Juan Larrea, la voz trascendente y revelada de la Generación del 27
Su nombre, todavía, no es el primero que se escribe con tiza memoriosa en la pizarra de la Generación del 27. Sin embargo, Juan Larrea fue uno de sus miembros principales, tenido por maestro y poderosa influencia por muchos compañeros, aunque su forma de ... ser le hiciera evitar los primeros planos, los manifiestos y las fotografías del gran grupo poético.
Fue, sin embargo, íntimo de Gerardo Diego , quien siempre le hizo un hueco en revistas ultraístas como Grecia y Cervantes, de Vicente Huidobro (quien literalmente lo hechizó en diciembre de 1921, en una conferencia en el Ateneo), de César Vallejo. Y dejó una ingente (y exigente) obra poética («Versión celeste» es el eje principal) que no fue editada hasta 1969, en Italia, por Eiunadi. Un año después, se publicaba en castellano por Barral, en edición de Luis Felipe Vivanco. Ahora, la Fundación Banco Santander recupera el quehacer del poeta bilbaíno, dentro de su colección Obra Fundamental, en una edicion del hispanista italiano Gabriele Morelli, bajo el título de «Poesía y revelación». El libro incluye la ya citada «Versión celeste», los textos más significativos de una obra prácticamente desconocida, «Orbe», así como su intensa faceta de ensayista representada por «Rendición de espíritu», «El surrealismo entre viejo y nuevo mundo» y «La espada de la paloma».
Destacada importancia
Una importancia no sólo recogida por su gran amigo y mentor Gerardo Diego, sino también por el propio Alberti, por Bergamín, por Luis Buñuel, quien solía decir, «Larrea, no eres de este mundo». Incluso por Luis Cernuda, tan poco amigo de darles jabón a sus colegas, tirándole de paso una buena puya a Juan Ramón: «Cuando algún poeta del 98, como Jiménez, estimándose todavía criatura única se erguía frente al mundo para intimarle su desprecio, Larrea afirma la insignificancia en el mundo de la vida del poeta y de la obra del mismo. Precisamente, es esa insignificancia de la poesía e insignificancia del poeta lo que parece restituir ambos a su función y lugar respectivos. En gran parte, ese sería el concepto de la poesía y el poeta que pronto habrá de imponerse como más carácterístico de esta generación».
Al final de los años veinte, lejos del epicentro de la poesía y la literatura españolas, Juan Larrea vive ya en París y continúa la redacción de su gran obra lírica: «Versión celeste», una poesía trascendente, despojada de mundanales y de ruidos, heredera de los místicos españoles, y escrita en francés. «Un hecho insólito»; como explica Gabriele Morelli. Aunque tenga una explicación, y no baladí, precisamente: «Larrea -continúa Morelli- escribe en francés porque la lengua francesa puede ofrecerle una experiencia nueva, le sirve para lanzarse a la búsqueda de otro yo, le sirve de acicate y de guía, en su camino de experiencia mística y poética».
Poesía y revelación, columnas de una obra que merece ser conocida y reconocida, una obra que, como subraya Morelli, «es un lugar donde lo irracional irrumpe continuamente como saber profético indispensable para conocimiento de la parte espiritual y oculta del ser».
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