50 años de 'Dark Side of the Moon' de Pink Floyd, cuando el rock se hizo mayor
Publicado el 1 de marzo de 1973, el disco conceptual por excelencia dejó atrás las temáticas adolescentes para llevar el género a un nuevo grado de madurez
Muere Robe Iniesta, cantante y líder de Extremoduro, a los 63 años
Pink Floyd
Tristeza, melancolía, introspección, nostalgia. Se tenga la edad que se tenga, al escucharlo por primera vez, 'Dark Side of the Moon' pega un buen zurriagazo de sensaciones que poco tienen que ver con las pulsiones adolescentes propias del rock. ¿Se podría decir que ... Pink Floyd inventaron algo así como el 'sad rock'? ¿O el 'adult rock'? Lo que está claro es que, tal como definió el escritor e investigador Jim Cullen, el octavo disco de la banda británica es una epítome del álbum conceptual que transportó al oyente hacia un universo distinto y desconocido dentro del género, en el que las reflexiones propias de la entrada en la madurez mandan la fogosidad de la juventud al baúl de los recuerdos. 'Dark Side of the Moon' no quería divertirse, ni evadirse, ni quejarse de nada. Quería preguntarse cuál era el sentido de la vida.
Hay que recordar que en 1973, su principal compositor, Roger Waters, cumplía treinta años. La edad en la que dejabas de molar, en la que ya eras un muerto en vida, una momia, un adulto que ya no se enteraba de lo que estaba en la onda. Así que intentó trascender de un modo distinto, desconocido, intrigante y enigmático. Para ello, combinó el rock con la filosofía y la música concreta (la realizada de forma instintiva a través de dispositivos electrónicos, sin partituras, o creando loops con sonidos de monedas tintineantes y cajas registradoras como en 'Money') en diez canciones afiladas magistralmente por el productor Alan Parsons, que marcaron un antes y un después en la historia de la música popular.
Aunque a algunos les costó un poco entenderlo (hubo críticas donde se lo calificó de 'pretencioso'), el álbum tuvo un éxito brutal e inmediato que aún dura en nuestros días. Entre 1973 y 1988 permaneció durante 724 semanas dentro de las listas del Billboard, siempre aparece en las listas de los mejores álbumes de la historia y se siguen despachando miles de copias cada año, sobre todo en vinilo como era de esperar. A día de hoy supera los cincuenta millones de copias vendidas, y muchos de sus temas siguen sonando en la radio.
El magnífico resultado de la grabación no fue cosa de suerte, ni de casualidad. Y es que Pink Floyd llevaban más de un año tocando el disco entero en sus conciertos, de manera que al llegar al estudio sabían perfectamente cómo plasmarlo del modo más epatante posible. «La forma en que una pista fluía hacia otra era una parte extremadamente importante de la sensación que queríamos generar. Así pudimos trabajar en las transiciones como parte del proceso de grabación, en lugar de solo como parte del proceso de mezcla», dijo Alan Parsons a Rolling Stone en 2011, al explicar los secretos de la construcción conceptual del elepé.
Pink Floyd en 1973
El diseño de la portada, no lo olvidemos, también contribuyó al furor que desató 'Dark Side of the Moon'. Ideado por el colectivo británico Hipgnosis (fundado en 1968 por Aubrey Powell y Storm Thorgerson, este último compañero de aulas en Cambridge de los miembros de Pink Floyd), fue realizado por el ilustrador británico George Hardie y se presentó en un formato desplegable que mostraba en su portada un prisma que refractaba la luz y del que se descomponían los colores para resurgir como un arcoíris. «Roger habló sobre las presiones de estar de gira, la locura, la ambición…y el triángulo es un símbolo de ambición. Rick (Wright, el teclista) buscaba algo más gráfico, menos fotográfico, algo, como él mismo dijo, más elegante que antes. El show de luces de los Floyd fue considerado como muy poderoso y el prisma parecía ser una bueno manera de reflejarlo, y ser más gráfico al mismo tiempo», explica Thorgerson en 'Shine On', la caja recopilatoria editada en 1992 con motivo del 25 aniversario de la banda.
La conexión con los Beatles y Monty Python
Es ampliamente conocido que George Harrison utilizó parte de los enormes beneficios que obtuvo con su trabajo como Fab Four para financiar la película 'La vida de Brian' de Monty Python, pero varios años antes, Waters y los suyos habían hecho lo mismo poniendo la pasta para sacar adelante 'Los caballeros de la mesa cuadrada', gracias al éxito de 'Dark Side of the Moon'.
Pero hay otra anécdota que conecta a los dos grupos a través de este álbum, que es aún más flipante: los Beatles suenan en 'Dark Side of the Moon'. Waters intentó contar con un cameo de Paul McCartney de lo más bizarro. Se le ocurrió la idea de grabar entrevistas con todo aquel que pasara por Abbey Road ya fueran técnicos de sonido, empleados de la limpieza, artistas o directivos de compañías discográficas, haciéndoles sencillas preguntas sobre algunos de los asuntos tratados en 'Dark Side of the Moon', como el envejecimiento, la muerte, la guerra o la locura, para incluir breves cortes aquí y allá a lo largo del álbum. Paul McCartney, que estaba terminando allí el álbum 'Red Rose Speedway' de Wings, también participó, pero a Waters no le gustó el resultado. «Él fue la única persona que consideró necesario actuar en sus respuestas, lo cual no nos fue útil, evidentemente», dijo Waters al biógrafo de Pink Floyd, John Harris. «Pensé que sería interesante pero se puso a intentar ser ser divertido, que no era lo que queríamos, en absoluto».
MÁS INFORMACIÓN
¿Dónde están los Beatles en 'Dark Side of the Moon', entonces? Si nunca se ha dado cuenta, corra a escuchar 'Eclipse', el tema que cierra el disco (y que en principio iba a titularlo, hasta que decidieron que el lado oscuro de la Luna tenía una mística inigualable). Justo al final, si se presta atención, se puede escuchar un breve pasaje orquestal de 'Ticket to ride'. ¿Un guiño a la juventud perdida?