LIBROS
Abigail Thomas, de un día para otro
MEMORIAS
La escritora norteamericana cuenta cómo un coche arrolló a su marido sin caer en la fácil sensiblería o en desgarrados victimismos
Otras críticas de la autora
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónDe un día para otro, dos personas que se conocieron a través de un anuncio en el 'New York Review of Books' y que se casaron tardíamente; dos personas que se amaban y se ponían «uno de parte del otro en conflictos antiguos», riéndose de ... ellos por la nueva felicidad alcanzada, vieron cómo su mundo saltaba de repente por los aires.
Un día cualquiera, el marido de Abigail, Rich, antiguo periodista que había optado por la jubilación anticipada, sacó a pasear a Harry, el perro que Abigail había adoptado. Harry se soltó de la correa y Rich, al ir a cogerlo, fue arrollado por un coche. Los daños cerebrales serían irreversibles y desde entonces la vida de ambos cambiaría para siempre.
MEMORIAS
'Una vida de tres perros'
- Autora Abigail Thomas
- Editorial Errata Naturae
- Año 2023
- Páginas 205
- Precio 20 euros
Pasado el tiempo, Abigail, la esposa, instalada en la nueva situación y en el pueblo al que se había ido a vivir lejos de su querido Manhattan, con la ayuda de su familia, de amistades que fueron surgiendo y de sus tres perros, «a base de mucho esfuerzo», aprendió a ser feliz de nuevo.
En unas memorias inusuales y maravillosas, 'Una vida de tres perros', unánimemente alabadas (Stephen King dijo de ellas que eran «la mejores memorias que había leído nunca» y esta afirmación no es en absoluto exagerada) la escritora Abigail Thomas (Boston, 1941) hija de un famoso científico, Lewis Thomas, autora de tres novelas anteriores y numerosas contribuciones a revistas, decidió contar al mundo lo que le había sucedido. Y lo hizo en la forma de un emocionante e inolvidable libro, para todo aquel que lo leyera. Un libro que ni por un momento caía en la fácil sensiblería o en desgarrados victimismos que, tristemente, habrían tenido toda la razón de producirse. Tampoco caía en la rutina angustiosa de un relato que girara, como era de por sí inevitable, en torno al dolor, la soledad repentina y la desolación más absoluta.
Una desolación diaria, obsesiva, permanente. El milagro de Abigail fue darle la vuelta a todo y contar de una forma sorprendente, con rasgos de humor y poesía de una belleza deslumbrante, cómo había cambiado su vida junto al hombre que había sido, y que seguía siendo, su compañero único y fiel, su gran amor, ahora arrojados ambos sin piedad a un territorio insólito y desconocido, «a un clima diferente y a una normas distintas».
Stephen King dijo que eran «la mejores memorias que había leído nunca» y esta afirmación no es en absoluto exagerada
Detrás Abigail dejaba cualquier tipo de equipaje superfluo, viejos miedos y una neurótica claustrofobia que le impedía coger ascensores en solitario. «Ya no tengo tiempo para tonterías», fue lo primero que pensó. Ordenando «las circunstancias extraordinarias del presente que engullen el pasado», extrayendo de él fragmentos vividos, congelados para siempre de forma fascinante, Abigail muy pronto se dispone a aceptar y darle sentido a todo lo ocurrido, «domesticando porciones de culpa» y desasosiego, que le permitan lanzarse, simplemente, a vivir. Un amigo le dirá que«el sufrimiento es el mejor maestro». Un maestro que da luz detalles antes desconocidos, apenas percibidos.
Conjurando la tristeza, Abigail se pondrá a vivir en ese presente continuo en el que vive Rich; un presente en el que no se siente en absoluto desamparada, y en el que su marido aun le regala mensajes sorprendentes de vez en cuando, formulados de repente en medio de su silencio habitual.
Rara felicidad
Mensajes de una inusitada poesía que la dejan sin aliento: «Me siento como una carpa que quisiera ser cometa y tirase de las estacas», le suelta un día Rich. Cuando vivían en Nueva York, recordará Abigail, el tipo de matrimonio al que aspiraba ser en el futuro estaba representado por un matrimonio que paseaba juntos, cogidos de la mano, y que regentaba una tienda de alimentación en Broadway.
Ambos habían venido del Este y tenían los brazos tatuados. Pues bien, ahora es justo en lo que Abigail dice haberse convertido, hallando un nuevo modo de rara felicidad: «No somos más que un matrimonio de ancianos catapultados antes de tiempo a la fase muda. Rich y yo nos sentamos juntos, nos cogemos de la mano; somos criaturas de sangre caliente y no necesitamos más comunicación que esa».
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete