Crítica
'Moderaditos', de Diego S. Garrocho: La moderación como provocación
El filósofo y columnista escribe una apología de la moderación: «Pensar de forma intempestiva es pensar contra tu época»
Diego Garrocho: «Los periodistas y los filósofos persiguen la misma presa, la verdad»

Diego S. Garrocho (Madrid, 1984), quizá cansado de que desde el twitter profundo lo tachen de 'moderadito' por mantener a menudo posturas políticas a caballo entre los extremos, ha hecho suyo el término para reivindicar la «valentía» de ser un 'moderadito'. Es desde esta ... posición donde se puede ejercer el pensamiento libre y, sostiene, se expone uno a la contradicción. Frente a los 'radicalitos', que no dudan, que exponen sus «excesos» aprendidos en «cámaras de eco dopantes», el 'moderadito' sabe abrazar el disenso y pensar de verdad: «Pensar de forma intempestiva, esto es, pensar contra tu época». La moderación no tiene nada que ver con la educación ni con la cortesía política –que «no necesitan una justificación explícita ni ninguna teoría compleja para legitimarse»–, sino con «impugnar» el marco de discusión actual: «En tiempo de polarización y extremismo, no habría nada más valiente que defender la moderación».
'Moderaditos'

- Autor Diego S. Garrocho
- Editorial Debate
- Número de páginas 112
- Precio 12,90 euros
- E-book 6,99 euros
Filósofo de formación y columnista –en ABC fue jefe de Opinión–, Garrocho tira en esta pequeña apología de la moderación de referencias del pensamiento, con algunas tan atinadas como la de Sócrates. «Una colectividad de hombres mediocres, asistidos por una facultad legal y democráticamente instituida, decidieron condenar a muerte al que era considerado el hombre más justo y sabio de Atenas», expresa. Con esto quiere decir Garrocho que las masas y las turbas no tienen razón por ser muchos, sino que «con frecuencia pueden incentivar la comisión de actos execrables». Y culpa de esta «belicosidad verbal» que ha inundado el debate público de este país a los medios de comunicación de prestigio, que se han dejado arrastrar hacia el fango igual que los partidos políticos y los opinadores.
El diagnóstico parece adecuado. Tiene razón Garrocho al decir que «nadie eleva el tono cuando sabe que está venciendo en un debate» o que «la provocación permanente no es más que la forma en la que se expresa una cierta adolescencia intelectual». Pero, ¿cómo puede articularse esta vía 'moderadita' en una opción política? A esto el autor del libro no le dedica tantos esfuerzos. «La moderación suele ser una receta imbatible para decepcionar», admite, y al fin y al cabo los partidos no son sino la consecuencia de sus votantes. También habrá quien le pueda rebatir a Garrocho que no solo desde la moderación se ejerce el pensamiento libre y valiente: en los extremos también hay convicción en unas ideas propias. Muchos han llegado hasta ahí decepcionados por la dejadez intelectual de las vías tradicionalmente 'moderaditas'.
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