Toros en el puerto de santa maría
Roca Rey paga con sangre y heroísmo la sucesión de El Juli en el trono del toreo
El bragado peruano lleva al límite su motor hasta recibir una grave cornada en la primera corrida del madrileño tras anunciar su inminente retirada de los ruedos
El tapado de la corrida, Daniel Crespo, se destapa como un torero a tener en cuenta y corta tres orejas: lo bordó al natural ante el tercero y obró el milagro ante el quinto
Estas son las próximas corridas de toros que Roca Rey podría perder tras su grave cornada de El Puerto de Santa María
Grave cornada a Roca Rey en El Puerto de Santa María
Además de la cornada, el torero cayó peligrosamente sobre el ruedo de la Plaza Real
Día I después de la abdicación de Julián López 'El Juli'. Que aunque no será efectiva hasta el 1 octubre ya escenificó este sábado su primer ensayo con la postulación de Andrés Roca Rey como sucesor, quien pagó con sangre y fuertes dosis ... de heroísmo su propósito de mandar tanto o más que el madrileño. Ya conoce el peso de la púrpura, de la corona y también de la cornada, que llegó en plena entrega y en mitad de una despedida que no hace sino empeorar el horizonte más inmediato de la fiesta –con el resto de figuras en evidente declive–, recayendo aún más la responsabilidad sobre el peruano, que había visto desde el callejón cómo la Plaza Real se ponía en pie para ovacionar a su gran maestro.
Ficha
- Plaza Real de El Puerto de Santa María. Sábado, 5 de agosto de 2023. Segundo festejo de la temporada veraniega. Dos tercios de plaza. Se lidiaron toros de Núñez del Cuvillo. 1º, manso; 2º, violento y con transmisión; 3º, de clase suprema, al límite de poder; 4º, bruto, con movilidad; 5º, bravo y profundo; 6º, sin entrega.
- Julián López 'El Juli', de gris perla y oro. Casi entera y trasera (oreja); estocada que hace guardia (oreja).
- Roca Rey, de sangre de toro y oro. Estocada (oreja); estocada (oreja).
- Daniel Crespo, de sangre de toro y oro. Estocada casi entera (oreja); estocada (dos orejas).
Ovación que duró hasta la salida de Hurraco, que rimaba con burraco. Bizco y descarado, muy atacado de peso. Aparentando un quinquenio que aún no había llegado, distinguiéndose en todo momento por su querencia hacia las tablas, por su falta de estilo. Rebañaba en la embestida, huía en la salida. No era un toro para brindar, pero sí era el animal con el que se inauguraba de manera formal esta despedida. Por eso llamó a Fermín (Bohórquez), constante partidario, para reconocerle su entrega. La faena siguió el guión esperado: con Hurraco manseando, con Juli en la paralela, tratando de recogerlo, de frenarlo. Inútilmente, hasta que enfureció el gesto y aporreó la culata. «¡Quieto, hombre!», le decía. Ambicionando ese primer triunfo de esta etapa postrera, que llegó tras la letal estocada. Tocando abajo, esperando la caída del cuello, saltando hasta su cruz. Una cariñosa oreja con la que los portuenses reconocían su admiración por el madrileño.
Bruto en la embestida fue el cuarto, grandullón y cornicorto. Largas fueron las series del madrileño, que trataba de rematar por bajo mientras los pitones acuchillaban por los aires. Se arreaba el gran maestro, tras el heróico esfuerzo del sucesor, hasta terminar entrando en el terreno del de Cuvillo, con media muleta retrasada, con toques secos. Como en la estocada, que hizo una leve guardia, que precedió a una doble petición de oreja que él mismo frenó.
Astifino se llamaba el verdugo de Roca, como señal premonitoria de lo que pudo ocurrir. Basto el jabonero, con las pezuñas de un bretón, de pobre cara. Que salió con brío, como Roca, más arreado que en las Colombinas, como se espera de una figura de su talla. Amarrando cada lance a la verónica, volcándose sobre su pecho, continuando por chicuelinas. Animoso el torero y entregado el público, que se impresionó cuando casi lo cachea en un intento de tafallera. Violento en sus embestidas, aunque transmisor entre bramidos y empujes comenzó en la muleta. Colocando el pitón contrario, como cuando le rebañó la hombrera al peruano, sepultado en el albero, que giraba con clase para ligar. Tomasista en su intento al natural, de perfil y a pies juntos. Arrepentido entre arreones recuperaba la diestra; más confiado, aunque no más protegido. Que en cuanto pudo le atravesó el gemelo, por los aires el peruano, por la tierra su sangre. Heroicas fueron sus manoletinas, casi sin poder andar; como la estocada, gallardo en su empuje hasta enterrar el gavilán. Cayó fulminado el de Cuvillo, por lo que costó creer que el presidente sólo le otorgara una oreja a su cuadrilla. Faena de figurón, premio de chiste.
Y tras ser operado de una cornada de 18 centímetros volvió a salir Roca, corriendo turno hasta el sexto lugar y enfundado en el terno de semidiós. Héroe de una plaza que enmudeció ante su esfuerzo titánico, ante su hombría dolida. Trajinando a un incierto animal hasta (casi) cuajarlo al natural. A sus pies, maestro.
Se llama Daniel Crespo
Con el cuerpo cortado y el corazón en un puño saltó Naranjero, extraordinario en sus hechuras, condicionado por el instante. Recuperado el fervor por unos paisanos que arroparon al torero de la tierra, Daniel Crespo, que se destapó como gran capotero, cadencioso a la verónica, bragado en su estilo. Al que le berrearon «oles» cuando bordó naturales aislados frente a la rítmica y gustosa embestida del colorado, tan bajo como descolgado de su cuello, colocando sus preciosos pitones acapachados y engatillados con sublimidad. Dándole mucho tiempo, hasta que se armara de oxígeno el de Cuvillo para regalar otra embestida soñada, con Crespo aguantando el tipo, con las telas caídas, sin tocar, sólamente tirando del codo. Extraordinario el torero, verdaderamente extraordinario.
Que no sólo sabe torear despacio, sino que demostró un excepcional fondo de valor para construir una mágica faena ante Tristón, un explosivo volcán de bravura y profundidad. Con la máxima seriedad que daban sus dos colocadas puntas y su cuerpo de hombretón. Vertical el gaditano, corría ambas manos mientras se lo pasaba por las espinillas. Hervía la plaza, como el torero, derramando lágrimas tras la soberbia estocada. Se ganó la sustitución de Morante de la Puebla, y algo más.
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