que está cayendo.
Nueva caída
Hasta Contador tuvo que guarecerse de la granizada. Las agujas de la acupuntura habían pinchado la inflamación de su rodilla derecha. La mala. «Hoy -por ayer- es clave para ver cómo gira, para saber si me sigue molestando el juego». Necesita tiempo y espacio: 158 kilómetros después, en la meta de Carmaux, la rodilla parecía engrasada. ¿Qué tal Alberto? «Así, así. Pero va mejorando. A medida que ha ido pasando la etapa sentía menos dolor. Con suerte, puedo llegar listo a las grandes montañas». Todos andan echando cuentas para los Pirineos que llegan mañana. Contador recurre al pasado para coger unas migas de ánimo : «En Plateau de Beille (final el sábado) me destapé». En 2007, su primer Tour. Hacia allí va en busca del cuarto. «Los Pirineos son más duros que los Alpes», compara ya a salvo de tormentas, sol y caídas en la meta. Carmaux es un pueblo minero. De carbón. De voces sindicales. De gente harta de tragar polvo negro para que otros lo conviertan en oro.
Mineros fueron los de la fuga. Di Gregorio, Minard, Vichot, El Farés, Marcato y Delaplace. Se largaron a tiempo de esquivar otra caída de este Tour, la del kilómetro 11. La que está cayendo. Cancellara, Leipheimer, Egoi Martínez y, otra vez, Gesink , acabaron por los aires. Se le van a acabar las vendas a este Tour. Heridas leves. Los seis mineros llegaron hasta la cota de Mirandol. En esa pequeña cuesta el túnel se les vino encima. Sepultados a 16 kilómetros de la meta, de la luz. Ahí, Voeckler, el líder que hace más feliz a Francia, el que no tiene un minuto para preocuparse por el estado de Hoogerland o Flecha, cogió unos metros junto a Gilbert, Gallopin, Tony Martin y Devenyns. También lo intentaron Gorka Izagirre y Alan Pérez. «Pero en el último repecho he hecho agua», contó el navarro del Euskaltel. Le cogieron cuando quedaba sólo bajar hacia la mina de Carmaux. Entre curvas y vallas. La jungla.
Greipel calla a Cavendish
André Greipel es ciclista, pero bien pudo ser minero. Ancho, tremenda espalda, brazos como postes. Le llaman ‘gorila’. Pero ha crecido enjaulado. Nació en Rostock, al otro lado del Muro de Berlín. Su padre, motero, quiso que fuera piloto . El chaval le salió ciclista. «Vi una película de Kevin Costner (American Flyers) sobre dos hermanos ciclistas y supe lo que quería ser», asegura. El filme es un canto a la libertad. Hizo soñar al gorila encadenado. Su primer entrenador no le seleccionó para las carreras de asfalto. Le apartó y le recluyó en el velódromo. Más grilletes. Al fin pudo correr de verdad en el ‘Jan Ullrich Nachwunchteam’, el equipo amateur financiado por el ganador del Tour 1997. Pero nunca le seleccionaron para el campeonato de Alemania. Más barrotes.
Tarde ingresó en la élite, en el T Mobile (2006). De minero, claro. De lanzador para triunfos de otros. En 2008, cuando le dieron el mando, apareció en su equipo Cavendish , el obús. De nuevo al banquillo. A carreras folclóricas mientras el británico se hinchaba en el Tour y le insultaba: « Si yo quisiera ganar carreras de mierda, correría carreras de mierda como hace Greipel» . Ayer, en Carmaux, pueblo de lucha obrera, se liberó. Cavendish se quedó sin guardaespaldas. Fue cara a cara. Y el ‘gorila’ rompió sus cadenas.
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