Martin Parr: un guiri curioso y lúcido

Casi 'ipso facto' se dan media vuelta, seguramente pensando que no han venido desde tan lejos para ver fotos de turistas tostándose al sol –verse a sí mismos– y que para pieles 'colorás', las suyas. Seguramente tampoco sepan quién es Parr, tal es la ignorancia o la asunción del 'dolce far niente' del turisteo, que ni siquiera está permitido el beneficio de la duda.

Y es que, lo primero que encontramos en la puesta en escena de este proyecto específico (que coincide con otro, 'AlmeriPARR', que se celebra en el almeriense Centro Andaluz de la Fotografía (CAF), una retrospectiva del británico en la que encontramos 353 imágenes de toda su trayectoria, incluidas las que realizó en su estancia en Almería en los noventa), con 104 obras tomadas en la provincia y la capital, son imágenes de las playas malagueñas repletas de bañistas, de gente corriente disfrutando de la sociabilidad de ese fenómeno de masas que es el turismo.

Son fotos que enlazan con uno de los ámbitos más reconocibles del trabajo de Parr, como es la playa, que le ha llevado a recorrer todo el mundo en pos de escenas y pormenores que desembocan en categorías como lo 'kitsch' y lo hortera, que ciertamente exudan en ese espacio de desinhibición.

Este proyecto insiste en la línea de trabajo de Parr en torno a la tensión entre el turismo y las identidades locales. Desde luego, Málaga es un lugar idóneo para atisbar en qué medida esta tensión puede devenir conflicto, hasta qué punto ese fenómeno está interfiriendo en la vida de los vecinos, produciendo una transformación sentida, en muchas ocasiones, como adversa. Parr posee una mirada lúcida, tan divertida como cáustica –marca británica–, capaz de advertir cuestiones gruesas bajo la aparente intrascendencia y lo relajado del ocio y lo turístico.

El espíritu de William Hogarth parece latir en su trabajo. Y no sólo una mirada lúcida, ese modo de tomar posiciones en el 'campo de batalla' que, aquí, es Málaga y la Costa del Sol, sino esa agilidad que le hace localizar lo accidental e irrisorio para que, una vez puesto el objetivo sobre ello, quede trascendido. Hay tanto de instante decisivo 'cartier-bressoniano' como de olfato que lo lleva a localizar tanto lo auténtico, que va menguando en esta ciudad, como síntomas y ejemplos de la 'turistificación'.

Ahí, algunas de sus imágenes, ancladas en los códigos de la mejor 'Street Photography', nos hacen revivir la obra de otros maestros que captaron la vida de esta urbe, como Ramón Masats y, especialmente, Joel Meyerowitz, quien residió en Málaga entre 1966 y 1967.

Esa Málaga castiza, en franco retroceso, ha sabido encontrarla Parr, como una aguja en el pajar, entre tanta gentrificación y hordas de turistas. Y no sólo eso, consigue alumbrar imágenes ciertamente reveladoras, llamadas a convertirse en símbolos, como la triste bandeja de fiambre ramplón de un buffet o el Picasso-sirena con pincel enorme, a modo de falo cual Príapo –esa 'picassización' de la que habla Rogelio López Cuenca–.

Esas instantáneas se confrontan entre sí gracias al acertado montaje en mosaico, de modo que las paradojas y tensiones en las que se sume la ciudad queden evidenciadas en un golpe de vista y tras una comparación entre cada una de ellas. Siendo una fantástica opción este montaje, que acentúa el carácter mordaz y las posibilidades críticas de este panóptico de tópicos, autenticidades, vida doméstica, imposturas/simulacros y transformaciones obradas por la gentrificación, la producción es errónea –nos venden un 'desenfadado montaje'–; esto es, las fotos se exponen con imanes, encontrándose algunas onduladas.

Mención aparte merece la presencia –extraña y gratuita– de los retratos del alcalde y del presidente de la Diputación, el primero apareciéndosenos tras un visillo y el segundo en loor de multitudes. Justo es indicar la fantástica galería de retratos, de anónimos y populares, que realiza el artista. Siendo lúcidas y brillantes, lo que no pueden contar estas fotos es cómo, merced a los alquileres vacacionales, la población local está siendo expulsada del centro y de los barrios próximos, en los que se han disparado los precios de la vivienda. He ahí otra tensión