El peor viaje de María Galiana: trenes que ya se averiaban en los años cincuenta

Pero oiga, ¿y este vocabulario? «Es porque se lo oigo a mis nietos», explica. «He sido profesora casi cuarenta años, rodeada de gente joven, y me gusta preguntarles, por ejemplo, qué es esto que dicen ahora de 'bro', y me cuentan que viene del inglés 'brother'. A mí me gusta estudiar el léxico, me nutro de estas palabras que oigo a los jóvenes». Cada generación tiene su manera de hablar, apostilla: «Cuando yo era jovencita, decíamos 'maquea' o 'vacila', y ahora dicen por ejemplo 'random', para referirse a algo aleatorio».

Más allá de este léxico de tan largo recorrido, Galiana acumula un buen número de kilómetros a sus espaldas, de teatro en teatro. Aun así, le cuesta encontrar un mal trayecto: «A mí los viajes me gustan tanto...». Recuerda, eso sí, uno que hizo en los años cincuenta, cuando estaba en el Teatro Español Universitario. Fueron de Sevilla a Badajoz: «Para nosotros era maravilloso, una aventura, que la función que habíamos montado pudiera representarse en Badajoz». Se embarcaron en «un tren de aquellos que yo creo que todavía eran de carbón, y volviendo, muy cerca de Sevilla, en Los Rosales, se estropeó». Añade, como si ahora la cosa fuera diferente, que entonces estas incidencias «eran era muy normales». «Nos pasamos la noche en ese tren, a oscuras, con los asientos de madera, muertas de sueño y de hambre. Lo recuerdo como una pesadilla, y eso que puede hacer fácilmente setenta años».

Asegura que nunca tiene mal recuerdo de un viaje, «aunque sea largo, o me canse». Porque María Galiana, aunque no lo parezca, también se cansa: «Tengo mis achaques, como todo el mundo. Por las mañanas me levanto baldada, me duele tóo», comenta con ese deje andaluz. La edad no perdona, y ella es de las afortunadas. A la gente mayor ahora la tenemos en menos consideración que antes. «Hay mucha gente dependiente y no se la tiene en cuenta como se tenía antes a los mayores, cuando eran muy pocos y que, si vivíán muchos años, era porque tenían buena salud».

En seguida la conversación vuelve al lenguaje. Está todo conectado. «No es que no se valore a los viejos, es que tampoco se valora la lectura, por ejemplo». «La gente ya no lee», lamenta. ¿Por qué pasa esto? Por conformismo, dice la actriz: «La gente joven se conforma con oir música por el móvil. Con lo mal que suena. Yo soy muy melómana, y voy a la ópera y conciertos. Pero la gente joven se conforma con algunas cosas...». Lo mismo se aplica al cine: «Ver películas en el móvil. Por Dios, ¿se puede ver películas en el móvil? Con esa fotografía, la música, los encuadres magníficos que tienen algunas, pues no, se conforman con verlas en la pantallita». «La cultura se ha adocenado en muchos aspectos, y eso redunda en la forma como se trata a la gente mayor», concluye, para rematar: «La gente, y sobre todo los jóvenes, no lee periódicos, no disfruta de lo que el idioma supone y claro, así llegamos al puto amo, y al random y al bro: es todo el mismo camino».