Muere Alejandro Nieto, expresidente del CSIC y una de las grandes figuras del Derecho Administrativo
Premio Nacional de Ensayo en 1997, también destacó como historiador
Alejandro Nieto, el profesor cabal
Su última entrevista en ABC | Alejandro Nieto, el nonagenario que pasa revista a nuestro mundo
Alejandro Nieto
Alejandro Nieto (1930-2023) llegó al final de su vida lúcido y divertido, tan lógico que había inventado una nueva forma de humor: la coherencia. «El otro día me ofrecieron un premio. Y yo pregunté: ¿está retribuido? Y me dijeron: no, es honorífico. Y ... no lo acepté, claro. ¿Para qué quiere un nonagenario un honor más? Que se lo den a un joven, que le hace ilusión», decía en estas páginas cuando publicó 'El mundo visto a los 90 años' (Comares), un libro testamentario que condensaba una sabiduría que, por otra parte, no estaba en los libros. «Mucho ha avanzado la Humanidad hasta ahora; pero forzoso es reconocer que no ha llegado demasiado lejos y que sigue ignorando las cuestiones fundamentales: quiénes o qué somos, a dónde vamos, quién decide nuestro destino, qué pulsiones nos empujan, si la voluntad procede del interior o de la mano de una cultura o de unos genes desconocidos (...) El ser humano es intelectualmente ave de corto vuelo», escribía ahí, entregado al sano escepticismo de la edad.
Por entonces se definía como un «modesto catedrático de Derecho Público ya jubilado y aficionado al ensayo y a la Historia». Antes había sido abogado, maestro heterodoxo, presidente del CSIC (entre 1980 y 1983), premio Nacional de Ensayo y muchas cosas más. Desde 2007 era miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Era, además, doctor honoris causa por la Universidad Carlos III de Madrid y por la Universidad de Buenos Aires. Ejerció la cátedra en la Universidad de La Laguna, en la Autónoma de Barcelona y en la de Alcalá de Henares. Fue vicerrector en todas. Y decano en Barcelona. «Ha sido una de las grandes figuras del Derecho Administrativo español –asegura el jurista y catedrático Tomás Ramón Fernández–. Fuimos amigos durante más de cincuenta años. ¿Se puede decir algo más?»
Ambos fueron discípulos de Eduardo García de Enterría y Martínez-Carande, uno de los nombres propios del derecho español. Juntos, también, firmaron 'El derecho y el revés: diálogo epistolar sobre leyes, abogados y jueces' (Ariel), que se ha reeditado en numerosas ocasiones. El Nacional de Ensayo se lo dieron en 1997 por 'Los primeros pasos del estado constitucional: historia administrativa de la regencia de María Cristina de Borbón', donde demostró su dominio de lo histórico y lo jurídico. A él le gustaba recordar, además, que allá por el lejano 1993 había publicado 'Corrupción en la España democrática' (1993). «Yo fui el primer español que denunció en un libro la corrupción. Cuando vino la democracia los españoles no ya ilusos, sino mentirosos, anunciaron que se terminaba la corrupción, que era cosa del franquismo. Pero esta no había desaparecido sino que había aumentado con la democracia. Y me dijeron de todo por publicarlo. Que era un exagerado, un antidemócrata. Me pusieron a parir, de palabra y por escrito. Y diez o quince años después se dieron cuenta. Y ahora dicen: Nieto se quedó corto», contaba en 2022.
Como historiador también se ganó el prestigio. Era un especialista en el siglo XIX, y de hecho aseguraba que vivía en esa época y no en la nuestra (previa risa, claro). Con la publicación de 'La primera república española. La Asamblea Nacional: febrero-mayo 1873' (Comares) se convirtió en uno de los pocos expertos del tema. Era un trabajador infatigable: había consagrado su vida al estudio y la escritura. «Yo aprendí desde mozalbete la consigna romana de 'nulla die sine linea': ningún día sin haber escrito algo, porque ese es el modo de escribir un libro. Escribiendo una página al día, en un año tienes un libro de 365 páginas», repetía. Había viajado mucho, había vivido en muchas ciudades, pero siempre tuvo un pie en sus raíces. «He estado a gusto en todas partes, pero me siento de una parcela desconocida de Castilla la Vieja: los Valles del Cerrato. Ahí está mi casa, mi patria y será mi tumba».
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