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Contra el tiempo
Ha pasado de rondón, sin repique de campanas ni salva de cañonazos, el centenario de un pionero español
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Iniciar sesiónHa pasado de rondón, sin repique de campanas ni salva de cañonazos, el centenario de un pionero español. ¿Qué otra cosa cabe esperar de un país que tiene por costumbre extender alfombra roja al forastero y alzar la ceja al paisano? José María Herrero Marzo ... vino al mundo en Galve, pueblecito del altiplano turolense al que puso en los anales de la paleontología. Autodidacta pertinaz, aprendió antes a descifrar las cicatrices de la roca que a hojear el periódico. Este julio habría cumplido cien años.
¿Qué le llevó a sospechar que aquellas lomas ocres y aquellos barrancos pelados, por donde el Alfambra arrastra su hilillo de agua, escondían capas del Cretácico como hojas de un códice sepulto? Corrían los años cincuenta y Herrero alternaba los aperos de labranza con los trebejos del paleontólogo.
Era uno de esos agricultores que medían el tiempo por la sombra de la sabina y no llevaban en la muñeca un iWatch con lucecitas. De ahí le venía el temple de quien sabe que el mundo no se anda con prisas. Empuñando el cepillo de cerdas arrancaba, milímetro a milímetro, la costra endurecida de los milenios. Y así, a fuerza de hurgar en cañadas y taludes, acabó desenterrando el ‘Aragosaurus ischiaticus’, el dinosaurio más antiguo aparecido en España.
Andando los años marcó en el mapa más de sesenta yacimientos. El ‘Galvesaurus herreroi’ llevará, mientras dure el mundo, su apellido y el nombre de su pueblo. Porque a uno le pueden quitar un busto o una placa conmemorativa, pero no arrancarlo de la taxonomía linneana.
Sus hallazgos, que custodia el Museo Paleontológico de Galve, seguirán ahí cuando nosotros (y, con nosotros, nuestras modas volanderas y nuestras desmemorias) seamos ya polvo arrastrado sobre la misma tierra que él escrutaba con los ojillos entornados.
José María Herrero Marzo vino al mundo en Galve, pueblecito del altiplano turolense al que puso en los anales de la paleontología.
‘Sic transit’... La carne se trueca en polvo y las placas conmemorativas se abollan como cacerolas viejas. Lo que no disuelve el vitriolo de hoy lo carcome el óxido de mañana. Incluso a la estatua que se libra de cancelaciones la termina tumbando la herrumbre. Así ha sido siempre, Sinuhé dixit, y así será. Y, sin embargo, lo que se hace con denuedo, con paciencia y con la mirada fija en lo eterno tiende a permanecer. Ee. Pero su ejemplo heroico resuena como un aldabonazo: un agricultor solo, sin más bagaje que su hambre de saber, desafiando al tiempo y ganándole la partida.
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