EL CLUB DE LA COMEDIA ELECTORAL

Humor e inmadurez. Comportémonos como adultos

Se le exige al humor unos límites que no se aplican a otros ámbitos creativos: la novela, la poesía, el ensayo...

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Si preguntamos a alguien, elegido al azar, si sería conveniente poner límites a lo que podemos escribir en un ensayo sobre filosofía, estoy convencido de que diría que no. Una respuesta similar obtendríamos si preguntáramos sobre lo adecuado de establecer, por ley, ciertas prohibiciones ... a las letras de los cantautores o a los argumentos de las novelas.

Hemos llegado a un consenso sobre eso. Que cada uno escriba canciones de lo que quiera, decimos felices por haber logrado esa libertad. De igual modo, defendemos poder escoger el tema que nos apetezca para desarrollar la historia de una novela, el ambiente en un poema o el argumento de una película dramática.

Pero con el humor las cosas son distintas. Algo nos dice que ahí sí debemos marcar ciertas restricciones. Siempre me he preguntado por qué. ¿Cuál es la razón de dar libertad total a un ensayista, pero negársela a un cómico? Normalmente, la respuesta que nos dan tiene que ver con la ofensa a ciertos sentimientos, ignorando que los ensayos y las novelas pueden también dañar el sentimiento que se propongan. Hablamos de los límites del humor, y nos parece un tema actual, pero nos parecería anticuado y peligroso debatir sobre los límites de la poesía amorosa.

Con límites, nunca sabremos el mal fondo que pueden llegar a tener algunos humoristas

He reflexionado mucho sobre esto, y creo haber llegado a alguna conclusión, tal vez torpe, pero es la única que he encontrado. Creo, sinceramente, que el humor es visto como una diversión inmadura. Los que hacemos humor somos considerados, en cierto modo, niños pequeños, y como tales debemos ser educados y censurados. ¿No dicen los pedagogos que a los niños hay que ponerles límites? Pues eso, a los humoristas también, porque somos críos a los que hay que vigilar para que no ofendamos a nuestras tías en las visitas. Pero la poesía, la novela, el ensayo, el teatro, la historia y la política son cosas de adultos. Ahí no hay que poner límites, porque los que trabajan esas artes son hombres y mujeres que ya dejaron la escuela hace tiempo, son seres ya formados que pueden hacer y decir lo que quieran.

Un 'sketch' cómico puede herir a un colectivo, lo sabemos, pero también puede hacerlo un sesudo tratado sobre política. Querer limitar a uno y no a otro es una de las contradicciones más asombrosas de nuestra época.

Lo que acabo de decirles, sin embargo, es compatible con afirmar que hay que ser un imbécil para hacer según que 'sketchs'. Tal vez les pueda parecer contradictorio con todo lo anterior, pero me entenderán si les digo que yo defiendo la libertad de ser un imbécil. Piénsenlo bien. Dar libertad total a un cómico es la única manera de conocerle a fondo. Si establecemos límites al humor, nunca sabremos el mal fondo que pueden llegar a tener algunos. Si quieren de verdad que un humorista se retrate, que aflore en él lo peor que tiene, no le censure. Déjele hacer lo que desee, incluso anímele a ello, porque solo así podrá averiguar qué tipo de persona es. Si ponemos límites a lo que puede decir o al tipo de bromas que puede hacer, siempre nos quedará la duda sobre la profundidad de su maldad o la altura de su talento.

¿No les parece a ustedes extraño que se hable de 'humor inteligente' pero jamás de 'poesía inteligente' o 'novela inteligente'?

Hay, pues, dos motivos para dar a los humoristas la libertad de la que gozan otros artistas: restituir una injusticia histórica y poseer un método infalible y preciso para saber cómo es, en el fondo, cada uno de ellos.

Edu Galán ha escrito un libro magnífico. Lo mejor de este hombre es que nunca sabes lo que va a decir, porque no vive instalado en un esquema de pensamiento sectario. Edu Galán es libre y esa libertad se agradece. Nos narra con lucidez una parte importante de la historia del humor, y lo hace así de bien porque, como cualquier humorista, defiende, para su oficio, la misma libertad que disfrutan otras artes.

Elogio envenenado

Y, antes de terminar, me gustaría robarles un minuto con una reflexión que tiene que ver con la inteligencia y el humor. ¿No les parece a ustedes extraño que se hable de 'humor inteligente' pero jamás de 'poesía inteligente' o 'novela inteligente'? El adjetivo 'inteligente' no se aplica a la novela o la poesía porque damos por supuesto que ambas son manifestaciones de la inteligencia. A mí (y perdonen si hablo en primera persona) me han intentado elogiar muchas veces, con buena intención, diciendo que hago humor inteligente. Pero tras ese elogio se esconde la idea perversa de que el humor es algo tonto y que, por tanto, hemos de celebrar las contadas excepciones en las que no lo es. ¿No les parecería insólito que en una entrevista se presentara a Sergio del Molino o a Vargas Llosa como un raro representante de la 'novela inteligente'? Pues eso mismo hacen con algunos humoristas, porque, ya saben, somos niños tontos y cuando uno parece espabilado, hay que aplaudirle y ponerle buena nota.

No he intentado en este artículo defender para mi oficio libertades extraordinarias, no he barrido para casa. Solo quiero las mismas de las que gozan los demás, para que dejen de una vez de pensar que somos unos niños maleducados.

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