El sencillo hombre del kiosco

Al conocer la noticia de la muerte de José Luis lo primero que me ha venido a la mente es que hacía tiempo que no sabía nada del grandísimo actor. Le veía por Ríos Rosas camino del kiosco de periódicos de la esquina con Alonso ... Cano junto a la parada de taxi. Al coincidir con frecuencia desde hace 40 años, el «hola, Pepito» con que me saludaba le salía tan espontáneo como pedir el ABC. Tras marcar el saludo con una suave coma, añadía: «¿Y tu madre?» «Bien, José Luis», le contestaba yo. Sabía que era periodista de ABC; sin embargo, nunca me pidió ni una sola entrevista, ni una simple foto. Fui yo quien le solicitaba y nunca se negó.

Cuando se interesaba por mí, le preguntaba a mi madre: «Paquita, ¿qué tal tu hijo por el periódico?». Ella me lo contaba después, cuando volvía de merendar en la terraza de la cafetería Kon-Tiki con las amigas, entre las que estaba la madre de López Vázquez, una mujer elegante, «muy señora». José Luis la acompañaba hasta la cafetería desde el piso que había comprado en la calle Espronceda -en el que ayer falleció-, cercano a otro en San Juan de la Cruz, un ático maravilloso y lleno de luz, que dejó después de separarse de la periodista Flor Aguilar.

En la vida real nunca fue amigo de las bromas, ni de mostrarse gracioso porque lo era en la pantalla. La amabilidad era su distintivo y la sencillez la virtud con la que conectaba como ningún otro actor con el pueblo llano. Sólo había que observarle bajándose del autobús 27 o el 45 en la Plaza de San Juan de la Cruz, camino de casa, para comprobar que su rostro sereno no variaba en humanidad si era reconocido o no dentro del bus, ni mientras cruzaba los tres semáforos de la Castellana. Otra seña de identidad era «lo arreglado e impecable que va siempre», como me comentaba cada dos por tres la kiosquera, a la que pasé cupones de ABC que José Luis olvidaba o perdía. Yo me ponía detrás de él y hacía una seña a la señora. «No se preocupe, don José Luis». «Pero si los tenía en el bolsillo», respondía él con irrefutable incomodo.Con la jubilación de la kiosquera y la desaparición de José Luis López Vázquez, al que había visto apagarse físicamente desde hace años, nada será igual. ¡Qué tristeza!

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