MÁS QUE PALABRAS
Veinte años de Funambulista
Max Lacruz, hijo del escritor y editor Mario Lacruz, fundó en 2004, la editorial Funambulista. Haciendo equilibrios, claro. Si bien en un camino firme
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En 1998, cuando trabajaba como funcionario en la Unión Europea, su padre le propuso regresar a España para colaborar con él en sus tareas editoriales. Entonces no lo tuvo claro, pero dos años después, cuando murió su padre y tuvo acceso a su armario «prohibido», ... donde guardaba sus herramientas de bricolaje y sus escritos (una columna de papeles de metro y medio de alto), empezó a pensar en la necesidad de publicar. Y en 2004, Max Lacruz (Barcelona, 1962), hijo del escritor y editor Mario Lacruz, fundó la editorial Funambulista. Haciendo equilibrios, claro, si bien en un camino firme que no ha cesado nunca, hasta cumplir hoy los veinte años de andadura.
De niño su padre, que apostó siempre más por publicar la obra ajena que la propia, le llevó a estudiar al Liceo Francés, lo que propició que sus lecturas iniciales fueran las de la Bibliothèque Rose et Verte ('Fantomette', 'Les contes de ma mère l'Oye'…), si bien las primeras historias que le cautivaron de verdad, aunque solo las comprendiera a medias, fueron las de 'La Odisea'. Desde muy pequeño, la literatura infantil le pareció una pequeña estafa, así que, además de los libros de adultos, prefirió desde el principio la compañía de Tintín y Milú, o la de Astérix y Obélix.
Otra cosa, siendo ya adolescente, es cuando descubrió 'El extranjero', de Albert Camus, o 'Siddhartha' y 'El lobo estepario', de Hermann Hess: más que palabras. En Bellaterra, el campus de la Universitat Autònoma de Barcelona, estudió traducción y filología románica, y conoció a profesores maravillosos, como Marietta Gargatagli, Víctor Sánchez de Zabala o Claudio Guillén. O Martín de Riquer, con quien hablaba de los versos y la vida de los trovadores. Después se marchó a hacer carrera como funcionario internacional.
Los libros en papel, pese a lo que han dicho los agoreros, tienen todavía un gran futuro por delante
En casa del herrero, es decir, del editor, los libros fueron siempre parte de la familia. No necesariamente objetos sagrados, ya que lo mismo servían para leer que para construir una red y jugar al ping pong con sus hermanos. En su primera juventud, ya se atrevió a elaborar informes de lectura para su padre, bien en Plaza & Janés, bien en Seix Barral, editorial esta última en la que la familia tenía un paquete de acciones. La muerte de su padre le supuso volver a entroncar en su historia familiar. También la necesidad de dar a conocer los escritos 'secretos' del que sin duda fue uno de los grandes editores de nuestro país. Los dos primeros, 'Gaudí: una novela e ''Intemperancia', aparecieron con Ediciones B, y el tercero, 'Concierto para disparo y orquesta', ya en Funambulista. A ellos se sumó la creación del premio de novela Mario Lacruz, que solo vivió dos ediciones.
Paso a paso, en su editorial han ido apareciendo algunos títulos como 'La lección de música', de Pascal Quignard, cuyos derechos le cedió el autor de modo vitalicio; las 'Cartas a Hitler', firmadas por una Eva Braun de ficción; 'El Quijote en romance', que escribió el profesor de instituto Teodoro Martín para enseñar métrica a sus alumnos, o la traducción al catalán de 'Todas las almas', de Javier Marías. Clásicos, inéditos y libros originales, así como la obligación autoimpuesta de publicar al menos un veinte por ciento de primeras novelas.
Una docena larga de títulos anuales que, como premio a sus primeros veinte años de vida, por fin le han dado un auténtico 'best seller' al sello: 'Dios, la ciencia, las pruebas', de Michel-Yves Bolloré y Olivier Bonnassies, con más de 250.000 libros vendidos en Francia. Un libro, dice, que «ni estaba en el radar de la editorial ni siquiera en el perfil del catálogo», y cuya entrada en el sello se debe casi exclusivamente «a la generosidad de los autores».
En todo este tiempo como editor, Max Lacruz ha aprendido algunas cosas. Por ejemplo, que el mejor editor es el editor que tiene suerte y encuentra el libro adecuado para poder publicarlo con su editorial. También que los libros en papel, pese a lo que han dicho en estos últimos años los agoreros, tienen todavía un gran futuro por delante. Él mismo se recuerda hace veinte años, corrigiendo a Bill Gates, quien hablaba del año 2000, y asegurando que en 2020 no se imprimiría un libro más en papel… Feliz equivocación. Ahora piensa que en 2030, se pongan como se pongan las nuevas tecnologías y la inteligencia artificial, seguiremos pasando las páginas de un libro.
Al menos mientras queden autores dispuestos a seguir sorprendiendo a los lectores con esas obras que rompen con los pronósticos y con los diseños del marketing editorial. Y editores decididos a darles cabida en grandes grupos editoriales o en pequeños sellos independientes. En sellos como Funambulista, que suma y sigue dos decenios y centenares de libros publicados… sobre el alambre.
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