CRÍTICA DE:
'Dictadores. El culto a la personalidad en el siglo XX', de Frank Dikötter: locos por el poder
ENSAYO
Frank Dikötter aborda las figuras de Mussolini, Hitler, Stalin, Mao, Kim Il-sung, Duvalier, Ceaucescu y Mengistu
Otras críticas del autor
El dictador alemán Adolf Hitler
Quizás hubiera sido mejor, a la vista de lo que ocurre a nuestro alrededor, mantener en la excelente traducción de Joan Josep Mussarra Roca al español, el título original en inglés de este libro: 'Cómo ser un dictador'. Porque la esencia de esta nueva y ... formidable obra del gran historiador holandés Frank Dikötter tiene que ver tanto con la metodología que usa alguien para ejercer un poder dictatorial, como con el resultado previsto, crudo e indisimulado, criminal.
Proyectado hacia el futuro, el presente y el pasado, mediante la maquinaria del culto a la personalidad, el dictador, el tirano, se hacen eternos, tras hacerse insustituibles mediante la liquidación de adversarios, enemigos, partidarios y testigos.
ENSAYO
'Dictadores. El culto a la personalidad en el siglo XX'
- Autor Frank Dikötter
- Editorial Acantilado
- Año 2023
- Páginas 384
- Precio 20 euros
El caso es que al final no quede nadie. Ni siquiera, con frecuencia, sobreviven los restos físicos de los dictadores. Esparcidos, escondidos o eliminados, según cuenta Dikötter en las páginas finales de cada uno de los ocho capítulos, dedicados a Mussolini, Hitler, Stalin, Mao, Kim Il-sung, Duvalier, Ceaucescu y Mengistu. Si tuviéramos que escribir hoy uno de esos manuales de educación de príncipes del Renacimiento europeo, habría que añadirle la máxima «guárdate de convertirte en un 'ismo'». Cuando un líder político se convierte en un régimen, en cuanto una manera de ejercer el poder se regimentaliza, con apoyo popular, o a través de su mera fabricación, existe un vaciamiento político e institucional.
El argumento del autor resulta, en este sentido, tan novedoso como tautológico. En la sociedad de masas, los tiranos no solo controlan, encarcelan o descuartizan a quienes se les oponen. También ejercen un 'poder blando', una atmósfera de inevitabilidad mediática de sus fechorías, que deben ser aplaudidas como expresión del único bien común concebible. Cientos de millones de personas fueron «condenadas al entusiasmo» (una expresión sin duda feliz) y obligadas a jalear a sus líderes, mientras les encaminaban hacia la servidumbre y la muerte.
Esta obra es un aviso. No hay democracia que sobreviva el desistimiento de los ciudadanos llamados a defenderla
En las páginas sucesivas, vemos de qué manera el culto a la personalidad profundiza mediante estructuras industriales en una ingeniería social de control, liquidación y genocidio. En el culmen de su gloria, Mussolini recibía al día hasta 1.500 cartas, que eran procesadas por un equipo de cincuenta personas. Algunas pasaban a su consideración personal. Por encima de todo, querían fotografías firmadas. En el análisis de la personalidad de Hitler, el autor enfatiza que se trataba de un maestro del disfraz. En cuanto a Stalin, recuerda su seguimiento de las producciones culturales para modelar el 'gusto soviético' o una 'simulación de sencillez' que encandilaba a infames 'intelectuales' occidentales colaboracionistas.
El dramaturgo George Bernard Shaw murió en 1950 en la cama con un retrato de su ídolo. Un mes después de su muerte su nombre desapareció de los periódicos. Aunque «la poesía de Mao era solo un poco mejor que la de Stalin», fue un forjador nato de lemas políticos: «Las mujeres sostienen la mitad del cielo»; «La revolución no es una fiesta». El lugar de nacimiento de Kim Il-sung en Corea del norte fue sometido a una reconstrucción que incluyó señalar el lugar en el que se había sentado con su padre y la exhibición de un cuenco amarillo en el que había comido arroz. La lectura de 'Dictadores' es un aviso. No hay democracia que sobreviva el desistimiento de los ciudadanos llamados a defenderla.