Festival de Peralada: Cisnes postmodernos
Festival de Peralada: Cisnes postmodernos
Un sentido minuto de silencio en recuerdo de las víctimas del accidente ocurrido en Galicia precedió a una gran noche de danza, el viernes, en una nueva velada del Festival Castell de Peralada . En los palcos, lo más granado de la sociedad civil, ... entre empresarios, políticos y gestores culturales. En el escenario, elegancia, audacia, mucho baile, sensualidad y pequeñas dosis de una violencia rara, que rozaba incluso la belleza: son algunos de los conceptos que definen «LAC», esta peculiar versión del popular « Lago de los cisnes » que poco tiene que ver con el original salvo por unos personajes universales y por la música de Chaikovsky , materiales que Maillot utiliza a su antojo dándole la vuelta a la obra. Aquí Siegfried es un príncipe que más tiene que ver con Hamlet y Edipo -ecarnado por un dúctil Stephan Bourgond -, muy ambiguo al principio, enamorado de su reina -una seductora Mimoza Koike -, de su amigo -el ágil Jeroen Verbruggen - y, más tarde, hechizado por un Rothbart que aquí se transforma en una espectacular Reina de la Noche -encarnada por la genial Bernice Coppieters y apoyada por dos lacayos tan malísimos como maravillosos- y por su pérfida hija, el cisne negro de April Ball, para después encaprichare del cisne blanco ( Anja Behrend) , una mujer que por la noche se transforma en mujer-pájaro. Personajes fantásticos que remiten a un mundo de sueños y de inconsciencia, espléndidamente servidos por una compañía, Les Ballets de Monte-Carlo , que hoy se encuentra entre las más respetadas del ámbito neoclásico internacional, y con razón, ya que su dominio técnico y expresivo es evidente.
«LAC» remite a un concepto muy europeo de espectáculo que respira belleza y equilibrio por todos lados, desde el genial uso de los telones al impresionante vestuario de Philippe Guillotel , todo ello esculpido en una iluminación de premio -del propio Maillot, secundado por Samuel Théry - que dibuja los perfiles de los bailarines con pura magia. Con una mala muy mala, pero maternal y divina, con cuidadísimos números de conjunto, tanto los cortesanos como los de los seres sobrenaturales -unos cisnes que parecen pollos a medio desplumar-, con brillantes escenas a cargo de un puñado de solistas virtuosos y reminiscencias que evocan a Cranko o a Tharp, la obra es excepcional, capta la atención del público y sabe colocar a la compañía en el nivel que se merece.
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