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Vinyoli, hecho a sí mismo verso a verso

Una antología en versión bilingüe recupera la gran obra del poeta catalán

ABC

MANUEL DE LA FUENTE

No fue precisa y totalmente profeta en su tierra, Cataluña, aunque muy pronto, Carles Riba y Salvador Espriú, los sumos sacerdotes de la lírica catalana del pasado siglo, vieron en él a un grandísimo poeta. Menos lo fue aún en el resto de España, aunque el círculo de sus admiradores y devotos le ame y le venere intensísimamente. Traductor de Rilke (aprendió alemán para leerlo), deudor de los románticos germanos e ingleses, Joan Vinyoli es uno los poetas imprescindibles de la poesía en catalán del siglo XX, a través de una obra en la que el eje sobre el que giran sus versos es el paso del tiempo, la fugacidad de las cosas, su mutabilidad. Una obra que viene a recuperar en versión bilingüe la antología «Y que el silencio queme por los muertos» (Editorial Pre-Textos), con traducción a cuatro manos de otros dos poetas, Carlos Marzal y Enric Sòria. «Esta traducción ha sido como ménage à trois , nosotros dos y un fantasma», comenta Marzal.

Vinyoli desarrolló su labor poética de una manera continua durante varias décadas, pero con discreción, sin bombos y sin platillos. En castellano, sólo a partir de las traducciones en los años 70 de José Agustín Goytisolo, su trabajo empezó a cobrar mayor difusión. Quizá por ello, como subraya Carlos Marzal, «a pesar de ser uno de los cuatro o cinco poetas catalanes importantes de verdad, sólo sea conocido entre comillas, y sobre todo por otros poetas. En gran medida sigue en la sombra. Aunque no coincida cronológicamente, sí que Vinyoli podría ser más o menos equivalente a la generación del 50, porque es un autor que mezcla muy bien cierto hermetismo de poeta órfico con otros aspectos de poeta autobiográfico y realista».

Lupa mágica

Es una obra la de Vinyoli al margen de escuelas, cenáculos o tendencias, siempre personal. «Es un poeta que traza un retrato de sí mismo a través de su poesía como pocos lo han hecho; a través de su propia obra, Joan Vinyoli se construye como individuo. Además, tiene un don de mitologizar, puede pasar de lo indecible a lo más cotidiano. Un aperitivo entre amigos, un poco de queso, unos vinos, pueden acabar en unos versos místicos. Tiene esa lupa mágica de los grandísimos poetas por la que consigue que algo que pueda parecernos nimio se eleve. En ese sentido su poesía es euforizante», subraya Marzal. Enric Sòria corrobora las palabras de su colega: «Es cierto, tiene un concepto sacerdotal de la poesía, pero a la vez en el mismo poema pueden surgir unas gambas, una queimada. A veces, también tiene un punto, un cierto parecido, con Francisco Brines».

Finalmente, Carlos Marzal hace hincapié en un último aspecto de la poesía del autor barcelonés: «No es muy frecuente, pero a veces posee un registro hermético, nebuloso, enigmático».

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