Crítica De:

'La guardia del alba', de Maya Jasanoff: Conrad, en los oceános del orbe y de la literatura

Ensayo

Obra maestra en el análisis de las geografías, los eventos y obras del autor de 'El corazón de las tinieblas'

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Joseph Conrad

La lectura de las obras del polaco-británico-francés y ciudadano del mundo Joseph Conrad, para abreviar, nacido en 1851 y fallecido en 1924, se podría comparar con uno de esos famosos 'baños de ola' que tomaban algunos afortunados, en los felices veinte, en ... San Sebastián o Santander.

Al entrar los cuerpos en el agua, una foto testimonial muestra la espuma, la disrupción del agua, los colores. Por debajo, las corrientes a distintas temperaturas impactaban de modo distinto al bañista y su séquito. Aquello representaba una manera de ser moderno, el triunfo de la incertidumbre, que también constituye la emoción principal que jalona la obra de Conrad.

ENSAYO

'La guardia del alba'

  • Autora Maya Jasanoff
  • Editorial Debate
  • Año 2024
  • Páginas 432
  • Precio 22,71 euros

Siempre, en cualquier lugar, nunca se sabe, puede ocurrir cualquier cosa. De ahí que el formidable novelista que fue siempre haya tenido lectores entusiastas entre los devotos del ensayo y la no ficción, menos interesados en la épica y ansiosos de desarrollar una comprensión del escenario y el contexto, una explicación a escala humana, no mitológica sino causal. No se trata de un ocultamiento de las pasiones humanas y sus tramas, sino de la visibilización, impúdica en su caso, de las costuras literarias. Después de haber vivido aquello que vivió, lo inventado apenas le llega para justificar un itinerario, un nomadismo.

Su épica no posee realismo mágico, sino deductivo. Ahí nace un escritor. Lo determinante acontece cuando ha arribado al puerto seguro que le ofrece la Gran Bretaña victoriana. Contará la exploración de la grandeza y el peligro que una sola acción individual podía tener en otros, a quienes podía hundir en la miseria, o catapultar al paraíso. Esto lo aprende en seguida cualquiera que haya navegado —el mal gesto de alguien puede traer el naufragio— y nuestro autor, no lo olvidemos, abandonó su hogar (es un decir) a los 16 años para lanzarse a los océanos del orbe.

Su épica no posee realismo mágico, sino deductivo. Lo determinante acontece cuando ha arribado al puerto que le ofrece la Gran Bretaña victoriana

Luego Conrad, no es poco mérito, vivió para contarlo, agobiado por enfermedades que hoy llamaríamos 'profesionales', dolores de espíritu, huesos y músculos, tras demasiadas noches de guardia marinera, atrincherado, por fin, en un hogar feliz y provinciano. Solo tras estar en todas partes y estar cansado y cargado de experiencias, pudo ser escritor. De manera paradójica en apariencia, ese itinerario lo convirtió en objeto de estudio, pues determinar lo que vio y aquello que ignoró, muestra la historia global de su tiempo y el nuestro.

Con acentos dudosos, indeterminados a veces, mestizos por el efecto perdurable del trauma del encuentro. Maya Jasanoff ha escrito en 'La guardia del alba' una obra maestra en el análisis de las geografías, los eventos y obras de Conrad, su economía moral y recorridos, ajustes de cuentas y venganzas. En 1915, en la novela 'Victoria' este señaló: «Soy el mundo mismo que viene a rendirle una visita» Felizmente contaminada por la narrativa conradiana, la autora señala que «la historia es como una terapia para el presente». En 'Nostromo' encuentra el sabor amargo que deja la rapacidad de algunas compañías en la explotación de recursos naturales; en 'Lord Jim' el poder corrosivo de la tecnología; el terror habita en 'El corazón de las tinieblas', tan bien utilizado por Coppola. 

Tras un prólogo titulado 'Uno de los nuestros', su declaración de intenciones, Jasanoff desgrana hallazgos y argumentos en cuatro partes que también implican la línea de una vida, 'Nación'; 'Océano'; 'Civilización' e 'Imperio'. Los caminos por los que un joven noble polaco más apto para cruzar estepas a caballo «que para trepar un mástil», como ha señalado Eric Banks, sobrevive a unos años caóticos en Marsella y, tras un intento de suicidio, navega por el Caribe y el Mediterráneo, el Índico y el Pacífico, Australia y Singapur.

El texto, fascinante y muy bien traducido por María Serrano y Francesc Pedrosa, arraiga la literatura de Conrad, a partir de los noventa del siglo XIX, cuando era, hoy diríamos, un prejubilado forzoso, en los hechos de su vida y la gente que conoció. Todos tienen cara y aparece, también, una autobiografía estilizada. Terroristas, anarquistas, criminales nacionalistas, desarraigados, a veces inspirados en personas que existieron, pueblan relatos breves y novelas. Con efecto lento, en todo caso. Hasta la década de 1910 las estrecheces económicas no quedaron atrás. Tarde, mas todavía a tiempo de que aquel misterioso marino devenido en escritor de grandes públicos nos dejara sus recuerdos. La impresión, demasiado aproximada, de lo que somos.

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