Risas y llantos de un «Rigoletto» arriesgado en Aix-en-Provence
La ópera de Verdi dirigida por Robert Carsen se estrena en el Théâtre de l'Archevéché
Risas y llantos de un «Rigoletto» arriesgado en Aix-en-Provence
El circo siempre evoca el riesgo y la aventura, lo sentimental, la hazaña ante mil ojos que escudriñan el espectáculo mientras otros tantos lo asisten y mantienen. La idea de situar « Rigoletto », la ópera de Verdi , en el interior de una ... carpa algo avejentada, con sus asientos de madera, palco y techo de lona, y en la que es fácil descubrir signos de viejas hazañas es todo un hallazgo que confirma la autoridad de un director teatral como Robert Carsen , prestidigitador del espacio y de los habitantes que por él circulan.
Qué más da qué sea el déspota Duque de Mantua , ¿quizá un noble venido a menos, un jefe de pista?; a quién importa la especialidad del asesino Sparafucile , ¿un lanzador de navajas un domador de personas?. La caracterización de los personas la da el lugar, que a la postre es teatro dentro del teatro, y el protagonismo de cualquiera depende de Rigoletto que por ser payaso posee dos vidas: la de la máscara blanca cínica y perversa, y la del hombre de cara lavada, humano y misterioso.
Hay riesgo en este nuevo «Rigoletto» estrenado en el comprometido espacio del Théâtre de l'Archevéché con el que el Festival de Aix-en-Provence añade otra satisfacción a la larga serie de producciones que aquí han nacido y que ahora recorren el mundo . Esta lo hará porque tiene enjundia y demuestra un conocimiento formidable de una obra que nació marcada por el escándalo y aún hoy intimida.
Los detalles son muchos para una realización portentosa. Por eso Gilda es joven de mente y mayor de apariencia, viste zapatos con calcetines y todavía se abraza a su peluche en su pequeña roulotte de madera antes de subirse al trapecio y sobre un cielo de mil estrellas cantar « Caro nome »; de ahí que Rigoletto comience la obra en un arranque, que es puro juego de magia frente a los espectadores de su circo, tigresas y trapecista, deleitándose con una muñeca hinchable antes de que el objeto se convierta en su propia tragedia.
Algo así necesitaba el apoyo de un director minucioso como Gianandrea Noseda que se explaya en finuras junto con la London Symphony Orchestra marcando el destino a un reparto suficiente que ganaría mucho si mejorara su italiano. George Gagnidze es el protagonista. Lo demuestra su buen físico y algo menos el esfuerzo por dramatizar el personaje. Irina Lunga , si hija Gilda, destaca por su noble inmediatez. Completa el trío principal la tosca temeridad del mexicano Arturo Chacón-Cruz , un chulo que sabe moverse entre acróbatas, figurantes y bailarines.
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