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ABC Cultural

«Canción andaluza», la joya póstuma de Paco de Lucía

El último disco del gran genio de la guitarra se publica a nivel mundial este próximo martes. Aquí se analizan las ocho coplas con las que culmina sin inigualable obra artística

«Canción andaluza», la joya póstuma de Paco de Lucía abc

alberto garcía reyes

Terminó los últimos retoques apenas unas horas antes de que sucediera todo. Paco de Lucía llevaba tiempo dándole vueltas a la idea de volver a grabar un disco de coplas, una de sus grandes pasiones. Pero nunca pudo pensar que después no tendría tiempo para ... nada más. La muerte le arrebató la posibilidad de escucharse a sí mismo tocando «María de la O», esa pena que su gran maestro Sabicas acompañó antes que nadie a Estrellita Castro en 1935. El de Algeciras ya había reinterpretado grandes piezas del género en 1967, cuando grabó con su hermano Ramón el disco «Canciones andaluzas para dos guitarras». La copla era su perdición. De hecho, sus falsetas están invadidas por muchas melodías basadas en los grandes clásicos. Siempre deambuló por este mundo porque era otra de sus reivindicaciones: Andalucía como cuna de las esencias de España. Por eso su disco póstumo, el que le permitió morir en México porque allí tenía su estudio americano tras sus largas horas de trabajo en Palma de Mallorca, es sencillamente una obra maestra. Otra más. Arranca con ese «María de la O» que tanto le dolía cuando lo cantaba Marifé. La música de Quiroga siempre le pareció la más trascendente, por encima incluso de Falla, Albéniz, Turina o Granados. Por eso aquí se aleja de su primera versión austera del año 65, grabada con Ricardo Modrego, y busca romper todos los cánones rítmicos en un juego que va del tango a la bulería, pero que jamás vulnera la espina dorsal de la melodía. Luego viene «Ojos verdes». El sueño de la Piquer. Con la flamencura que en su día le metió por tientos Melchor de Marchena. Sin parecerse en nada otra vez a su primera idea con Modrego. Jugando inexplicablemente entre la seguiriya y la rumba. Y dejando un sabor de sonidos viejos que entronca con la tercera pieza, «Romance de valentía», tal vez la más clasicista del disco, pues la interpreta en tiempo de pasadoble, con incursiones en el tanguillo, y con palillos.

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