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las ventas

Aarón Palacio, al rescate del martes y trece de San Isidro

El novillero aragonés corta una cariñosa oreja al mejor Burlón de un blando conjunto de Alcurrucén, con dos sobreros que pudieron ser más

Perera y la alegría de Amargado

Aarón Palacio, en un ajustado natural a Burlón, el mejor novillo Plaza 1
Rosario Pérez

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Si por el canto se conoce al pájaro y por el whatsapp al de la Moncloa, al torero se le conoce por los andares y por esa ambición que nace de la uña y la carne. Sólo en el quinto apareció, con un Aarón Palacio ... que cortó una cariñosa oreja por su entrega y su prometedor concepto, sin olvidar a sus paisanos, que empujaban desde el tendido con gritos de «¡torero, torero!». Si a las nueve y cuarto alguien paseaba por los aledaños de Las Ventas, se le haría la boca agua al escuchar aquellos «bieeenn» con acento maño. Fue el oasis de una tarde de desastre ganadero –la novillada de Alcurrucén anduvo tan mermada de poder y casta que opacó su noblota condición– y de debutantes que pisaban la catedral sin esa chispa de los novilleros hambrientos, como si tuviesen ya una finca y tres mercedes. Porque el conjunto era de pañuelo verde –dos se devolvieron y pudieron ser más–, pero los de luces tampoco mordían, pese a sus cositas, a sus quites, a sus detalles...

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