LONELY PLANET IMAGINARIO (Iv)
La mochila del madrileño errante
LONELY PLANET IMAGINARIO (iv)
¿Qué puede llevar un madrileño estigmatizado en su mochila de viaje? ¿ ¡Pues un detente bala en tiempos de nacionalismos periféricos!
La piscina de la Moncloa
Atardecer en La Mareta
Una imagen de José Luis Martínez-Almeida, alcalde de Madrid.
En esta entrega final de los lugares más remotos y extravagantes del verano optamos una vez más por el delirio y damos rienda suelta a nuestras expediciones rebuscadas e inverosímiles. En esta oportunidad, vamos tras la busca de las miniaturas, los amuletos, los bártulos ... y los pequeños enseres que los habitantes de la capital del Reino llevan consigo en estos días de madrileñofobia, una antipatía antaño documentada y que sufre un rebrote a causa del fragor estival y, cómo no, de los roces políticos entre líderes regionales.
¿Qué puede llevar un madrileño estigmatizado en su mochila de viaje? ¿ ¡Pues un detente bala en tiempos de nacionalismos periféricos! Hoy más que nunca, en la recta final de las vacaciones y el sumidero del verano, es preciso saber qué empacan los gatos para salir de la M-30 o cuántas mudas de ropa llevan en la mochila por si en la estación de Chamartín a los trenes las da por no salir o a las catenarias por no funcionar. Difícil la vida del madrileño al que dan por primo hermano de Almeida, hermano menor de Isabel Díaz Ayuso o vecino del nuevo Santiago Bernabéu, gente que gusta del ruido, el desorden y la mortificación ajenas. Si tiene cara, madrileño es. ¡Segurito! ¡Mejor andarse con cuidado y tenerlos a raya! Pensarán de ellos en estos días aciagos.
¿Cómo es la mochila del madrileño errante? ¿Qué lleva en su interior? Se distinguen sus bártulos del resto por algún distintivo especial? ¿Qué viste? ¿Acaso una estrella de cinco puntas para ser reconocido? ¿Un águila de dos cabezas? ¿Un gato con cuatro patas? Ninguna de esas cosas. Aunque podría, perfectamente. El equipaje de un madrileño en tiempos de nacionalismos es casi un neceser. ¡Algo pequeño! ¡Que no se note! Se trata de ese atadillo con pertenencias que hagan más llevadera la jornada cuando, rechazados como parias por el resto de los habitantes de España, intenten arrojarles aceite caliente desde las balconadas del Norte o bicarbonato al tomate ramallet. ¡Madrileños! ¡Gente ruidosa, zafia y castellanoparlante donde los haya! ¡Válgame Dios!
A hipérbole de la buena suena el asunto. Pero es que válgame Dios. ¡Si han abierto la jaula ¡Albricias! ¡Las crónicas y las noticias delatan un creciente rechazo hacia los habitantes de la villa en todo el territorio peninsular! ¡Pero, habrase visto! Esta gente que se disemina por la geografía nacional como antaño lo hicieron en el Covid, esparciendo su madrileñismo como una nueva cepa antisanchista que carboniza a todo aquel que se exponga a él. ¡Vade retro, madrileño! Son ellos los que restauran los Ecce Homo sin pedir permiso, son ellos los que hacen que llueva en pleno día de playa o, peor aún, los responsables de que el cambio climático se acelere
Justo por ese motivo, para poder moverse por la Costa Brava sin levantar sospechas ni enfadar al personal que quiera confirmar sus propias obcecaciones, el madrileño errante se provee de cualquier cantidad de objetos que hagan posible el despiste o al menos la necesaria elusión de reproches por ser habitante de la capital. Esto puede incluir, por ejemplo, un salvoconducto fiscal por si se sospecha dumping alguno, un pañuelo palestino para que nadie pueda atribuirle veleidades con el Partido Popular, y hasta un sombrero cordobés por si hay que disimular a lo 'Bienvenido míster Marshall'.
Semejante ajuar, y por supuesto la paranoia que lo motiva, tiende a inducir extrañas y erráticas conductas. Por ejemplo. Intentará disimulará el acento que cree no tener, lo cual ha llevado a más de uno a hablar con un catalán de Leganés. Empacará, a ser posible, un traductor simultáneo en todas las lenguas cooficiales y demás está decir que evitará pedir tapa para no ser tomado por Fodechincho. El madrileño errante aprenderá a vivir con lo mínimo, de quesitos babybell y poco más, para no ofender.