Un magnífico Perera indulta a «Pescadero» en una tarde de bandera
Sale a hombros con El Juli con una importante corrida de Daniel Ruiz

Tarde de bandera en Albacete, de las que siembran afición, con una interesantísima y seria corrida de Daniel Ruiz , con casta brava en sus distintos matices y mucho que torear. Entre el esplendor, la categoría de "Pescadero", al que un magnífico Perera perdonó la vida. Fiesta por todo lo alto de toros y toreros. Festín no solo en el ruedo, sino en los repletos tendidos. Después del desierto en otras ferias de cuyo nombre no quiero acordarme, el ambientazo en La Chata se antojó un milagro. Pero aquello no era obra divina, sino la recompensa al trabajo bien hecho, a la promoción adecuada y al ajuste de precios acorde a la realidad de las carteras. Chapó por los Lozano y su equipo.
Las diez mil almas que colmaban la plaza se marcharon toreando después del faenón que Miguel Ángel Perera cuajó al sexto, bravo, con clase, ritmo y fijeza. Se nos salían las cuencas de los ojos mientras el extremeño ahondaba en la arena, con ese toreo bueno que como los materiales preciosos se esconde en las profundidades. ¡Qué manera de torear! Su izquierda superior deslumbró en naturales de antología: el embroque, los vuelos, el trazo... Tres en uno de temple y autenticidad, de poso y aplomo, de mando y reunión entre una despaciosidad absoluta, con un pitón zurdo para enmarcar en la ganadería. Aunque aquel lado era el lujoso, a estribor cada vez embistió mejor en las técnicas manos pereristas, que se enroscaron en ochos majestuosos, nudos marineros del capitán de navío. Las gradas eran ya un manicomio apasionado con este colofón de cine a una corrida cuasi perfecta. Admiraban al hombre y al animal, que habían sido uno solo de tanto ceñirse desde momentos como las gaoneras o la espaldina. Cuando sonó la voz del indulto hasta Dámaso ondeaba el moquero desde su barrera. Y Perera que lanzó otra vez la caña para continuar deletreando su melodía mientras "Pescadero" buceaba en la bravura. Asomaron el pañuelo naranja de la vida y el doble blanco, aunque la obra era de indiscutible rabo, en una vuelta al ruedo compartida con el mayoral.
Esas dos orejas simbólicas, que ni quiso pasear del mosqueo, se unían a la que había cortado al tercero, en el que se estrenó con la vibración de dos péndulos. Fiel a su concepto, presentó la muleta como escoba barredora, aunque el rebrincado viaje del potable toro abortaba la limpieza. Iluminó su izquierda en tres naturales de nota y alarmó corazones en manoletinas de vértigo incluso a su cuadrilla, que lo bordó.
Entre la multitud, el pacense se fue a hombros con El Juli, importante con un toro bautizado como ídem y de exigente comportamiento. Ambicioso de principio a fin, se ganó al personal desde el quite por chicuelinas y personales tijerinas. Combinó un prólogo por alto con la torería de los doblones, lo propio para un enemigo lleno de misiles que su firme matador no le dejó disparar. Había que llevar muy tapado al daniel, que se vencía por el derecho. De rebrincado nervio también a babor, se centró luego en la mano de escribir y aguantó parones, poderoso siempre. Pero su espíritu explorador le hizo exprimir otra serie al natural de enorme mérito por el peligro del astifino "Importante". Bien de verdad Julián, que remató de un estoconazo y sudó la oreja con un rival de enfermería. El bastote quinto se movió en la muleta con boyantía . Mientras planeaba el viaje, el madrileño no es que bajara la mano: directamente la tendió y la deslizó. ¡Cómo humillaba "Morisqueto" en los zurdazos julistas! Disfrutó el torero y disfrutamos todos.
Abrió la mixta Hermoso de Mendoza, muy por encima de un mal dúo de Sampedro. El sheriff del rejoeno desplegó su magisterio y encantó a lomos de "Disparate". Bendita locura la vivida en Albacete, con una tarde de las que pescan afición.
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