Crítica de;
'La decisión de Karla', de Nick Harkaway: había una vez un Circus
Narrativa
El escritor británico, hijo de John le Carré, resucita al muy eficiente agente de inteligencia George Smiley, creado por su padre. Lo hace con respeto y detalles originales
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Iniciar sesiónNadie se pierde y todos se transforman con una única misión más o menos (im)posible: seguir siendo iguales, los mismos, los de siempre para siempre. Así, el constante reciclaje de originales,' reboots', relanzamientos y volver a empezar con algo muy claro: la criatura ... cotiza más y mejor que el creador; porque el que la hizo es mortal y puede ser reemplazado con mayor o menor talento; mientras que lo que hizo puede aspirar a la inmortalidad y a seguir dejando marca (registrada).
Así, Sherlock Holmes y Hércules Poirot y James Bond —por cortesía o no tanta de los herederos de Conan Doyle y Agatha Christie e Ian Fleming— siguen haciendo de las suyas pero estrictamente vigilados (hasta entrar en el dominio público y, por lo tanto) volverse indomables.
NOVELA
'La decisión de Karla'
- Autor Nick Harkaway
- Editorial Planeta
- Año 2025
- Páginas 400
- Precio 21,90 euros
Y ahora es el turno del opaco pero muy eficiente agente de inteligencia británica George Smiley —creado por el alguna vez espía David Cornwell devenido en el muy justa y literariamente admirado 'best-seller' John le Carré (Poole, 1931-2020)— bajo las órdenes de Nick Harkaway (Cornualles, 1972). Y Harkaway ya había destacado como autor de varios 'thriller-tech-apocalípticos-sci-fi'; pero antes de todo eso ya había sido identificado por otros motivos: Harkaway era y es y seguirá siendo hijo no solo creativo sino, además, biológico de Le Carré.
Y de pronto su misión —si decidía aceptarla— sería la de continuar la obra de su padre. Y Harkaway decidió aceptarla. Y excelentes noticias: la primera entrega de lo que seguro seguirá entregando —ahí está ese final no abierto pero sí entreabierto e invitando a pasar— es algo formidable y digno de admiración y agradecimiento.
Porque 'La decisión de Karla' —entonada no con intención rebeldes 'à la Father and Son' de Cat Stevens sino con gran respeto sin que esto la prive de detalles originales y hasta mejoradores del personaje— reclama al mal trajeado y poco sonriente Smiley y lo proyecta con talento y gracia y lo eleva aún más en el oficio donde lo que más importa es, sí, la impostura.
Un MI6 donde se confunden domadores y payasos y magos y trapecistas sin red y ventrílocuos
Y la premisa es formidable y acertada. Le Carré nos había ofrecido una última y muy crepuscular dosis de Smiley en 2017 con la magnífica 'El legado de los espías' a manera de iluminador contrapunto de las sombras casi iniciales de 'El espía que surgió del frío' (y de algún modo revisándose/reescribiéndose a sí mismo). Harkaway también retorna a esa revolucionaria obra maestra del género publicada en 1963.
Pero se concentra, en cambio, en investigar y desclasificar y encontrar los inicios de esa década perdida —los años más calientes de la Guerra Fría— que hay entre la trama de esa novela y la de 'El topo' / 'Tinker Taylor Soldier Spy' (1974). Así, aquí, la resaca de aquel sacrificio del entregado Alec Leamas y las raíces podridas de la traición del infame Bill Haydon. Y Smiley obligado a dejar un desencantado retiro (todavía no padeciendo tanto las ligerezas de su volátil y fielmente infiel esposa y aquí más complaciente Lady Ann, mucho mejor delineada en la versión de Harkaway, especialmente preocupado y ocupado en dar mayor protagonismo a los personajes femeninos) yendo y viniendo por los pasillos y despachos de un muy poco controlado y circense Circus.
Un MI6 donde se confunden domadores y payasos (uno de los espías soviéticos que deserta en la novela pide como paga el actuar en una película junto a Peter Sellers) y magos y trapecistas sin red y ventrílocuos. Y, sí, Harkaway prueba ser un perfecto más emulador que imitador de esa prosa seca y cromada y en todos los funcionales tonos de gris de su padre (a la que añade pinceladas de sentimentalismo y calidez) para dar vueltas por Londres y Viena y Portugal y el amurado Berlín tras y por delante de los pasos de la gran némesis de Smiley: el soviético y KGB Karla. La trama, por supuesto, como debe ser, es compleja y se resiste a resumen y —marca de la casa— se erige sobre conversaciones circulares-mareantes con un trágico aire isabelino cruzado con 'british comedy of manners' y penumbra 'noir'.
Y, sí, Harkaway (Nicholas Cornwell) adoptó su alias para así no ser relacionado con el alias de su padre. Pero aquí —el propio Harkaway explica su responsabilidad y desafío y puesta en práctica de método en una tan reveladora como afectuosa nota introductoria— acaba abrazándolo y recordando que él aprendió a hablar oyendo a su padre leer en voz alta páginas de sus novelas y escuchando 'cassettes' de sus libros. Entrenamiento que ha dado grandes resultados y ganado la admiración y el agradecimiento de firmas como las de William Boyd, Ian Rankin y Mick Herron.
Así esperemos que no haya que esperar mucho más para enterarnos qué decide Smiley luego de lo que decidió Karla.
Mientras tanto y hasta entonces, buenas noticias, 'top-secret' a no guardar: había una vez un Circus, hay otra vez un Circus.
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