'La gramática': los 'peligros' del conocimiento
Crítica de teatro
Ernesto Caballero es el autor y el director de esta comedia, una suerte de 'Pigmalion' al revés
Érase una vez una mujer de la limpieza que aprendió de golpe la gramática española... literalmente
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'La gramática'
- Dramaturgia y dirección Ernesto Caballero
- Escenografía y audiovisuales Victor Longás
- Iluminación Paco Ariza
- Vestuario Anna Tussell
- Espacio sonoro Ernesto Caballero y Pablo Quijano
- Intérpretes María Adánez y José Troncoso
- Lugar Nave 10 de Matadero, Madrid
La premisa de esta función no puede resultar más atractiva: una limpiadora que trabaja en la Real Academia Española sufre un día un accidente: se le cae en la cabeza una completa colección de Gramáticas. El impacto genera en ella un inexplicable efecto, ... y pasa de ser prácticamente analfabeta a convertirse en una mujer erudita y, además, intolerante con los errores lingüísticos propios y ajenos, lo que le conlleva que sufra graves problemas laborales y familiares. Para revertir su situación acude a un laboratorio psicológico
Ernesto Caballero es el autor y el director de esta comedia, una suerte de 'Pigmalion' al revés. En ella revela su perplejidad y vierte con total desparpajo y desahogo sus críticas hacia la perversión que lo 'políticamente correcto' ha hecho del lenguaje, además de denunciar el progresivo deterioro de su uso; hasta la propia Academia se lleva un pellizco por ceder, en ocasiones, a esa misma corrección política y a la vulgaridad del habla común. Lógicamente, Caballero hace hablar a la limpiadora accidentada de una manera impecable desde el punto de vista gramatical, léxico y sintáctico, mientras que su 'oponente', el psicólogo encargado de su caso, recibe los dardos de su paciente cada vez que comete un error lingüístico.
No hay, sin embargo, pedantería en esta comedia, generadora constante de sonrisas y que provoca gestos de asentimiento entre el público cuando la limpiadora (Sujeto femenino es el nombre aplicado al personaje) vierte alguna de sus críticas. Hay, sí, una carga de profundidad: el lenguaje determina nuestra vida, nuestra manera de ser, nuestra conciencia. Pero Caballero la envuelve en una divertida pieza teatral y aprieta el acelerador dramático cuando aparece la tentación discursiva. Conduce además la función con mano firme, basándose casi exclusivamente en la interpretación de los dos protagonistas, que nadan con soltura en las aguas de sus personajes. María Adánez da credibilidad a su disociativo personaje, mientras que José Troncoso colorea el suyo (mucho más ingrato) con multitud de detalles gestuales llenos de intención.
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