'Electra': una amable sesión de humor
Crítica de Teatro
A Fernanda Orazi no le interesa la profundidad sino el juego o el divertimento de las superficies
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'Electra'
- Texto Sófocles
- Versión y dirección Fernanda Orazi, a partir de la traducción de José Velasco y García
- Iluminación David Picazo
- Música y espacio sonoro Javier Ntaca
- Intérpretes Carmen Angulo, Javier Ballesteros, Leticia Etala y Juan Paños
- Lugar Teatro de La Abadía, Madrid
La 'Electra' que se acaba de estrenar en La Abadía solo utiliza la obra de Sófocles como un lejano marco referencial. Y todo ello porque Fernanda Orazi ha mutado el espíritu del texto de tal modo que incluso es una concesión que aparezca ... el nombre del autor griego en alguna parte, aunque sea fuera de la ficha artística. En sentido estricto no estamos ante una tragedia, sino ante una tragedia que se toma un día de fiesta. Es como si ese teatro de la perturbación, el dolor o la venganza hubieran ido a orearse al callejón del humor.
A Fernanda Orazi no le interesa la profundidad sino el juego o el divertimento de las superficies; está, como señaló Alesandro Baricco en 'Los Bárbaros', en esa nueva sensibilidad de entretener más que en alterar al espectador, en provocar la risa en el patio de butacas más que en apelar a las emociones más hondas y hacer del teatro una aventura de sentimientos y pensamientos. Solo le interesa la pólvora para hacer fuegos artificiales.
En este sentido, los personajes están vaciados de sus más gruesos rasgos trágicos: padecen, luchan por el destino, ambicionan restituir un orden, pero como si lo hicieran para una amable sesión de sobremesa. Fernanda Orazi prefiere hacer con ellos un 'locus fun' más que un lugar donde combaten con fiereza unas almas humanas que bordean siempre la locura de sus vidas, sus borrascas familiares y sus cuentas pendientes con los dioses.
En un escenario desnudo, Electra deja de ser la muchacha abrasada por el duelo, por el odio y por la duda para reducirse a un personaje menos complejo, más esquemático, que al ver que su hermano vive, exclama: «¡Qué guapo estás!» Orestes es tan cómico que interviene decisivamente, con su hablar espasmódico y sus gracias de sifón, en el carácter humorístico de la obra. Hasta tal punto llega el contagio de su humor y de su ingenio que le dice a su hermana, poco antes de consumar el matricidio: « Tenemos que ponernos serios». Clitemestra lleva a cabo, en el momento de su asesinato (sin sangre), la que tal vez sea la escena de una mayor enjundia trágica y plástica, yendo a morir junto a esa escalera iluminada por la que tal vez ascienda a alguna región celeste. ¿Dónde está Egisto, el amante de la madre, el usurpador del trono, el asesino de Agamenón, el que morirá a manos de Orestes?
En su estética elemental, en su planteamiento gamberro e iconoclasta, tan lejano de los rituales trágicos al uso, la Electra de Fernanda Orazi no deja de ser subversiva, irreverente y sorprendente, incluso en su irregularidad o en sus aciertos, como esa simultaneidad de voces a la que se recurre con frecuencia. Los espectadores que hayan logrado olvidar al viejo Sófocles se lo pasarán en grande. No es para menos con un cuadro interpretativo de gran altura, y con un vestuario y una magnífica iluminación que hay que resaltar.
Tal vez Fernanda Orazi hace la 'Electra' de esta nueva época, de esta nueva sensibilidad, tan ligera como una serie televisiva, ante la que es mejor que nadie se rasgue las vestiduras. El teatro bárbaro ya está aquí, ha llegado a Spain.
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