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Gil-Albert y Siles, cuando la carta se hace biografía
Epistolario
Una correspondencia que hace volver los ojos a la grandeza de Juan Gil-Albert y traza el retrato de ese otro gran poeta, Jaime Siles
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Iniciar sesiónNo es explicable la facilidad que tiene la poesía de ahora para olvidar los grandes nombres de su tradición inmediata y sorprende, por eso, que la vieja poesía joven de hoy haya dejado en el olvido a un escritor, a un poeta de la talla ... de Juan Gil- Albert. En ‘El tiempo y su espuma, la correspondencia personal entre Gil- Albert y Jaime Siles’, por el contrario, no solo queda reflejada la importancia que el poeta de Alcoy tuvo en la formación de un jovencísimo Siles, sino el magisterio literario y estético que su redescubrimiento ejerció en nombres como Francisco Brines, Gil de Biedma, César Simón o Luis Antonio de Villena.
Durante décadas, una vez que regresó del exilio en 1947, Gil-Albert fue el gran solitario de nuestra poesía postguerra. Recluido en su casa de la calle Taquígrafo Martí 13 parecía ese meteoro que había surcado brevemente el cielo de la poesía española de la República y que se había precipitado en la noche del silencio. Sin editoriales donde publicar, en una Valencia oficial y gris que lo ignoraba, Gil-Albert se ponía cada mañana delante del espejo y se autorreivindicaba escritor.
EPISTOLARIO
'El tiempo y su espuma. Correspondencia personal'
- Autores Juan Gil-Albert y Jaime Siles
- Editorial Pre-Textos/ Fundación Gerardo Diego
- Año 2023
- Páginas 209
- Precio 22 euros
Mantuvo siempre un pacto moral con la vida, con las ilusiones de la vida, y a pesar de su parentesco estilístico con Cernuda, nunca se dejó vencer por la tragedia, la desesperanza o la tristeza. Miraba, como los clásicos, la corriente del existir con serenidad, había en él un griego y un latino, un esteta francés y un romántico que buscaba en el mundo, en el esplendor de lo humilde, en los dulces amores prohibidos una ventana hacia lo sagrado. Todo en él fue una oda, una alabanza al misterio de la tierra y al misterioso goce de los cuerpos, al tiempo de la juventud y al tiempo de la vejez.
Fue, sin más, un poeta en el que pensamiento, emoción y belleza trazaron una honda meditación sobre los símbolos en los que la vida se asienta: una casa de campo, unas vides, el rumor del tiempo, el ocio, el arte. Como queda demostrado en esta correspondencia, nadie como aquel grupo de poetas jóvenes valencianos iniciaron el camino de su restitución, nadie como ellos le podían hacer exclamar a Gil-Albert, 'solo entre vosotros, jóvenes, me encuentro bien'.
Gil-Albert ejerció su magisterio en Francisco Brines, Gil de Biedma, César Simón o Luis Antonio de Villena
‘El tiempo y su espuma’, avalado por el gran trabajo que aquí lleva a cabo Manuel Valero Gómez, es una correspondencia que hace volver los ojos a la grandeza de Juan Gil-Albert y que traza el retrato de ese otro gran poeta que es Jaime Siles, desde su adolescencia en 1972, cuando se inicia la relación entre ambos, hasta 1984. Pero es algo más: un detallado y completo esbozo biográfico del propio Siles que nos sitúa en sus años de formación, en sus encrucijadas personales cuando se acerca la primera madurez, en sus lecturas, en sus preocupaciones literarias, en sus investigaciones académicas y, por su puesto, en su incuestionable proyección como poeta central de su generación, avalado por el Premio Ocnos y el Premio Nacional de la Crítica.
Celebración de la amistad
Siempre con familiaridad e intimidad estos correos nos acercan al Siles estudiante en Salamanca, a sus días del Servicio Militar en Monte La Reina (Zamora), a la ampliación de sus estudios en Alemania, a sus trabajos en Viena o en Alcalá de Henares, a la nostalgia de Valencia. Una aventura vital, un empeño y un destino que hicieron de la palabra poética aquello que daba sentido al tiempo, y que, carta a carta, sirven para rastrear la poética de Siles de esos años, su reflexión sobre el ser y el lenguaje.
‘El tiempo y su espuma’es, en fin, no solo una alianza y una celebración de la amistad, sino la crónica, el documento que nos permite arrojar una nueva visión sobre la trayectoria de Gil-Albert y de Siles y, a partir de ellos, la de un grupo de poetas que, desde Valencia, se sumaron a cambiar el rumbo de nuestra poesía. Impagable, pues, esta galería de retratos, este Gil-Albert que va envejeciendo, quedándose solo, con su éxito final y con la muerte de los suyos, mientras al otro lado un joven poeta buscaba el tiempo y las palabras de la duración.
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