LIBROS
José Carlos Llop: «La familia es una hermenéutica para traducir el mundo»
Entrevista
Es la voz más elegante y cosmopolita de la literatura española contemporánea. Alfaguara acaba de publicar ‘El cuarteto de la memoria’ y su libro ‘Si una mañana de verano, un viajero’ es finalista del VI Premio Bienal de Novela Vargas Llosa
'Si una mañana de verano, un viajero', de José Carlos Llop: el Mediterráneo, lectura y vida

Un niño llega en bicicleta a un colegio de jesuitas de un ciudad con puerto, el ambiente es misterioso y enrarecido; un hombre regresa a su ciudad natal para hacerse cargo de una herencia que esconde un pasado de sombras; la memoria de una familia ... mediterránea que alberga conspiraciones y adulterios, y un hombre que emprende una investigación detectivesca de la historia de su propia familia. Esos son, a grandes rasgos, los argumentos de las novelas reunidas en ‘Cuarteto de la memoria’ (Alfaguara). En estas páginas el lector volverá a encontrarse con ‘El informe Stein’ (1995), ‘La cámara de ámbar’ (1996), ‘Háblame del tercer hombre’ (2001) y ‘El mensajero de Argel’ (2004), historias escritas por José Carlos Llop a lo largo de una década y en cuya escritura refulge lo más representativo de su estilo.
El pasado, la memoria y la familia como espacio que contiene los resortes del alma humana vertebran el universo literario de José Carlos Llop. Nacido en Mallorca, de espíritu europeo, insular y mediterráneo, Llop es autor de una obra que abarca la poesía, la novela, el ensayo literario, los diarios, el relato y el teatro. Premiado y aclamado por la crítica extranjera, en Francia se refieren a él como el Patrick Modiano español. La escritura de Llop, sin embargo, se basta a sí misma para imponerse por encima de cualquier etiqueta, por ilustrativa que pueda resultar. José Carlos Llop es ajeno a la medianía, inmune a la vulgaridad de la mera enunciación. Las identidades, los territorios y los misterios que recorren sus novelas van desatándose ante el lector como los nudos de una cinta: con elegancia y humor natural. Su prosa desliza como la seda.
Prix Écureuil de Littérature Étrangère, Prix Laure Bataillon 2017 y Premi Ramon Llull del Govern Balear por el conjunto de su obra, el escritor forma parte de los finalistas del IV Premio Bienal de Novela Mario Vargas Llosa por ‘Si una mañana de verano, un viajero’ (Alfaguara). Sobre su escritura, su mirada del mundo y del lenguaje como sustancia conversa el escritor en esta entrevista.
—Además del hecho de que todas las historias ocurran en la segunda mitad del siglo XX, ¿qué une a estas novelas?
—Hay un concepto sobrevenido de unidad. El tono es similar en todas ellas. El protagonista podría ser el mismo en distintas épocas de la historia. Es importante añadir que lo que escribimos o nos ha ocurrido o nos ocurrirá. En el caso de la última novela, ‘El mensajero de Argel’, pese a que cuando empecé a escribirla no había ocurrido el 11-S, en sus primeras páginas se vive una situación parecida. Lo demás, sin embargo, es la Europa del siglo XX, sobre todo la segunda mitad. Se trata de la mirada de un niño, de un adolescente y de un joven, que, repito, parten de la misma evolución.
— ¿Es la familia su cosmos literario? ¿Su laboratorio de misterio y memoria?
—Absolutamente. Excepto en la cuarta novela, ‘El mensajero de Argel’, en la que el narrador ya no tiene familia, en las tres primeras, tanto en ‘El informe Stein’ como en ‘La cámara de Ámbar’ y ‘Háblame del tercer hombre’, todo gira alrededor de una familia mediterránea y con misterios. La familia es el código secreto del misterio del mundo y la vida. Es allí donde surge todo y se interpreta todo. La familia es una hermenéutica para traducir el mundo.
—¿Es usted un escritor europeo o insular?
—Soy ambas cosas: soy un escritor insular y un escritor europeo, de la misma manera que soy un escritor español. Sin embargo, creo que la vocación de la literatura es la universalidad. De Chéjov sabemos que es ruso, pero no lo leemos porque sea ruso o porque busquemos el espíritu de Rusia. Buscamos al hombre y al escritor, su oficio y su manera de leer el mundo y de escribirlo. La literatura es universal o no es.
—Dicen que la suya es una mirada nostálgica. ¿Cuál sería su refutación al respecto?
—No es nostálgica en absoluto. La gente confunde la memoria con la nostalgia. Y confunde un cierto tono que se puede interpretar como melancólico con la nostalgia. La nostalgia no sirve para nada, sirve para equivocarnos. La melancolía o una cierta melancolía sí propende a la meditación. Y la meditación es la base del pensamiento y de la literatura. Pero no hay nostalgia, yo suelo decir que la nostalgia es un jarabe muy espeso, que lo único que se puede hacer con ella es chapotear . Acabas por no avanzar en lo más mínimo.
—¿Qué configura a José Carlos Llop como escritor? ¿Cuál es el género literario que lo constituye?
—Diría que la relación con el lenguaje. El lenguaje es una cosa muy seria, entre otras cosas porque es lo que nos conforma. Experimento una fascinación por el lenguaje e incluso un deslumbramiento ante el lenguaje. Me gustaría morirme escribiendo poesía. Es decir, me gustaría que cuando llegue la hora que ha de llegarnos a todos, yo todavía tenga ánimos para escribir un poema, dos poemas, tres poemas… que no se haya difuminado el sentido poético de mi vida. Tal vez esa relación con la poesía ha impregnado el resto de mi literatura. Los escritores que han sido poetas se notan en su relación con el lenguaje. Piensa, por ejemplo, en Nabokov o Joyce. No tengo ningún ánimo comparativo con dos grandes figuras de la literatura del siglo XX, pero ambos proceden de la poesía y ambos escriben novela. Si los comparas con otros escritores que sólo son novelistas, el trato con el lenguaje es distinto. Por extraordinarias que sean sus novelas, hay un sentido diferente del tacto y de la voz.
—¿A qué edad fue consciente de poseer una voz propia?
—Es algo que no se halla en los primeros años de escritura, ni mucho menos. Si yo empecé a escribir sobre los 12, 13 o 14 años, en la adolescencia, que es un momento de metamorfosis, de cambio de piel, es lógico que según la manera de entender tú la vida o las cosas que te han ocurrido o las que contemplas, pues escribas de una manera determinada. Eso continúa en el tiempo, porque hay gente que se detiene. Pero yo creo que la voz propia, el sentimiento de una voz propia, fue a mitad de los años 80, escribiendo poesía, además con ‘La naturaleza de las cosas’. En la parte tercera de ese libro noté que ella estaba hablando con mi voz.
—Lleva más de 40 años escribiendo en periódicos. ¿Cómo lo lleva?
—De la única manera que se puede: con mucho humor.
—¿Qué tiene que decir un escritor en la conversación pública?
—Yo lo plantearía al revés. Es decir, ¿qué te da la prensa o qué da la prensa a tu escritura? Escribir en prensa ayuda. Te hace aprender a escribir mejor, aunque pueda parecer un contrasentido. Por supuesto que conviene saber detenerla en momentos cruciales, por ejemplo, durante el desarrollo de una novela. Pero mientras se está en una navegación de velocidad de crucero, se pueden combinar las cosas. La escritura en prensa te enseña mucho: a perfilar el lenguaje, a mirar el mundo de otra manera, no de una manera artística, sino más pedestre si quieres, pero que al fin y al cabo estiliza tu estilo. La prensa es buena para los escritores.
—Sin embargo, la prensa no los asimila.
—Salvo en algún periódico, la evolución en las últimas décadas ha sido apartar al columnista literario. Es decir, quitarle el espacio que antes tenía. No solo quitárselo, sino suplantarlo desde el periodismo. Los periodistas que escriben en periódicos se convirtieron ya hace bastantes años en los columnistas y se convirtieron en casi los colaboradores de opinión que es lo que ocurre cuando están dentro de la casa. El escritor no era un ser del todo ajeno al periódico. Se acercaba y decía aquello que consideraba pertinente. Pienso en las terceras de ABC de hace medio siglo: las de Azorín o las de María Zambrano. Todo eso ha ido perdiéndose.
—Entiendo.
—No se trata de si me entiende, sino de si comparte mi opinión. O si no está para nada de acuerdo.
—Los columnistas a veces nos tomamos muy en serio.
—Por eso te decía sobre la necesidad absoluta del sentido del humor. Porque si no, nadie sobrevive en prensa. De la misma manera que sin sentido del humor nadie sobrevive leyendo las noticias del mundo que nos ha tocado.
—Alfaguara ha publicado una nueva traducción de Proust de Mercedes López Ballesteros…
—La leí. Es extraordinaria. Es un verdadero milagro porque nos está haciendo leer a Proust casi por primera vez. Habiendo ya leído Proust, pues de repente su traducción, digo en castellano, su traducción ha hecho que nos acerquemos más y mejor todavía. Es fascinante.
— Justo por eso, porque la traducción es un hallazgo, ¿ cómo influyó en su escritura?
—Voy a contestar de otra manera. Es decir: siempre he traducido, pero yo no soy un traductor profesional. He traducido para leer mejor. Es decir, para acercar la poesía o la prosa de un escritor en otra lengua a mi poesía o mi prosa, para poder disfrutarla a mucho más. Cuando es con este objetivo, sale bien. Ahora, ¿en qué me ha ayudado? Yo creo que los distintos autores que he elegido a lo largo del tiempo para traducir, para prologar, incluso en el caso de alguno como Pierre Le Tant, ha configurado una especie de constelación de mi mundo privado. Todos ellos han contribuido a que, no a que yo sea como soy, a que escriba como escribo. Porque escribir es la manera exacta de ser.
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