Flamenco
Francisco Moreno Galván con el grito por delante
La Reunión de Cante Jondo de la Puebla de Cazalla que él creó junto a otros artistas y aficionados celebra hasta el 8 de julio su LIV edición
Los mil sudores de José Menese
Luis Ybarra
La portada del disco 'La palabra' representa a la perfección el significado de su obra: un collage de letras en lucha. «Miedo», «Libertad», «Éxito», «Llanto»... Ese álbum, en el que se incluyen algunos cantes emblemáticos de José Menese, como la farruca 'Cayó al suelo una ... paloma' inspirada en el universo pictórico de Picasso o la guajira de la familia honorable, es del 76, cuando España se abría al aire democrático. La Reunión de Cante Jondo de La Puebla de Cazalla se celebra hasta el próximo 8 de julio. Y en su acervo la huella de Francisco Moreno Galván, autor de las artes gráficas de ese mítico LP de Menese y uno de los artífices para la creación de este festival en 1967, sigue latente. Pasen si no por estos párrafos.
Él prefirió, en todo caso, perder a un cantaor, pero ganar a un hombre. Y por eso hizo de Menese un artista con fondo, forma y enjundia. Moreno Galván, quien da nombre a una peña flamenca que cumple 25 años, fue la simiente para la proliferación de un tejido artístico que se mueve dentro de una paradoja: aquellos revolucionarios de pensamiento eran también ultraconservadores en lo que a la música se refiere, por eso lo único novedoso fue el mensaje contra el poder. Cambiaron el contenido, pero no el continente.
El morisco fue así un artista plástico, poeta, letrista, motor cultural y, en definitiva, ideólogo que se convirtió en padre de una generación de cantaores sumamente áridos: además de Menese, Manuel Gerena, Diego Clavel y Miguel Vargas fueron otros de los que entre los 60 y 70 arrancaron sus carreras con sus versos en el paladar. Con sus ideas: «Quien tenga aguante que aguante/que yo como no lo tengo/salgo a la calle a buscarte». Escribía, pintaba, esculpía, exponía, realizaba portadas y, sobre todo, formaba de manera integral, porque Diego Clavel, por ejemplo, era un albañil de la Baja Andalucía que de pronto se vio en la capital junto a la intelectualidad de la época: Fernando Quiñones, Antonio Gala, Caballero Bonald y toda esa pléyade de pensadores. Jondos pensadores, por cierto. Aficionados cabales a un misterio todavía sin resolver. Aficionados, además, que terminaron siendo promotores de esta cultura. Bonald, en este sentido, firma y produce la mayor parte de la discografía temprana de Diego Clavel.
El cante de La Puebla de Cazalla, a los ojos de hoy, o a los oídos, mejor, parece tener unos cánones definidos. Antes de aquella generación, sin embargo, no existían tales, pues otras voces despuntadas como la de La Niña de la Puebla no tenían demasiado que ver. Estos eran fatigosos y expresivos, escasamente ornamentados y centrados en una baraja determinada de palos. Bulerías, pocas. Seguirillas, soleares y otros cantes en desuso como la mariana, el garrotín y los caracoles, muchos. Estaban a la estela de Antonio Mairena, pero con registros y miradas propias. Lo de Menese ya es insólito: será el único intérprete de la historia que se hace popular cantando por tonás. De temitas, nada: a palo seco en el 'Romance de Juan García' para darse a conocer.
Algunos se han sorprendido al ver perfilada la figura de Francisco Moreno Galván, con un fortísimo compromiso con la izquierda del pasado siglo, en ABC. Esos no han entendido la trascendencia de su obra ni la libertad de la que se goza en este medio. Su palabra es tan poderosa que trasciende la ideología para emocionar tanto a contrarios como a los que carecen de ella: «Qué hermosa es la libertad/aunque algunas veces cavilo/que siendo cosa tan grande/esté pendiente de un hilo». No se dirige a los votantes, sino a los hombres. Extrañamente, la letra que cobró mayor envergadura es esa que nos trae una imagen rural fácil de extrapolar a los pasillos de una oficina o cualquier otro resorte de la vida cotidiana: «Señor que va a caballo/y no da los buenos días/si el caballo cojeara/otro gallo cantaría».
Pintó a través de la mancha y compuso por medio de la contención. Sus estrofas tienen una violencia anunciada que no se desata, igual que ninguno de los cantaores a los que encumbra y para los que escribe se excede o permite concesiones a los oídos neófitos. Que colocó el arte por delante queda reflejado en una conocida anécdota. Diseñó una casa para José Menese completamente absurda y disfuncional, pero perfectamente artística. Abstracta, digamos, como algunas de sus piezas que se exhiben en el Centro de Arte Contemporáneo José María Moreno Galván. En el documental 'Menese', la viuda del cantaor se queja de la difícil habitabilidad del lugar donde vive. Pero qué vivienda. Esa casa es una seguirilla laberíntica. El arte, como digo, por delante.
La Puebla, por su parte, es oscuridad. Como Galván. Y a estas alturas no sé si Galván es la Puebla o La Puebla es Galván, pero en carboncillo se me descubre el paisaje cuando cito ambos nombres de memoria. Estos días verán en su festival a José de la Tomasa, quien canta lo que escribe. También La Yiya, que grabó el álbum 'A fuerza de corazón' con parte de su poesía inédita, Jesús Méndez, Elu de Jerez, Cancanilla de Málaga, El Turry o Miguel de Tena. Hay exposiciones y recitales. Cartelería con su sello y actividades, en suma, que recuerdan aquel paisano que desde el tenebrismo, el grito y la sombra creó las páginas más luminosas de esta bella localidad.
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