El cuartel general del toreo

Iván Fandiño apadrina en Guadalajara el único Centro de Alto Rendimiento para ser torero

El cuartel general del toreo IGNACIO GIL

rosario pérez

No tenía botas y se entrenaba descalzo. Hasta que los pies anunciaban una sangre cercana de tanta astilla clavada. No tenía guantes, y peleaba al natural. La historia de Juan de Castilla es la historia de una guerra sin más armas que su propia ambición, ... del niño que se hizo hombre con apenas una hogaza de pan diaria. Podría ser el filme de un boxeador, de ese Carlos Monzón que, con tal de boxear, lo haría de cualquier manera y con lo que le pusieran enfrente. Pero la película de Juan es la de un torero, la del chaval que abandonó su Colombia natal y arribó desnudo en España. Silencio. Se rueda…

Ni el sol impide que el frío hiele los huesos. La Alcarria es un paraíso invernal en el que cada mañana, a las seis en punto, suena el reloj del entrenamiento. No hay tiempo para recrearse entre las sábanas. Ropa deportiva y ¡a correr! Con más prisa que pausa. Aquí cada minuto cuenta. La despaciosidad se queda solo para el toreo de salón.

El Centro Internacional de Tauromaquia y Alto Rendimiento de Guadalajara (Citar) es el cuartel general de ocho chavales con la aspiración única de ser toreros. Todos apadrinados a partir de ahora por Iván Fandiño , que dará nombre y renombre a esta academia. «Quería tener algo fijo en lo que volcarme. Me siento muy identificado con los chicos, me priva esa cara de ilusión e inocencia cada vez que entreno con ellos», dice el matador vasco. Ídolo del joven club, no hace distinción: «Lo mismo toreo que me hago un toro con ellos. Es fantástico».

Pequeño gran ejército

Su apoderado, Néstor García, se ha puesto al frente de este pequeño gran ejército. Sus enseñanzas no parecen al uso. No hay medias tintas. «Esto no es de brutos, es de inteligentes. Pero los pies no se mueven aunque se os venga la vaca». Cuando corrige la técnica y las formas, sus soldados se crecen. Aquella escena recuerda a la de Cus D’Amato entrenando a Tyson: primero transforma la chispa en llama, ésta se torna en fuego, y el fuego en un incendio incontrolable. Hasta hacerles sentir que, a lo Muhammad Ali, si quieren ser alguien deberán aumentar su seguro de vida. Tal es el acicate que, del duermevela del tentadero anterior, Juan de Castilla pasa a una explosión de coraje, al igual que sus compañeros: los mexicanos Leo, Ricardo y Manuel, y los españoles José, Alejandro, Juan y Rafael.

«Cada día recordamos que podemos estar toda la vida arrepintiéndonos de los veinte minutos que no hayamos exprimido en la faena». Esta máxima aparece inmortalizada en el corazón de los ocho. Sus directores, el matador de toros Luis Miguel Encabo y el catedrático de Pedagogía Pedro Alonso, se la recuerdan a diario en este cuartel taurómaco ubicado en Fuentelencina, pueblo natal de Lupe Sino, el amor de Manolete .

Balas imprescindibles

En este refugio alejado de ruidos, donde sólo hay tiempo para el entrenamiento y el pensamiento, balas imprescindibles para disparar la creatividad y el arte, el tictac no deja tiempos para romances. La vida transcurre en el complejo, totalmente acondicionado, con casa para los menores de 18, custodiados por un tutor, y cabañas para los mayores. Disponen de piscina y de una sala con algunos juegos recreativos. Pero el día a día pasa en esencia en el aula-salón donde se imparten clases teóricas, siempre unidas a la práctica del toreo, al aprendizaje de la expresión corporal y el abandono del cuerpo. Cada jornada recorren cinco kilómetros hasta la finca «Cantinuevo», su otro refugio. En su plaza cubierta dan luz a las suertes y ayudan con algunas tareas camperas.

.¿Lo más duro? Todos coinciden: «Estar lejos de la familia, pero nuestra familia somos ahora nosotros y los profesores. Es un privilegio estar aquí, en el único centro de alto rendimiento donde estás concentrado 24 horas, los siete días de la semana». La disciplina es férrea; el respeto al toro y a los maestros, absoluto. Y al hombre, a la persona, «que es lo primero». Sorprenden los valores de estos jóvenes, con edades comprendidas entre 16 y 21 años. Impresionan su dominio del lenguaje, sus conocimientos de la historia, su espíritu de sacrificio, su lucha constante. «Si se nos va un pie, el castigo es no torear, la peor represalia», espetan al unísono los barbilampiños.

Son camaradas, pero la competitividad se impregna en el ambiente. Bienvenida sea. Ellos son el futuro, los herederos de un mañana que llega de la mano del «capitán» Fandiño y con su pureza como escudo de la villa militar más torera.

El cuartel general del toreo

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