Gala Knörr: Lágrimas vascas en el DA2

La apariencia desenfadada de las obras no implica falta de seriedad ni contenido. Muy al contrario: responden, en palabras de Adonay Bermúdez, «a preocupaciones sociopolíticas, conexiones históricas y narraciones olvidadas o invisibilizadas». La exposición en el DA2 es el resultado de una exhaustiva investigación que relata una historia sorprendentemente desconocida: la de la inmigración vasca al oeste americano a finales del XIX para trabajar como pastores de ovejas.

La artista ya se había interesado por el wéstern y el poder de su representación en otros proyectos recientes ('Pastoral' en Tabakalera-San Sebastián, o 'Isla de Encanta: Storyboard for an Andalousian Western' en Genalguacil), pero en esta ocasión la propuesta adquiere un cariz mucho más personal ligado a sus propias raíces.

El detonante de la pesquisa fue el hallazgo de 'El desfiladero de la muerte', un wéstern de finales de los años 50 con protagonistas vascos absurdamente estereotipados por los americanos hasta resultar caricaturescos: los personajes llevan boinas, se comunican a distancia a través del «grito de guerra vasco» (irrintzi), saltan de roca en roca como si fueran camas elásticas y bailan flamenco en lugar del aurresku.

Esta representación dista mucho del relato de autores como Robert Laxalt, hijo de migrantes vascos, en su libro 'Dulce Tierra Prometida', o de los testimonios de los descendientes de la diáspora decimonónica vasca. Knörr contacta con algunos de estos sucesores que le acercan una historia real de soledad, desesperación y dificultades económicas. Es el caso de Julián y Laura Lantzi, pintados con sus padres en una escena costumbrista en el sofá: el hombre tiene la tez morena del trabajo y acaba de quitarse las botas (reproducidas en 3D) para descansar, pero el riesgo y apuesta por una vida mejor es cuestión de la familia completa.

Distribuida en cuatro salas enormes, la muestra consta de obras pictóricas en diferentes formatos y soportes (papeles, lienzos, biombos de madera, transferencias sobre telas) que conforman una heterogénea galería de retratos –individuales y colectivos– de inmigrantes anónimos vascos junto con personajes de la cultura popular actual vinculados con la estética del rodeo. Buen ejemplo es el gran 'collage' que se despliega en una de las paredes y combina al citado Laxalt, al cowboy negro Nat Love y mujeres como la primera cartera afroamericana Mary Fields o la cantante Beyoncé (se hubiese agradecido alguna 'vaquera' más, como la activista Brianna Noble, citada por Knörr en otras ocasiones).

Pasado y presente, individuos famosos y desconocidos se dan la mano en instalaciones plásticas que visibilizan una realidad social du ra y actualizan un imaginario limitado al hombre blanco fuerte americano. Aquí los pastores vascos lloran, literalmente, lágrimas de tinta. Knorr ha desbocado sus técnicas y experimentado con materiales donde da rienda suelta a los pinceles: destacan los magníficos rostros amarillos, azules y verdes de expresividad 'kirchneriana'.