'Los santos inocentes', a escena: la «milana bonita» de Delibes vuelve a cobrar vida
El Teatro Calderón de Valladolid acogió el estreno de la representativa novela del autor castellano
Jacobo Dicenta y Javier Gutiérrez, en una escena de 'Los santos inocentes'
Las páginas de ‘ Los santos inocentes ’ huelen a pólvora, a encinas, a barro y a estiércol; saben a pienso y al polvo de los senderos; son agrestes como los jarales y rudas como los aperos de labranza. Miguel Delibes publicó la ... novela en 1981, hace poco más de cuarenta años, pero en el imaginario de los españoles pareciera que el Azarías, Régula, Paco el bajo, la Niña Chica, Quirce, Nieves o el Señorito Iván llevaran toda la vida entre nosotros. Buena parte de la culpa la tienen las palabras reciamente hermosas del escritor vallisoletano, pero también contribuye a ello la turbadora película que, tres años después de la publicación del relato, dirigió Mario Camus , con un reparto que incluía a Alfredo Landa , Paco Rabal -ambos fueron galardonados con el premio a la mejor interpretación masculina en el festival de Cannes-, Terele Pávez, Juan Diego, Agustín González y Maribel Martín, entre otros.
Era cuestión de tiempo que la historia se convirtiera en pieza teatral, y lo ha hecho ahora. La función se ha estrenado, como no podía ser de otro modo, en el teatro Calderón de Valladolid , ciudad en la que nació, vivió y murió Miguel Delibes -al estreno asistió una veintena de descendientes del escritor-, bajo la dirección de Javier Hernández-Simón . El reparto lo componen Javier Gutiérrez, Pepa Pedroche, Fernando Huesca, Yune Nogueiras, Marta Gómez, Luis Bermejo, José Fernández, Raquel Varela y Jacobo Dicenta. La escenografía es de Ricardo Sánchez-Cuerda, la iluminación de Juan Gómez-Cornejo e Ion Aníbal, el vestuario de Elda Noriega y la música original y el espacio sonoro son de Álvaro Renedo.
Hernández-Simón firma la adaptación del texto junto a Fernando Marías , fallecido hace apenas dos meses. «Querido Fernando... Cuánto te hubiese gustado escuchar las palabras que escribiste sobre el escenario, sé que hubieses disfrutado como un niño pequeño...», escribía en sus redes sociales el director la víspera del estreno. En su memoria y en la del actor Óscar Sánchez Zafra -el otro vértice del proyecto, que también falleció en junio del pasado año-, depositó Hernández-Simón un ramo de flores en el escenario durante los saludos de toda la compañía.
«Delibes, en poco más de ciento cincuenta páginas -escribió Fernando Marías -, crea un universo tan sólido y veraz que a veces parece trascender a su autor, existir por encima de él e incluso a pesar de él. Habitan ahí personajes extraordinarios, gozosos, más vivos y complejos en cada nueva lectura, que surgen de una mirada lúcida e inmisericorde sobre la España de una época, que es también mirada sobre el ser humano, sobre el mundo y, sin duda lo principal, sobre la España de hoy. Todo ello a través de la palabra precisa que parece en cada línea inventar la literatura: quien leyó ‘Los santos inocentes’ lo sabe».
Y es que Miguel Delibes realiza un acre retrato de una España dividida entre amos y esclavos, entre poderosos y miserables; una España enmarcada en un tiempo concreto, los años sesenta, pero que plantea, como señala Hernández-Simón, el sentido de la libertad, «sobre el que se han preguntado todos los grandes autores; todos han intentado descifrar esa relación entre seres humanos, ese juego perverso en los que uno se convierte en amo y otro en esclavo. Delibes, como tantos gigantes de la literatura y el pensamiento, también se ha hecho la misma pregunta».
La piedra angular de la historia es, según Hernández-Simón, Azarías, un pobre retrasado -« no es malo, señorita Miriam, solo una miaja inocente », dice Régula, su hermana-, que se orina en las manos cada día «para que no se me agrieten», que se ‘alivia’ en cualquier parte, que colecciona válvulas de neumático, «por si vinieran mal dadas», y que está obsesionado con su ‘milana bonita’.
En torno a este personaje, que encarna con sobriedad y su habitual destreza Luis Bermejo, teje la historia Hernández-Simón. Tres puertas en el fondo del escenario reflejan las diferencias de clases, el eje en torno al cual gira la historia: una, enorme, de la que emana al abrirse una luz blanquísima, es la de la Casa Grande, la del Señorito Iván; otra, más pequeña pero digna, la de la vivienda de Don Pedro, el guardés y administrador de la finca; y otra, apenas unas listas de madera a modo de puerta, la de la vivienda de Paco el bajo y Régula. Una bandada de pájaros sobrevolando el escenario y una montonera de objetos que es tanto una casa como el árbol desde donde otear la caza completan la escenografía de una función áspera, seca, fiel en fondo y forma a Delibes, a su manera desnuda de narrar, y con magníficos intérpretes como Javier Gutiérrez, Pepa Pedroche o Jacobo Dicenta .