Lawrence: sueños, drogas, manías y música pop según el artista con más mala suerte del mundo
Will Hodgkinson se sumerge en la vida y el universo creativo del líder de Felt, Denim y Mozart Estate en la biografía 'Superestrella de las calles. Un año con Lawrence' (Contra)
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Carlos Sala
Barcelona
«Soy el artista con peor suerte del mundo». Así se define Lawrence, músico de culto de las profundas catacumbas de la escena underground inglesa de los años 80. Su ansia de encontrar el éxito masivo siempre quedó frustrada por una misteriosa fuerza ... que derrumbaba todos sus sueños y los convertía en deseos prohibidos, casi pornográficos. Con Felt consiguió enamorar a los músicos, pero a pocos más. Con Denim iba a convertirse en un abanderado del brit pop de los 90, pero la muerte de la princesa Diana hizo que se retirara su single, 'Summer smash', cuando ya era número uno. En los 2000 empezaron a agudizarse sus problemas mentales, su incapacidad de vivir en la realidad y el comienzo de un desamparo que acabó por llevarle a vivir en mugrientos hostales, cuando no en plena calle. «A veces creo que soy mala persona y me merezco mi mala suerte. Pero entonces veo a otras estrellas del pop, su poco talento, lo que tienen y lo malas que son, y se me pasa», confiesa en declaraciones a ABC.
Ahora, este artista maniático, solitario y antisocial deja ver los secretos de su azarosa existencia en el libro 'Superestrella de las calles. Un año con Lawrence'. de Will Hodgkinson. Todos los viernes, el escritor acompañaba al músico por los barrios obreros del norte de Londres, mientras éste le contaba su vida, desde su difícil relación con sus padres en el Birmingham de los años 70 a su ansiado renacimiento en los 2020 después de años de indigencia, problemas mentales y colapso emocional. «La realidad nunca ha estado a la altura de mis sueños o expectativas. Sólo ahora, con el libro, he empezado a sentir por primera vez lo que es la fama. La gente me para por las calles para saludarme. Antes sólo era para robarme o confundirme con una señora mayor», afirma Lawrence.
Su familia no era ejemplar, pero tampoco terrible. Su relación con su madre era distante, cuanto menos. Su padre era un adicto al juego. Su hermana, con la que sí existía más complicidad, quedó embarazada a los 16 años. La única vía de escape que tenía para una vida sin alicientes ni estímulos fue la música. «Éramos pobres y sólo me compraba tres discos al año, uno para mi cumpleaños, otro para Navidad y otro cuando alguien tenía suerte y se apiadaba de mí. Para mí eran como la Biblia. Vivía a través de ellos. Todavía tengo memorizados todas sus letras», comenta.
Gente como Television, T-Rex o David Bowie se convirtieron en su verdadera familia y decidió que él formaría una banda y se convertiría en la nueva superestrella del pop llegado de las Midlands inglesas. «Fundé Felt y creía que hablaríamos de literatura, que iría a galerías de arte con hermosas mujeres y que la vida sería sublime, pero lo único que encontré fue músicos que sólo querían beber y emborracharse», señala.
A principios de los 90 se marchó a Nueva York y creía que viviría la bohemia más sofisticada, compartiendo mesa con Lou Reed o Patti Smith, pero lo único que consiguió es estar solo en un apartamento ridículo. Al menos le permitió escribir de un tirón el primer disco de su nuevo proyecto, Denim, una banda más festiva, directa, divertida, acorde con los tiempos, que tenía que convertirle a él en algo así como el verdadero Jarvis Cocker. Y a punto estuvo de conseguirlo, pero el accidente de la princesa Diana hizo que su canción 'Summer smash', auténtico hit del verano, desapareciese de las radios por un contenido que parecía demasiado insensible con la tragedia. «Nunca he dudado de mi talento. Siempre creo que lo que hago es lo mejor del mundo. Esto me ha hecho dar muchas vueltas sobre la razón de que no haya alcanzado un éxito que otros sí han obtenido. Y a pesar de todos mis fracasos, he continuado. Nunca he caído en la tentación de conseguir un trabajo y vivir la realidad. A mí sólo me interesa vivir mis sueños. Mi historia no es un relato de éxito, pero sí de resiliencia», asegura.
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En 1984 visitó nuestro país por primera vez. En 'Youtube' todavía se puede ver su actuación en Barcelona, en uno de los pocos directos que se conservan de la banda Felt. En esa breve visita se enamoró de Angels, una presentadora de televisión que introducía los conciertos. Y todo fue bien hasta que, unos meses después, ella fue a verle a Birmingham. «No sabíamos lo que decirnos. Tenía todas estas expectativas en la cabeza y la desilusión fue demasiado grande. La historia de mi vida», aclara.
En su presentación en Barcelona del libro, la propia Angels vino a verle, incluso le hizo una pregunta, «¿Ha valido la pena todo lo que has sacrificado por la música?». La respuesta de Lawrence, contundente. «No podría haber sido de otra manera». «Ella no había cambiado nada. Fue agradable verla. Además se fue pronto, no quiso conversar por conversar, así que estuvo bien», dice Lawrence.
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Miriam González RuizCon 22 años ya tiene media vida hecha, discos, fama y giras mundiales
A sus 63 años ha dejado atrás su coqueteo con la heroína, ha conseguido estabilizar su difícil relación con la realidad y cree firmemente que el éxito masivo todavía es posible. «El libro ha abierto esta posibilidad. Ahora sólo hace falta que aproveche la atención que he conseguido», dice. Lo que no ha hecho nunca, no hace y no hará será comer. No come. Literal. En su visita a Barcelona, le horrorizó ver a su comitiva entrar en un bar de tapas. Odia ver a la gente comer y lo único que tolera es el chocolate, siempre el mismo, y alguna fruta. «En el teatro y en televisión, para dar mayor realismo a la escena, ponen al actor o la actriz de turno comiendo y yo no lo soporto. Es superior a mis fuerzas. Algún día caeré muerto y dirán que ha sido por malnutrición, pero eso superior a mis fuerzas. Sólo comería si tuviese un chef personal de tres estrellas Michelin. Son tan perfeccionistas como yo y sus platos estarían a mi altura», dice serio y altivo.
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