Todos los libros y más, propuestas para una feria

Todos los libros –dejémoslo en «casi» todos– caben en el Paseo de Coches del Parque del Retiro, donde abre sus puertas la Feria del Libro de Madrid. De la mano del escritor y editor Luis Magrinyà, ABCD se adentra en la gran cita con la lectura y ofrece un amplio escaparate con novedades más suculentas: Narrativa, ensayo, poesía, arte, gastronomía, literatura infantil...

Todos los libros y más, propuestas para una feria

«Me parece una feria, de aire popular como todas las ferias: el tráfago de gentío, niños, bolsas, libros, tiene algo de festejo dominguero, soportable sólo a breves ratos.» Carlos García Gual me da el pie para estas líneas, con una evocación que a todos ... resulta familiar. Pasear por la Feria del Libro es como introducirse en alguna de las escenas matritenses de Mesonero Romanos o Javier Marías. A mí particularmente no me disgusta: ni el polvo, ni el sol (o la lluvia), ni el torrente humano, ni siquiera sus ondas más revueltas, los niños. Dicho así, parece todo un acontecimiento telúrico, cosa que desde luego no es. Es una diversión popular y, como tal, tiene mala fama y tienta al mal humor, aunque en tiempos las diversiones populares inspiraran cuadros a Renoir o carnicerías a Zola (vale: el impresionismo tampoco tiene hoy buena fama). Además es el único sitio, junto con la Feria de Fráncfort (habrá que estudiar esta tendencia de los libros), donde se da la oportunidad de verificar la existencia de los hombres-anuncio, que no son sólo, como creía, una creación de los tebeos de mi infancia.

Bueno, yo la verdad es que disfruto con todo. Como autor con novedad este año iré a firmar; y, como autor al que la literatura no le da de comer, aunque sí para caprichos, sé que firmaré poco. Nunca ha sido para mí motivo de ansiedad firmar un libro cada 10 minutos mientras en la caseta de enfrente otro autor firma uno cada 45 segundos. Soy un gran filósofo: soy muy consciente del pequeño rincón cósmico que me ha tocado, y desde ahí la diferencia entre firmar 12 libros –algunos de ellos a amigos compasivos– y firmar 160 es irrelevante. Sólo una vez me recuerdo, más que ansioso, amedrentado: hace cinco años, el mismo día que me tocaba ir a firmar había salido una crítica no precisamente buena de mi libro y temía que mi editor me echara de la caseta. Afortunadamente también fue compasivo.

Los lectores, sin embargo, deambulan, se detienen, encuentran. La Feria, de hecho, hace mella en la memoria y la convierte en sentimiento. More, guitarrista del grupo Despistaos, que admite gustoso su «vicio con la lectura, pues eso de ir en la furgoneta de concierto te da tiempo a leer toooodos los libros del mundo», recuerda que a sus «nueve añitos devoraba pasatiempos, y mi padre me llevó a la Feria el día en que Pedro Ocón de Oro firmaba sus Sopas de letras. Aún conservo el ejemplar». Esto me recuerda a mí la diversidad de opciones, de azares, de algodón de azúcar que debe ofrecer una buena feria. Dicen que este año está dedicada a la literatura nórdica. Espero entonces que el amigo Diego Moreno, de Editorial Nórdica, vea abarrotado su puesto, y, barriendo un poco para casa, que las multitudes dejen algo para Alba, tal vez el Johannes Climacus, de Kierkegaard, o La edad peligrosa, de Karin Michaëlis, la primera autora en novelar la menopausia. Pero no tentemos a la unificación. Una feria tiene que ser variada y asombrosa.

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