Crítica de:

'Loving the Alien' en La Casa Encendida: Una ficción de serie B

MADRID

La identidad marca la filosofía de esta cita en La Casa Encendida, en la que se identifica al distinto, metafóricamente, como 'alien'

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Instalación de Sandra Mujinga en las estancias de La Casa Encendida Maru serrano

Uno de los grandes catalizadores de los miedos contemporáneos es el alien, cuya monstruosa identidad sobrevuela el imaginario colectivo a través de vainas, abducciones y platillos volantes.

En su libro 'Alienígenas' (Siruela, 2006), el historiador e hispanista John F. Moffit señalaba que, ... en el ámbito angloparlante, el significado de la palabra trasciende lo ficcional y lo extraterrestre; por ejemplo, desde 1950, los inmigrantes que merodean por los EE.UU. son comúnmente llamados 'ilegal aliens' (extranjeros ilegales). Esta condición polisémica es estirada como un chicle en 'Loving the Alien', exposición de La Casa Encendida en integrada por cuatro artistas internacionales cuyas obras escenifican su otredad corporal, sus luchas raciales o sus particularidades sexuales.

Metamorfosis, apareamiento y canibalismo

La propuesta más sugerente procede de la coreana Anne Duk Hee Jordan (1978), cuyo campo discursivo rebasa la subjetividad identitaria para abrirse al espectáculo de la Naturaleza, cuya visión detenida ofrece perturbadoras historias de metamorfosis, apareamiento y canibalismo, protagonizadas por mariposas, anfibios y hongos.

El espacio expositivo dedicado a la noruega de origen congoleño Sandra Mujinga (1989) se encuentra sumergido en una cegadora luz verde, color canónico del extraterrestre, pero también el de las cámaras de vigilancia para la visión nocturna. Allí nos esperan unas monumentales figuras textiles que intentan evocar aquellas vidas negras invisibilizadas en los relatos coloniales.

Modelo, cantante y artista, la japonesa Mari Katayama (1987) nació con un trastorno congénito y, siendo niña, decidió que le amputaran ambas piernas. Sus autorretratos, que giran en torno a la trascendencia de aquel hecho, se caracterizan por la presencia de prótesis, esculturas cosidas a mano y gestos anodinos, como de muñeca.

La cuestión del drama biográfico, así como los vínculos entre identidad y cuerpo, también son determinantes en la obra del danés Ovartaci (seudónimo de Louis Marcussen, 1894-1985): diagnosticado de esquizofrenia e ingresado en un psiquiátrico, se sometió voluntariamente a la castración química y, poco después, se automutiló el pene.

Pese a la insistencia de la comisaria en referirse a Ovartaci en femenino, lo cierto es que este se identificó como mujer durante un breve periodo de su longeva vida. De hecho, en sus últimos años, renunció de manera explícita a su identidad femenina y pidió ser tratado como un hombre. Su obra posee el encanto sin refinar del 'art brut', en tanto que se muestra ajeno a las convenciones académicas.

Arriba, instalación de vídeo de Anne Duk Hee Jordan. Sobre estas líneas, una mujer contempla una imagen de Mari Katayama. A la derecha, esculturas de Overtaci Maru Serrano

Pero también se desenvuelve con soltura dentro de esa tradición misógina que, desde los bestiarios medievales hasta las expresiones paranoico-críticas de Dalí, animaliza la representación de lo femenino. Específicamente, Ovartaci imagina a las mujeres como reptiles, con diminutos orificios nasales, costillas visibles, labios prominentes y ojos rasgados.

Más allá de sus ambigüedades y de sus amplios márgenes interpretativos, las obras seleccionadas dejan claro el principal postulado de 'Loving the Alien': la raza, el género, la identidad, y ahora también la ecología, son los emblemas por excelencia de la otredad.

'Loving the Alien'

Colectiva. La Casa Encendida. Madrid. Ronda de Valencia, 2. Comisaria: Laura López Paniagua. Hasta el 28 de abril. Dos estrellas

Sorprende la brevedad del texto del catálogo que firma la comisaria, Laura López Paniagua, cuyo escaso afán teórico es contrarrestado por los circunloquios 'queer' del ensayo que aporta Helen Hester, profesora de género en la Universidad de West London. La exposición imagina un universo paralelo, articulado exclusivamente por políticas identitarias, donde la pobreza y las desigualdades económicas no parecen interferir en la constitución de otredades marginalizadas. Pura ficción de serie B.

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