Los 20 australianos de los Sanfermines

Años atrás llegaron a desembarcar en la capital navarra hasta 800 de sus compatriotas. La mayoría se alojaba en el camping Ezcaba, en la vecina localidad de Oricáin, o en el más lejano de Los Molinos, en Mendigorría, aunque también los había que preferían pagar más por una habitación en el Hotel Villava, a cuatro kilómetros del Casco Viejo pamplonés. Sin embargo, «este año no vienen», señalan desde estos establecimientos. De la docena de agencias que reservaban sitio donde dormir para los Sanfermines, sólo se mantiene una, Fanatics, que en este año que pretende ser postpandémico aunque no logra deshacerse del virus de marras, apenas ha logrado reunir en Pamplona a una veintena de chicos y chicas de entre 20 y 30 años.

«La pandemia ha afectado mucho. Nosotros hemos tenido suerte. Somos la única empresa que nos mantenemos con vida porque ha habido otras que han cerrado, pero volverán a venir muchos de nuevo», asegura Ryan, cuando se disipe el miedo al Covid. Está convencido de que «el año que viene vendrá el triple de australianos que ahora», porque a los australianos «nos gusta la adrenalina, la emoción, sentirnos vivos» y además los españoles «son muy acogedores».

Guiados por Ryan y por Jack McDonald, que ha disfrutado ya de otros cuatro Sanfermines y ha participado en 11 encierros, el grupo conoció el 5 de julio los lugares emblemáticos de las fiestas, para meterse al día siguiente entre el gentío del Chupinazo. «El 80%» de ellos corrió el 7 de julio junto a los toros de Núñez del Cuvillo. Ese día Ryan les condujo hasta el recorrido del encierro, bajó con ellos la cuesta de Santo Domingo y después cada uno se colocó donde quiso, aunque no muy lejos de su guía. Éste les dio algunas indicaciones y les instó, sobre todo, a que tuvieran cuidado y no hicieran ninguna tontería. «Todos bien hoy», notificaba a las 8,30 con un emoticono sonriente desde la cafetería de la Plaza del Castillo donde desayunaban «un coñac con leche» e intercambiaban impresiones.

Sean, un joven norteamericano que se unió a ellos, era el único que había leído 'Fiesta', el libro que atrae a tantos extranjeros a Pamplona. «En Australia no se conocen los Sanfermines por Hemingway, como en Estados Unidos, sino por el boca a boca de quienes los han vivido», sostienen Ryan y Jack. Y los veinte que han disfrutado de cuatro intensos días de fiesta se han ido dispuestos a continuar la bola, contando a sus amigos lo bien que lo han pasado. Sin necesidad, además, de encaramarse a la fuente de Navarrería, una nefasta costumbre entre 'guiris' que se cobró no pocos heridos. Desde lo alto de la fuente se tiraban en plancha a la multitud para que ésta les cogiera en sus brazos. «Lo empezaron a hacer australianos, pero nosotros no. Nada de eso, ¿eh? El que lo haga se va a llevar una paliza por idiota», dijo en voz alta Ryan, volviéndose hacia los otros turistas que le escuchaban en el albergue.

El entusiasmo de Ryan o de Jack contrasta con la opinión de Ana Beriain, propietaria del cámping de Los Molinos y presidenta de la Asociación de Hostelería y Turismo de Navarra. Apenas cuenta con algunas familias de australianos alojadas en su establecimiento y piensa además que nada volverá a ser como antes. El declive de australianos en los Sanfermines «ha ido a menos desde hace 15 años por el tema animalista» y cree que es imparable.

Las agencias que organizaban estancias en Pamplona por San Fermín «sufrían un acoso brutal» en Australia. Beriain relata que los animalistas les acusaban de vender viajes a lugares donde se maltrataba a los animales y se manifestaban ante sus oficinas. Incluso llegaron a pintar sus escaparates con insultos. «Las agencias tuvieron que dejar de traer gente porque no solo vendían viajes para los Sanfermines», comenta.

Aunque aún es fácil cruzarse con estadounidenses o franceses por la calle, el número de turistas internacionales que se hospedan estos días en Pamplona también ha ido en descenso. Han caído sobre todo los procedentes de México y los asiáticos, cuya presencia llegó a ser notable años atrás, además de los australianos. La mayor parte de los llegados estos días a la capital navarra procedían de otros puntos de España, como Madrid, Barcelona o el País Vasco.

Para la presidenta de la Asociación de Hostelería, «habría que empezar a pensar en separar el encierro de las corridas de toros, porque se mete en el mismo saco de maltrato animal y, como producto turístico, es muy difícil de vender internacionalmente». ¿Y cómo se explica entonces para qué corren los toros por las calles de Pamplona?, se preguntaba el antiguo comentarista de TVE, Javier Solano. El debate, que de cuando en cuando surge, no despierta interés entre los australianos que han vivido estos Sanfermines. «Cada uno va donde quiere», se limita a decir Ryan. La preinscripción para los Sanfermines de 2023 en la agencia de viajes donde trabaja ya está abierta.