Tauromaquia
El toro de Osborne: de la bodega a la dehesa, pasando por la carretera
La Taurina de ABC
La ganadería sevillana recupera para la próxima temporada tres cuatreños con su característico y emblemático pelaje ensabanado
Federico Arnás: «No me siento crítico taurino, sino periodista; por vocación y titulación»

El pasto seco que hasta hace unas semanas predominaba en los pagos de El Castillo de las Guardas ha claudicado ante el poder cromático de la creciente hierba, los jaramagos y las margaritas que ahora conforman el entorno natural de la dehesa ... Puerto Acebuche en la que pastan los toros de la histórica ganadería de Osborne. Una familia que lo tiene muy presente en la bodega, en la dehesa y en la carretera. Cronológicamente en ese orden. Más que una marca empresarial, un segundo emblema patriótico. Lo que empezó siendo un anuncio publicitario del Brandy Veterano, de madera y de cuatro metros de altura, terminó siendo eje vertebrador de taurinos y españoles. La caprichosa legislación lo terminaría alejando, y en consecuencia agrandando, como magnífica metáfora del toro de lidia actual. Que no lo indultó ningún torero, sino el Tribunal Supremo, dictaminando que «la silueta del Toro de Osborne ha superado su inicial sentido publicitario y se ha integrado en el paisaje como un elemento de ambientación ajeno al mensaje propagandístico de una marca».
Ese toro sigue pastando libremente por las carreteras españolas, literalmente en esta serranía sevillana. Ahí queda la última rama de los tres hierros que poseyó el histórico José Luis Osborne Vázquez, quien fundó en 1952 la ganadería a partir de la compra de uno de los lotes en que se diseminó la vacada de Juan Pedro Domecq Núñez de Villavicencio, que ya traía fusionado lo de Veragua con lo de Tamarón y Conde de la Corte. De aquella alquimia entre lo vazqueño y lo parladeño, sumada al toque personal del criador, resultaría esta nueva rama, más enclasada y quizás menos enrazada que otras, perpetuada ya como un encaste propio: el encaste Osborne.
Atrevido, el famoso 'ensabanado' de Antoñete, puso a la ganadería en el candelero. Aquel matrimonio entre el toro blanco y el torero del mechón blanco no sólo revolucionó Las Ventas, sino que los popularizó gracias a la retransmisión de Televisión Española, que aún se ponía de frente ante la fiesta nacional. El efervescente interés por la ganadería de públicos y toreros fue incrementando el volumen de la vacada, primero de reproductoras y después de corridas por temporadas. Que a principios de los años ochenta alcanzó su cenit, colmado el ganadero tras pigmentar tan característicamente a buena parte de la vacada. Trapecista, Vivillo, Locare, Chulón, Serpentino y Diabólico fueron los seis toros ensabanados lidiados en una misma corrida en la Plaza Real de El Puerto de Santa María. Una corrida que impactó por sus acromáticas reses y por el nuevo toque de atención de un Paco Ojeda (cortó el rabo) que venía impulsado por su trascendental faena al toro de Cortijoliva y que dos meses después abriría la Puerta del Príncipe de la Maestranza.
Ese característico pelaje, aunque más diluido en su proporción, no ha desaparecido de esta histórica casa. Tres ensabanados hay 'en preparación' para la próxima temporada. Conforman la amplia variedad cromática de la próxima camada en la que sólo faltan los pelos jaboneros. Un pelo que trató de eliminar el primitivo José Luis Osborne «porque pinta la ganadería», señala Emilio González de San Román Osborne, hijo de Rosario y actual representante de la ganadería.
La visita de ABC reemplaza en Puerto Acebuche a varios grupos de franceses, belgas y holandeses, «maravillados» tras su paso por la finca. El toro salió hace siete décadas de la bodega, y ahora es «un trocito» de la bodega el que viene a la dehesa. Una experiencia taurina maridada con los vinos más señeros de la familia. Visita a la ganadería, tentadero en su placita y cata de vinos… no parece mala fórmula para levantar el proyecto. Es el propio ganadero el que acompaña a los visitantes durante la jornada, que entre explicaciones nunca deja atrás los nombres de Atrevido, Regatillo o Campesino, aquel vibrante cinqueño lidiado en Pamplona por Luis Francisco Esplá con el que sueñan con volver a criar.
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