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El guiñapo liberal
Así se urde la trama. Primero se arrasan costumbres y redes de apoyo. Después el individuo queda atomizado y entregado al mercado omnipresente
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Iniciar sesiónSe nos arenga a escoger entre entre perros y gatos, entre veganos y carnívoros y entre curas y 'coaches'; dicotomías que nos obligan a posicionarnos, como si la vida fuera la papeleta de un referéndum perpetuo. Sobra decir que algunas de esas dicotomías no ... son sino muñecajos de utilería fabricados para que el público aplauda, salte y se despepite mientras lo despluman. Y la más falsa de todas ellas, la más solemne y la más tramposa, es la que enfrenta Estado e individuo.
Quede constancia, por si alguno se rasga las vestiduras, de que esto es sabido desde los albores de la Modernidad. Cuanto más se amplía la esfera del individuo, más engorda el Estado. Como dejó escrito Hegel, la voluntad individual sólo puede desplegarse bajo el andamiaje racional de las instituciones estatales. En otras palabras: cuantas más libertades se proclaman, más colosal ha de ser el armazón que las garantice. Por eso la hipertrofia estatal no es negación del liberalismo, sino su consecuencia natural.
El casco se hace astillas y cada cual se descubre solo, braceando en la marejada
Se nos repite que «estamos todos en el mismo barco», pero pronto el casco se hace astillas y cada cual se descubre solo, braceando en la marejada. Sin brújula ni amarras, el individuo se consume en su propio oleaje, naufragando entre las cifras y los espejismos. Cosa bien distinta es ser persona: sólo quien rehúsa trocar su alma por guarismo puede hallar arraigo en la comunidad.
Así se urde la trama. Primero se arrasan costumbres y redes de apoyo. Después el individuo queda atomizado y entregado al mercado omnipresente. «Es entonces —escribió Tocqueville hace dos siglos— cuando vuelve sus ojos hacia esa enorme entidad que es la única que se alza entre tanta degradación universal». Alzándose en lontananza, el compasivo Leviatán le tiende la mano. ¡El caramelo envenenado de la libertad negativa! A falta de redes familiares y vecindarios, psicólogos de la pública y ordenanzas que expiden formularios...
El muñeco liberal, entretanto, se contorsiona en su teatrillo, proclamando su autonomía, sin advertir que los hilos del titiritero relucen bajo el foco. Luchar contra el estatismo blandiendo el individualismo es como intentar apagar un fuego echando gasolina. Estado y Mercado son dos bestias que, fingiendo combatir, bailan enroscadas. Conque ¿cuál de ellas elegir? Pues ni una ni otra, señores. Ni Leviatán ahíto ni guiñapo liberal: comunidad.
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