LA GRAPA
Martin Short es Dios
Sobre el gusto personal no se puede construir ningún argumento serio. El gusto personal resulta irrelevante
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Iniciar sesiónCuando le recuerdas a Víctor Manuel el cariño y admiración que le tiene el público, el cantor normalmente contraataca con una historia. Cuenta que una vez iba por algún lugar asturiano y se cruzó con dos señoras. Una codeó a la otra: «Mira, mira… ¡ ... Víctor Manuel!». La segunda respondió, en modo local, «No lu trago». Esta anécdota sirve para ilustrar que siempre va a haber uno o dos que duden de un genio. Y en esta época de internet, donde ya no hace falta ni ver la cara ni ponerla, más.
A propósito del estreno de la tercera temporada de 'Sólo asesinatos en el edificio' (Disney+), el digital estadounidense Slate ha publicado una reveladora pieza del escritor Dan Kois: 'Por qué seguimos aguantando a Martin Short'. En ella desgrana lo poco que le gusta el cómico: le trata con condescendencia, enumera sus fracasos, apunta sus sobreactuaciones y repite que, aunque no le mole, Short es «una buena persona».
La reacción en redes no se hizo esperar
La reacción en redes no se hizo esperar: Steve Martin, Ben Stiller y miles de internautas colgaron cortes inolvidables de Short. Su participación en 'Tres amigos', esa pequeña joya; sus monólogos y actuaciones musicales; su 'alter ego' Jiminy Glick; sus aciertos en el drama —pienso en 'Damages'—; su trabajo en 'Sólo los asesinatos en el edificio'; esa rareza 'Clifford' —un antecedente de la extraordinaria 'Hermanos por pelotas'—; sus apariciones en programas nocturnos o la enorme capacidad cómica que despliega al presentar un premio.
Vayamos al fondo: sobre el gusto personal no se puede construir ningún argumento serio. El gusto personal resulta irrelevante en un análisis cultural, salvo para ganarse unos asquerosos clics. La gran labor del crítico: arrancarse prejuicios, olvidarse de sí mismo y apoyarse en su conocimiento —en permanente actualización— con tal de poder comparar. Incluso así, obras que le pasaron desapercibidas pueden ganar con los años —o viceversa—. Existen miles de ejemplos pero una sola verdad: quien no quiere a Martin Short —y a Víctor Manuel— no quiere ni a su madre.
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