'Medea', la necesidad de un repertorio en la danza española
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'Medea'
- Programa 'Macadanza' (J. Palacios / C. Saint-Saëns), 'Sinfonía española' (J. Granero / E. Lalo), 'Bolero' (A. Márquez / Currillo / M. Ravel), 'Medea' (J. Granero / M. Narros / M. Sanlúcar)
- Vestuario Tania Bakunova
- Iluminación José Osuna
- Intérpretes Helena Martín, Antonio Márquez, Luis Ortega, Paula García, Lupe Gómez.
- Lugar edp Teatro Gran Vía, Madrid
Cerca de cumplirse los cuarenta años de su creación, 'Medea' se sigue revelando como una de las obras esenciales de la danza española. La pieza que alumbraron José Granero (coreografía), Manolo Sanlúcar (música) y Miguel Narros (guion y vestuario), con la asistencia de la 'comadrona' ... María de Ávila, entonces directora del Ballet Nacional Español (su nombre en aquella época), es un auténtico monumento dancístico.
La vuelta de 'Medea' a los escenarios, esta vez a cargo de un conjunto privado, la Compañía de Antonio Márquez, plantea nuevamente una profunda cuestión: la del repertorio de la danza española, cuya supervivencia depende, en buena medida, de que sus grandes obras -y 'Medea' es una de las más grandes- se mantengan vivas. No es fácil, especialmente por razones económicas, pero en lugar de poner palos en las ruedas hay que aplaudir esfuerzos como el que lleva a cabo Antonio Márquez.
La danza española lleva muchos años envuelta en dos corrientes que la arrastran; una es la de la nostalgia, la del 'cualquier tiempo pasado fue mejor'; y la otra es la de la creación constante y el culto por la novedad. Como casi siempre, en el equilibrio está la virtud: es necesario adecuar la danza española (con sus cuatro bases: escuela bolera, danza estilizada, folclore y flamenco) a los lenguajes actuales, dejarla empaparse por una inevitable 'contaminación' y construirla sobre músicas actuales, pero al mismo tiempo no deben arrinconarse obras que componen el tronco sobre el que se levanta este arte, herido desde hace tantos años.
En este sentido, el espectáculo que presenta la Compañía de Antonio Márquez se escora más hacia la primera opción, la 'nostálgica', y la primera parte adolece en muchos momentos de esta añoranza. Nada que no resuelva la segunda parte, compuesta por 'Medea'.
De este ballet sigue asombrando la comunión absoluta entre los distintos elementos que la integran. Manolo Sanlúcar compuso una partitura bellísima, evocadora, de acentos y colores dramáticos, con momentos tan hermosos como el paso a dos de la seducción o vibrantes como el de la violación. José Granero hiló a las notas musicales una coreografía -repuesta por Javier Palacios- desafectada, libérrima, donde se trenzan flamenco, danza contemporánea y baile clásico-español para contar una historia apasionante sin necesidad de palabras.
Fue Manuela Vargas la destinataria de la coreografía; sus maneras absolutamente singulares y magnéticas impregnaron el papel, que precisa de una intérprete casi animal: Medea es a veces un sinuoso reptil, otras un peligroso felino y en ocasiones incluso un halcón poderoso. La magnífica Helena Martín tiene escamas, garras y alas y se deja poseer por la fiereza de la hechicera griega, capaz de matar a sus dos hijos por venganza hacia el hombre, Jasón, que la ha traicionado. A éste lo encarna con sabiduría, dominio y facultades el propio Antonio Márquez. Dos ilustres de nuestro baile, los admirables Luis Ortega y Lupe Gómez, aportan su pericia y su experiencia a sus papeles de Creonte y la Nodriza, y junto al cuerpo de baile brindan una actuación digna del monumento que están bailando.
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