LA GRAPA
Vigalondo, el mago de Oz
Los cruces, las mutaciones, las adaptaciones, los plagios o las resignificaciones crean obras y revelan talentos nuevos
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Iniciar sesiónDescubrir que había —y hay— otros mundos antes del tuyo se llama adultez. En la creación artística esta tarea resulta inevitable aunque en algunos casos sea inconsciente y piense el o la pobre que llegó el primero. Los cruces, las mutaciones, las adaptaciones, los ... plagios o las resignificaciones crean obras y revelan talentos nuevos.
Nadie escribe futuro por sí mismo: siempre lo hace acompañado. En 2022 se estrenó un documental muy detallado sobre este proceso: ‘Lynch/ Oz’ (Alexandre O. Philippe). En él se enumeran las conexiones entre la obra lynchiana y la de L. Frank Baum/ Victor Fleming. El ensayo audiovisual de Philippe certifica lo cercanos que estamos de nuestros fantasmas.
Apetecería repetir el mismo ejercicio con ‘Superestar’, la serie de Nacho Vigalondo, basada muy libremente en las andanzas de Tamara, aquella cantante del ‘No cambié’, y su grupo salvaje: el león Leonardo Dantés, la bruja Arlequín o el mono volador Paco Porras.
En ‘Superestar’, se agradece la valentía de bañar al algoritmo con pistolas de agua llenas de lluvia dorada
Se agradece a Netflix la valentía de —spoiler— bañar al algoritmo con pistolas de agua llenas de lluvia dorada. Vigalondo aborda su ficción como el mago de Oz, un Xavier Sardá transmutado. Siempre ha querido ser el jefe de pista circense y ahora, tan libre, lo consigue: que acabe entre llamas dice mucho y muy bueno de él.
Bailan las vidas de estos parias con el foco en Tamara, esa Dorothy —«We’re not in Baracaldo anymore», avisa a su perrito Margarita Seisdedos— desdoblada al final con lynchianismo feroz, entre la realidad y la posibilidad. Cada capítulo juega a colores y formatos diferentes y ocurre igual que con los hijos: unos te gustan más que otros.
Ayuda al mosaico un reparto comprometido con ese universo: la solvencia de García-Jonsson, la bondad de De La Rosa, el repelús con Areces. Cuando todo se cierra —si es que se cierra y ‘Superestar’ no obliga a un eterno retorno—, doy aplausos lentos y contundentes a Vigalondo. A su incansable viaje de ida y vuelta a Oz para contarnos a la gente en blanco y negro qué pasa allí.
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