Luis Landero: «No uso la palabra felicidad, la tengo descatalogada»
El escritor publica 'Una historia ridícula', novela de tintes tragicómicos, como la vida misma, cuyo protagonista es un personaje extravagante y peculiar, muy alejado de su creador
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Iniciar sesiónFue Carmen Martín Gaite (1925-2000) quien le enseñó a bailar a Luis Landero (Alburquerque, Badajoz, 1948). Lo suyo eran los pasodobles, esos bailes 'agarraos' en los que convenía dejarse llevar por una buena pareja. Y 'Carmiña' lo era. Eso y una gran ... conversadora, capaz de deleitar a su interlocutor con cuantos temas pasaran por su cabeza. Landero se acuerda de ello mientras observa, en su casa del madrileño barrio de Chamberí, los ejemplares de su amiga que tiene en una de sus librerías, donde los libros están ordenados alfabéticamente. El escritor es un lector ejemplar, y recuerda las tramas con la misma precisión que cada anécdota vivida. Lleva muchas a sus espaldas, casi tantas como novelas, siempre esperadas como las 'Aguas abril' de su paisano Luis Pastor . En la última, 'Una historia ridícula' (Tusquets), Landero recupera a Marcial, un personaje al que 'creó' hace años, pero al que volvió durante los primeros días del confinamiento para dar rienda suelta a su voz entre trágica y cómica.
Hablemos de Marcial.
De Marcial, sí… Una pena que no esté él aquí para hablar en su propio nombre.
Tendrá que hacerlo usted como su creador…
Pero yo no sé hasta qué punto estoy capacitado para hablar de él…
Como lectora, yo tengo bastante claros los sentimientos que despierta en mí, entre el rechazo y el cariño.
Sí, sí, supongo, sí…
¿Y usted, como autor, qué siente hacia él?
Es un personaje tan alejado de mí, tan ajeno a mí que no tengo apenas sentimientos definidos por él. A mí me parece gracioso. Es una mezcla de sabiduría y extravagancia. Yo es que conozco a muchos 'Marciales', son gente que vive un poco en los suburbios de la alta cultura, porque la vieron entre visillos, pero no tuvieron acceso a ella y, entonces, la respetan mucho. Son un poco solemnes, leen algún premio Planeta, algún Nobel, intentan cultivar eso que entrevieron. Yo sé que es un personaje que puede despertar antipatía, pero la comicidad lo redime de esto. Yo me he divertido mucho escribiéndola, porque para mí tiene mucho de novela cómica.
Es una tragicomedia, en realidad.
Sí, entre trágico y cómico, sí. Schopenhauer decía que vista desde fuera la vida de cada individuo ofrece un espectáculo trágico, pero si uno se acerca y mira las pequeñas cosas la vida resulta un sainete. Este es un hombre que por un lado tiene unas ideas trascendentes, trágicas, una filosofía, pero por otro lado resulta un sainete su vida, siempre enredado en pequeñas minucias. Es un personaje muy antiguo, hace ya más de treinta años escribí una cosita sobre él…
¿Y lo ha recuperado ahora?
«Difícilmente una belleza no puede tener un fondo de horror salvo la belleza kitsch, la belleza un poco cursi»
Sí, era nada, una paginita, pero me gustó tanto el tono de ese personaje… Porque la manera de hablar a veces te revela al personaje. Eso se me quedó y durante muchos años pensé en retomarlo. Y justamente lo retomé el día que nos confinamos. Cuando lo puse a hablar ya no paró, yo pasaba a limpio lo que él iba diciendo.
Al final de la novela, cuando asistimos al desenlace de esa escena coral y nada festiva, Marcial dice que la vida, en estos tiempos, es «intrascendente y caprichosa». ¿Está usted de acuerdo?
Pues un poco sí, pero no de ahora. Las novelas de Kafka, a pesar de su profundidad, cuentan cosas un poco banales, y a través de esa banalidad, de minucias, nos habla de un modo muy perturbador de la condición humana. Esto es muy viejo, no es de ahora, ni mucho menos, no es por internet, esto viene de muy atrás, por lo menos viene de la edad poscontemporánea, que probablemente aparece después de la primera guerra mundial, que es cuando realmente se funda nuestro tiempo.
¿La literatura nos ayuda a dotar de cierta trascendencia a la vida?
Por supuesto que sí. Hasta las cosas más triviales, si están bien contadas, tienen un aire de belleza, de algo que te atrapa, que te fascina, que te enamora. Te puedes enamorar de la narración, de las historias…
De las palabras.
De las palabras, de la invención de las historias, que es algo tan connatural al hombre.
Y tan antiguo.
«Esto de la pandemia vale por Epicteto, por Marco Aurelio y por Montaigne. El que ha vivido esto puede decir que ha leído a esos tres»
Y tan antiguo, porque yo creo que lo primero que hace el hombre es inventar una historia.
Para sobrevivir…
Claro, y luego sencillamente para contar lo que le ha pasado a lo largo del día. Yo me imagino que cuando nuestros antepasados llegaban a la cueva y empezaban a hablar contarían lo que les había pasado a lo largo del día. El hombre es un animal narrativo.
Ha mencionado la belleza… Marcial dice: «No creo que haya belleza que no encubra un fondo de horror». ¿Qué es la belleza para Luis Landero? Y ahora me acuerdo de la canción de Aute…
Ah, es verdad, sí, sí, sí, «la belleza, la belleza, la belleza…» (tararea). Qué gran tipo Aute. La belleza es lo que te emociona… ¡Vaya pregunta! (ríe) Tendría que ponerme a escribir (ríe). Belleza es aquello que te conmueve y que además hace que salgas de ti mismo, de tu yoísmo, de tu egocentrismo, y hace que, de pronto, tu yo desaparezca confundido con una visión del mundo que es muy superior a ti. La belleza siempre es algo que te trasciende a ti mismo. Cuando escuchas música, cuando lees un buen libro, cuando ves un paisaje, cuando ves a unos niños jugando en la plaza, de pronto te visita esa sensación de belleza, esa conmoción que hace que te olvides de ti mismo y te hagas como leve, como si fueras transparente en lugar de opaco, y entonces descubrieras lo que el mundo tiene de maravilloso. Pero no hay belleza sin horror, porque precisamente cuanto más bello es el mundo el fantasma de la cosa efímera de la vida y de lo que es la condición humana y nuestro triste destino de la muerte y el olvido hace que también tenga un fondo de horror. Difícilmente una belleza no puede tener un fondo de horror salvo la belleza kitsch, la belleza un poco cursi.
Ese fantasma ha estado siempre ahí, pero parece que en los dos últimos años se ha quedado a vivir con nosotros…
Sí, porque la muerte parece más cercana. Debería ser una cura de humildad, esto de la pandemia debería ser como leer a Epicteto, vale por Epicteto y por Marco Aurelio y por Montaigne. El que ha vivido esto puede decir, más o menos, que ha leído a esos tres. Es una lección de sabiduría, de vida, para el que la sabe aprovechar.
Habrá el que nada saque de todo esto.
«Estoy bajo seudónimo en Twitter, no intervengo nunca, pero me gusta visitar ese suburbio como espectador»
No, nada. De todos modos, se ha ocultado la muerte en esto de la pandemia, se han ocultado los ataúdes, los crematorios, y quizá sea bueno ocultarlo, porque ya bastante dura es la vida y bastante duro es nuestro destino como para tener que hacer alarde de él.
Me pregunto si habríamos ganado algo viéndolo…
No, yo creo que no hubiéramos ganado nada, porque todos lo sabemos, a pesar de que es un pensamiento que rechazamos, porque a nadie le cuadra la muerte. Que mueran los demás, sí, pero que muera él, no. A veces es bueno pensar en la muerte. Yo pienso mucho en la muerte, lo tengo muy asumido desde hace tiempo. No hay filósofo que no encare este tema. La pandemia es como un espejo que nos ponen delante…
Pero eso dependerá de cada uno.
La gente prefiere no pensar en eso, y probablemente hace bien. Incluso los sabios muy conscientes dicen que no se debe pensar en eso. Dicen los filósofos que filosofar es aprender a morir.
Ha hablado del 'yoísmo' y el 'egocentrismo' al mencionar la belleza. Pero yo tengo la sensación de que ambas cosas tienen un papel cada vez más importante en nuestra sociedad.
Sí, es cierto, y yo creo que es por las redes sociales. Twitter y todo esto ha hecho que el yo y el yo y el yo y el ser el protagonista delante de muchos, ese ego… Yo estoy bajo seudónimo en Twitter, no intervengo nunca, pero me gusta visitar ese suburbio como espectador, aunque le dedico muy poco tiempo. Me parece que hay que saber de qué va eso, y efectivamente es la exaltación del yo completamente. Los románticos se quedan muy pequeños al lado de lo que es Twitter, que hablen de ti aunque sea mal, que hablen, que hablen, ese 'yoísmo', que en el fondo es el afán de permanencia, es algo contra la muerte, también. Hablar de mí mismo es una cosa que me cansa y a veces me irrita. Me parece mucho más interesante el mundo que yo mismo, yo ya bastante tengo con convivir conmigo las 24 horas del día.
Bueno, por eso es escritor.
«Hablar de mí mismo es una cosa que me cansa y a veces me irrita. Me parece mucho más interesante el mundo»
Sí, sí, sí, porque efectivamente un escritor es el que observa el mundo, el que ve, el que se interesa por las cosas.
Y la importancia que algunos se conceden…
Ah, bueno, sí, sí… Y además es tan ridículo, eso sí que es una historia ridícula.
No tenemos remedio…
No, no, yo creo que no. Además, cuando uno lee un periódico, cuando uno ve las tonterías del mundo, se preocupa. Pero si uno piensa que el hombre es estúpido fundamentalmente, entonces todo encaja. Dices, claro es que es estúpido, ahora entiendo todo. Si partes de una cierta estupidez congénita que hay en el ser humano, todo encaja mejor.
Cito a Marcial: «Vivimos en un mundo ilusorio, donde es casi imposible distinguir entre las apariencias y la realidad». ¿Es la escritura una herramienta esclarecedora en este sentido?
No lo sé, pero sí es verdad que la literatura muestra lo que de esencial hay en la vida, remite a una cierta esencialidad. Si pensamos en el siglo XIX, en qué sería sin los escritores, sin filósofos, sin músicos, sin pintores… sería un yermo, todo habría sido pasto del olvido. Gracias a eso sabemos cómo vivían, cómo era la vida. Lo que te muestra es el bullir de la vida, el latir de la vida. El pasado late y gracias a la literatura nuestro siglo XVII, por ejemplo, late, como si tuvieras un pájaro en la mano, sientes el latido; sin eso, el siglo XVII estaría muerto… La literatura recoge la vida y te la muestra, te muestra ese latir de la vida y sentimos el latido de nuestros antepasados, nuestros queridos antepasados. Y gracias a eso sentimos que pertenecemos a una tribu maravillosa, bueno y también lo contrario, y también maquiavélica y terrible.
Es que uno no es esencialmente bueno por naturaleza, la maldad también es inherente al hombre.
«En ti puede estar latente la maldad, solamente hacen falta las condiciones apropiadas para que surja»
Por supuesto que sí, y en ti puede estar latente la maldad, solamente hacen falta las condiciones apropiadas para que surja. Y sí, es bueno saber esto. Tenemos que aprender la lección de todo esto. Decía Hobbes que la historia de la humanidad se asemeja al sueño de un tigre, y es verdad. Si uno mira un libro de Historia… qué de horrores, ningún animal hubiera conseguido este catálogo de atrocidades. Pero, a la vez, también dices: cuánta belleza, cuánta bondad…
Es el ying y el yang.
Sí, sí, sí, pero en ese latir que hablábamos antes están también las guerras. Si no existieran los escritores y los filósofos lo único que sabríamos son guerra y luchas por el poder, sería una historia, un pasado descarnado y reducido a eso. Gracias a los escritores y demás conseguimos también saber algo mucho más importante, que es que nuestros antepasados vivieron, amaron, sufrieron, fueron, vinieron, se divirtieron, cantaron, y gracias a eso lo sabemos. Sin los libros no existiría el pasado.
Durante los peores meses de confinamiento la gente tuvo mucho tiempo y hubo quien no supo qué hacer con él, y con el aburrimiento llegó la desesperación. No sabemos aburrirnos. Marcial dice que «sólo aprendiendo a aburrirnos sin angustia ni culpa conseguiremos evitar las fatigas de una guerra que tenemos perdida de antemano». ¿Usted se aburre mucho?
No suelo aburrirme, no, no, no, pero es que me entretengo con cualquier cosita, viendo un partido de fútbol, viendo cualquier cosa en la tele. Es verdad que mientras existe la lucha por la vida no existe el aburrimiento. Pero una vez que llega la abundancia, que llegan las comodidades, aparece el fastidio de vivir, el qué hacer con la vida, el buscarle un sentido a la vida.
¿Y por qué ese miedo tan contemporáneo al aburrimiento?
Sí, es verdad, y además es un insulto tremendo decirle a alguien que es aburrido. Todo el mundo tiene que ser divertido, todo tiene que ser festejar.
Por no hablar de la casi obligada felicidad…
«Si partes de una cierta estupidez congénita que hay en el ser humano, todo encaja mejor»
Esto de la felicidad es tremendo. Yo es una palabra que tengo descatalogada, yo no uso la palabra felicidad; yo paz y un poco alegría, hasta ahí llega lo que yo pido y lo que deseo a los demás. La felicidad es un cuento, salvo para los enamorados y los que realmente consiguen ser felices. Pero el tedio es tremendo, el cansancio de vivir y, además, cuando alguien realmente se aburre se queda a solas con su propia condición y entonces se da cuenta del peso de vivir. Es una especie de desnudez, de pronto se queda desnudo, se queda desnudo porque no tiene nada entre manos, no tiene nada que hacer.
Por eso se evita.
Por todos los medios, lo mismo que la soledad. Soledad y aburrimiento están íntimamente unidos. Se evita la soledad, se evita el aburrimiento, y no solamente se evita, se teme. El tedio es el gran enemigo, se combate de todas las maneras y, de hecho, ha aparecido la industria del ocio, que antes el ocio no era tal industria. Yo recuerdo que en mi infancia y en mi adolescencia no había ocio, estaban la televisión, el fútbol, los toros y poco más. Pero esto ya se ha convertido en una industria que atrapa a la gente. Ahora con el móvil yo creo que la gente se aburre menos, es el mejor enemigo del tedio.
Bueno, hasta llega a enganchar.
Bueno, es una adicción, claro. Además, yo lo noto en mí mismo. La gente ya no observa, porque se aburre observando.
Basta con ir a un concierto, por ejemplo, y ver cómo la gente en lugar de disfrutarlo con sus propios ojos lo hace a través de una pantalla…
Es cierto, sí, sí, hay una interposición.
Pero eso te impide vivirlo plenamente.
Claro, claro, es ver a través de tus propios ojos, sentir con tu propio corazón, pensar con tu propio pensamiento, tocar con tus propias manos, vivir la vida de primera mano. Con todos estos intermediarios vives una vida ya usada, es lo que te dicen, lo que te cuentan. Falta esa mirada limpia, esa frescura y ese gusto por descubrir las cosas y por verlas con tus ojos y oír las cosas con tus oídos y ser tú mismo ante el mundo. Es triste, es triste.
Para terminar, Marcial sostiene que ahora la gente lo que busca, tanto en las redes sociales como en la vida privada, es dar que hablar. Pero él prefiere estar a la altura de las circunstancias. En ese momento de la novela, yo pensé en nuestra clase política, que desde luego da mucho que hablar, pero no sé si está a la altura de las circunstancias…
No, no, no, en absoluto. Nunca hemos tenido unos políticos tan ineptos y tan irresponsables. Es aquello que decía Unamuno de «Vaya melonar», eh. Es que es tremendo, no sabes a dónde agarrarte. Y, desde luego, si eso es representativo, si eso representa la mentalidad y la sociedad 'arreglaos' vamos. Yo espero que no, yo creo que la gente es mejor. A mí a veces me puede el desánimo, me desmoralizo ante el paisaje, pero a veces voy a institutos a hablar a los chavales, clubes de lectura, y la verdad que me anima, porque la gente es de otra manera.
Recupera la esperanza.
«En este país hay algo de cainismo, de malevolencia, estamos como malditos para la convivencia»
Sí, porque miras a la gente en particular, no el paisaje en general, es otra manera de ver las cosas. Eso te levanta realmente la moral. Pero no sé lo que le pasa a este país que no hay manera de establecer un clima cordial, es imposible, estamos como el perro y el gato, es un país cainita. Nunca me gustó esa expresión, siempre la rechacé, pero habrá que terminar aceptando que hay algo de cainismo, de malevolencia, de que estamos como malditos para la convivencia.
Y no aprendemos.
No, no, no, no aprendemos.
Y eso que la Guerra Civil fue anteayer, como aquel que dice.
Ay, por Dios, sí, sí, claro. ¿Habrá algún país en Europa donde la política sea tan importante como aquí? Pones la tele, política; los periódicos, todo política; Twitter, política; todo. Pero la política es una herramienta de convivencia, no es más. Ya decía Ortega que en España la política tiene un protagonismo anómalo y perverso y tóxico. Es que cuando te juntas con alguien estás hablando de política, sin darte cuenta ya estás hablando de política.
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