Crítica de:
'Despacio el mundo', de Ramón Andrés: misticismo y exactitud
Ensayo
Cincuenta y dos cuadros comentados en extenso, además de un «Museo del oído» constituyen el cañamazo de este libro singular
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Iniciar sesión«Un espíritu en calma lo oye todo, lo entiende todo». Así comienza el libro. Pero ¿cómo estar en calma en este mundo? ¿Cómo lograr la paz? Un antiguo tratado budista aconsejaba «pararse y ver» (tal era, precisamente, su título). Pero ¿cómo pararse? ¿ ... Cómo lograr que el mundo vaya, al menos, un poco más despacio?
En occidente, dice Ramón Andrés, estamos obsesionados con el tiempo que lleva a algún sitio, con los proyectos narrativos que buscan resultados y conquistas. «No sabemos explicar las cosas sin que apunten hacia algo y sin que alberguen una finalidad».
ENSAYO
'Despacio el mundo'
- Autor Ramón Andrés
- Editorial Acantilado
- Año 2024
- Páginas 398
- Precio 26 euros
Ha querido, por eso, centrarse en un instante que está por definición fuera del curso de los instantes; en un acto que está necesariamente fuera del arco narrativo: el momento en que un instrumentista se detiene a afinar su instrumento. Su insistencia en lo difícil que es afinar un laúd renacentista o un violonchelo antiguo, que carece de tensores, nos recuerda que estas detenciones eran frecuentes y también extendidas.
El pajarero de Greuze que ilustra la portada, por ejemplo, está concentrado en su instrumento, una guitarra que parece de muy buena calidad y cuyas clavijas, afirma el autor, parecen hechas de madera de peral (¿cómo puede saberlo?). Está mirando en nuestra dirección, pero en realidad no nos ve, abstraído en lo que escucha. No está tocando, todavía no. No está haciendo nada. Está preparándose para hacer algo. Está fuera del tiempo, momentáneamente liberado de la obra de arte que nos aprisiona. Cincuenta y dos cuadros comentados en extenso, además de un «Museo del oído» con reproducciones en color de otros 160 cuadros más, constituyen el cañamazo de este libro singular.
Los libros de Ramón Andrés son intensamente líricos, pero también duros como la madera de peral. Le fascina el frío, el viento, la soledad de los paisajes donde vive, que siempre asoman en sus libros. El perfil de los Pirineos. La compra de una estufa para combatir el invierno. «Añoramos una restitución, pretendemos que nos sea devuelto algo que, en realidad, nunca fue nuestro». Frases como esta son el equilibrio en la balanza de la poesía. Difícil sería imaginar una combinación más sorprendente de misticismo y exactitud. ¡Cuánto nos agrada saber, por ejemplo, que el autor suele llevar un diapasón consigo, y que en su estudio siempre tiene una lupa a mano!
Los libros de Ramón Andrés son intensamente líricos, pero también duros como la madera de peral
Al comentar los cuadros, que van del siglo XV al XVIII, Ramón Andrés se sumerge en ellos sin preámbulo, como si ya llevara dentro de ellos mucho rato, y comienza a traerlos a la vida, explicándonos con detalle quién son esas personas que allí aparecen, y cuándo se pintó esa tabla o esa tela, y qué pasaba en la vida del pintor en ese momento, y quién era esa señora, y de quién era hija esa jovencita, y nos habla de música, de silencio, de camas con pulgas, y también de la bondad, de la necesidad de la impureza o de la desconfianza que le inspiran los que creen saberlo todo. Incluso imagina una conversación con Vermeer en la que el maestro de maestros le aconseja que no se tome las cosas (es decir, el arte) tan en serio. «Es grato no perseguir nada», dice Vermeer.
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