Las dos caras de Pete Doherty

The Libertines puso la guinda a un SOS 4.8 en el que Amaral se llevó el triunfo de calle

Doherty y Carl Barat, durante la actuación de The Libertines en el SOS 4.8 EFE

ISRAEL VIANA

Llegó Pete Doherty y se hizo la luz... pero también la sombra en esta novena edición del SOS 4.8 . The Libertines era la gran apuesta del festival, la banda que debía poner el broche de oro al fin de semana, pero fue Amaral ... quien se llevó el trozo grande del pastel en lo que a seguidores se refiere. Y eso que muchos de las 28.000 seguidores que acudieron cada día al festival criticaron abiertamente la inclusión del dúo de Zaragoza en el cartel junto a grupos como Manic Street Preachers, Love Of Lesbian, León Benevente, Chvrches y Of Montreal. Pero los números no engañan y el de Eva Amaral y Juan Aguirre fue, con diferencia, el concierto más multitudinario de todos y en el que el público se entregó más.

A muchos de los jóvenes y no tan jóvenes que reventaron a partir de las 21.45 el escenario principal, subidos hasta en los cubos de basura para aplaudir, corear y vibrar con «Revolución», «El universo sobre mí», «Cómo hablar» o «Sin ti no soy nada», debió importarles poco que la prueba de sonido de Amaral al mediodía acabará con la paciencia de un Kiko Veneno que, tras interpretar «Volando voy», abandonó el lugar muy cabreado a mitad de su actuación. «No hay derecho a tocar en estas condiciones», espetó. «Ha hecho bien», defendía un fan. «¿Nosotros qué culpa tenemos?», preguntó otro camino de la salida. Grupos como Nueva Vulcano sufrieron, como ya ocurriera el año pasado, la misma desdicha en el escenario pequeño, pero se lo tomaron con mejor humor a base de guitarrazos en temas como «El mirlo», «Mano izquierda» o «Te debo un baile» y mucho sarcasmo. «¿A quién de vosotros le gusta Amaral? Yo no tengo problema en reconocer que hay canciones que me emocionan», comentaba Artur Estrada.

El desmadre final

Y llegaron The Libertines, y sus luces y sus sombras. Porque con Doherty, tras su enésima resurrección del mundo de las drogas, todo puede ocurrir. Que emerja el díscolo e inestable músico acostumbrado a las portadas del corazón que un par de días antes había dado un concierto sorpresa «lamentable» en Barcelona, o que nos sorprenda el genio del rock más garajero, capaz de enamorar a los mismísimos Arcade Fire e imponerse a otras estrellas como en pasadas ediciones del FIB. Pero en la noche del sábado tuvimos a los dos, con un concierto vibrante, y hasta por momentos brillante, que acabó desmadrándose en exceso. Al Doherty capaz de volver loco a la parroquia, ponerla a saltar, reír y cantar con canciones como «Tomblands», «Boys In The Band» o «Gunga Din», y sacar un segundo después su lado más romántico en «What Katie Did», con aquello de «tú eres una chica dulce, pero éste es un mundo cruel». Y al Doherty que le importa poco que sus fans se enfríen y se pongan a hablar de asuntos extramusicales, que bromea con versiones como «Alright» de Supergrass, «Twist And Shout» de los Beatles o «La bamba» hasta arrancar algún pitido O al que luce un lamentable y ridículo sarcasmo con conocimiento de causa: «No os droguéis, la cocaína y la heroína son malas», dijo. Y al que le tienen que apagar el sonido para que abandone el escenario como si de un bar a altas horas de la madrugada se tratara y la emprende a patadas contra el piano y rompen alguna silla. Escojan ustedes...

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