deporte extremo
Ricardo Abad: «Mi hobbie favorito es la siesta»
El atleta extremo navarro completó 52 ironman en 52 semanas y ya prepara su siguiente objetivo: cincuenta, en días consecutivos
Ricardo Abad: «Mi hobbie favorito es la siesta»
Como muchos españoles, después de sus ocho horas de trabajo, Ricardo Abad (Tafalla) decide oxigenarse haciendo deporte. Como muchos españoles elige ponerse el bañador, las gafas de buceo y salta al agua de la piscina de su ciudad. Como ningún otro español, después de ... sus ocho horas de trabajo, completará 3.800 metros por la calle 3, recorrerá después 180 kilómetros en bicicleta y terminará su jornada deportiva con un maratón. Apuntará los tiempos en su diario personal «52 ironman en 52 semanas», de Libros Cúpula. Dentro de siete días volverá a hacer la misma rutina, así hasta completar los 52 ironman en las 52 semanas del año. Después de sus ocho horas de trabajo.
«A veces antes, según el turno que me tocara en la fábrica», comenta Abad, de 43 años, como si nada. Acepta que también a él le pareció una locura disputar su primer triatlón casi sin preparación y sin haber nadado más de mil metros en toda su vida. «Al finalizar no podía coger ni la cuchara en la cena, pero me animó a hacer otro». Pero el segundo ya no sería uno cualquiera, sino la versión ironman de esta completa y exigente modalidad deportiva. «Al ver que mi cuerpo se adaptó enseguida a esta segunda exigencia se me ocurrió que a lo mejor era capaz de hacer 52 en 52 semanas». En su genética, dice, recae gran parte del éxito de sus aventuras que han ido aumentando en esfuerzo y en intensidad. Como esa locura de correr entre Tarifa y San Sebastián, o aquella otra de cruzar Estados Unidos, o la de la Ruta de la Plata, o aquellos 607 maratones consecutivos. Su cuerpo, privilegiado para este tipo de esfuerzos titánicos, se adapta perfectamente a las dificultades, a los retos, a las exigencias extremas, al más allá de lo imaginable o de lo posible. «Soy consciente de que no soy normal. Me recupero de forma milagrosa y no he tenido lesiones de importancia en los siete u ocho últimos años».
Aunque por encima incluso de su cuerpo, Abad posee una mente privilegiada que le hace encontrar una pasión en correr un maratón con cuarenta de fiebre o entrar en la fábrica después de doce horas de un intenso ironman. «Me mueve una sobremotivación por la hazaña que estoy haciendo, o por las que ya he hecho, o por las que pienso que todavía puedo hacer. Y la mente, entonces, arrastra al cuerpo. Si eres capaz de decirle a tu mente que puedes, puedes. Por desgracia, no hay un manual para ejercitar este músculo. La fuerza de voluntad y la experiencia es lo único que me han servido a mí. Y pasar 180 kilómetros encima de una bicicleta, solo, durante más de seis horas». En la soledad moldeó su mente para obligarla a una brazada más, a una pedalada más, a un paso más. «No creo en los límites. Son circunstancias. Puede que hoy no llegues a un objetivo, y piensas que ese es tu máximo. Pero a lo mejor dentro de una semana lo superas y el límite desaparece».
Frustración
No fueron las lesiones ni el cansancio ni la lluvia o el calor lo que evitó que Abad llegara a su meta de los 1.000 maratones diarios en 2012. Fue el dinero. Incapaz de afrontar los gastos de los desplazamientos y la logística de correr más de 42 kilómetros cada día, el atleta navarro decidió poner punto final a su aventura. «Me sentí fatal, muy triste. Terminé con un vacío muy profundo con el que temí caer en una especie de depresión deportiva», recuerda de uno de los pocos momentos en los que pensó en dejarlo todo. «Tengo mi trabajo y esto es mi pasión. No lo hago para hacerme famoso, sino para ayudar a otras personas que no tienen la suerte que tengo yo. Pero creo que ya he demostrado suficiente que soy capaz de hacer cosas que no mucha gente puede y no estaría mal que se apoyara un poco más a los deportistas».
Solo un nuevo reto, más loco aún que el anterior, lo sacó de su frustración. Olvidados los 393 maratones que se dejó en el camino, los 52 ironman fueron su vía de escape. Uno cada semana, dos seguidos «por hacer algo diferente en Halloween», con maratones solidarios y marchas cicloturistas de alto nivel entre medias o fiebres y dolores de estómago para decorar la hazaña. «El cuerpo no te reacciona y la mente te empieza a jugar malas pasadas. Lo único que quiero es estar seco, sin frío y, si es posible, bajo un techo», escribe de su ironman 48. Y, sin embargo, al terminar «ya faltan menos de cinco» para cumplir los 52.
Siesta, vino y buena comida
Familia, deporte y trabajo ocupan buena parte de sus horas, pero Abad se recupera, como buen navarro, disfrutando de la buena gastronomía, un vasito de vino en las comidas y... quizá el secreto de su éxito: «No me importa levantarme a las cuatro de la mañana para entrenar o para ir a trabajar, pero la siesta es mi hobbie favorito».
Sin embargo, su mente, inquieta, no descansa nunca. Echa en falta la paz cuando le faltan 20 kilómetros para terminar un maratón y la acción cuando descansa. Su mujer y su hija comparten y entienden su pasión, «las que más se sacrifican en estos proyectos». Durante los 52 ironman aprendió cómo reaccionaba su cuerpo ante el esfuerzo máximo y con esa información prepara su «imposible» de 2014: 50 ironman en 50 días, uno en cada provincia española. La fecha prevista es septiembre para la parte norte y octubre para el sur, y espera contar con el respaldo económico necesario para ello. Él pone las piernas, la voluntad y la determinación:«Me da mucho miedo, como todos los que me propongo, pero creo que merece la pena y no quiero perderme el intentarlo». Él mismo lo dice, no es normal.
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